SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO A
(Isaías 49 3.5-6; Corintios 1:1-3; Juan 1:29-34)
En muchas obras de teatro no se ve el protagonista en la primera escena. Más bien
paulatinamente se le presenta al auditorio. Así es el drama Shakespeariano
“Príncipe Hamlet.” Antes de su primera apariencia, los amigos de Hamlet hablan de
él. Dicen que el príncipe hará que hable la fantasma de su padre cuando ella sólo
los pasa en silencio. En el evangelio según san Juan, el más dramático de los
cuatro, Jesús tampoco está presente en el inicio. Parecido al “Príncipe Hamlet”, allí
se ve Juan el Baptista hablando de Cristo. El trozo del evangelio que escuchamos
hoy relata lo que él dice del salvador.
Primero el Bautista describe a Jesús como “el Cordero de Dios, el que quita el
pecado del mundo”. Aunque no pensamos en un cordero como poderoso, sí, lo
asociamos con la inocencia que caracteriza a Jesús. Asimismo, como se sacrifica el
cordero, Jesús se entrega a sí mismo en la cruz con todas las fuerzas del maligno –
la envidia de los judíos, el desdén de los romanos, la cobardía de los discípulos –
arregladas en su contra. Las vence por quedarse fiel a la misión de Dios Padre que
lo resucita de la muerte. Como resultado de esta victoria pascual, somos
fortalecidos en nuestra lucha contra las mismas fuerzas. Ya la plata, el prejuicio, y
el placer no nos tienen atados. Más bien, podemos vivir como mujeres y hombres
dirigidos por la justicia.
Pero ¿cómo podemos ser seguros que la auto-entrega del Cristo nos afecta a
nosotros? Para contestar este interrogante tenemos que mantener en cuenta quién
es Jesús. No es como otros héroes, por ejemplos, Carlos V o George Washington
que ya están enterrados en la tierra. En la lectura el Bautista lo describe diciendo:
“’Él que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes
que yo.’” Está refiriéndose al hecho que Jesús existía antes de la creación como el
Hijo unigénito de Dios con poder predominante. Ya que ha vencido al maligno en la
prueba determinante, Jesús reina siempre con el poder de guardar a aquellos que
permanezcan cerca de Él salvos de las atracciones del mal.
Para ahora la tarea es abrir los ojos de la gente para ver la bondad de Dios. Como
el Bautista atestigua en la lectura, Jesús tiene al Espíritu Santo para curar a los
ciegos y liberar a los cautivos. Nos bautizamos hoy día con el mismo Espíritu para
que sigamos con esta misión de misericordia. Este fin de semana elogiamos a un
hombre que se aprovechó del Espíritu como pocos en la historia. El doctor Martin
Luther King, Jr., proclamó la igualdad de las razas con tanta elocuencia que el
mundo entero reconoció la verdad de su causa. Igualmente el Espíritu le dio la
fortaleza para persistir en la lucha aunque sabía que se arriesgaba la vida.
Al leer este pasaje en el principio del Evangelio según San Juan al principio del año
tenemos un panorama de las lecturas evangélicas dominicales del 2014. Una vez
más vamos a escuchar la historia de Jesús, esta vez por la mayor parte de la
perspectiva de Mateo, el evangelista más preocupado con la iglesia y la justicia.
Vamos a escuchar cómo Jesús formó una comunidad con la justicia basada en el
amor. Vamos a oír cómo él fundó la iglesia sobre Pedro, la roca, para que quedara
firme en faz de las turbulencias del maligno. Y vamos a atestiguar una vez más
cómo su pasión, muerte, y resurrección nos ganó al mismo Espíritu para que
continuáramos su misión.
Padre Carmelo Mele, O.P.