EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 26 Enero 2014
Tercer Domingo del tiempo ordinario
Libro de Isaías 8,23.9,1-3.
Porque ya no habrá oscuridad allí donde reinaba la angustia. En un primer tiempo,
el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de
gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu
presencia. como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto
del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su
carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Salmo 27(26),1.4.13-14.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién he de temer?
Amparo de mi vida es el Señor,
¿ante quién temblaré?
Una cosa al Señor sólo le pido,
la cosa que yo busco
es habitar en la casa del Señor
mientras dure mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y cuidar de su santuario.
La bondad del Señor espero ver
en la tierra de los vivientes.
Confía en el Señor, ¡ánimo, arriba!,
espera en el Señor.
Carta I de San Pablo a los Corintios 1,10-13.17.
Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se
pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta
armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir.
Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes.
Me refiero a que cada uno afirma: "Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo
de Cristo".
¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será
que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?
Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin
recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia.
Evangelio según San Mateo 4,12-23:
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines
de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las
oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el
Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón,
llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran
pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y
a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las
redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena
Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Comentario del Evangelio por :
San Columbano (563-615), monje, fundador de monasterios
Instrucción espiritual 12, 2-3 (trad. breviario Martes, XXVIII semana)
“Apareció una gran luz sobre aquellos que habitaban en tinieblas y
sombras de muerte”
Te ruego, Jesús mío, que enciendas tan intensamente mi lámpara con
tu resplandor que, a la luz de una claridad tan intensa, pueda contemplar
el santo de los santos que está en el interior de aquel gran templo, en
el cual tú, Pontífice eterno de los bienes eternos, has penetrado; que allí,
Señor, te contemple continuamente y pueda así desearte, amarte y
quererte solamente a ti, para que mi lámpara, en tu presencia, esté
siempre luciente y ardiente.
Te pido, Salvador amantísimo, que te manifiestes a nosotros, que
llamamos a tu puerta, para que, conociéndote, te amemos sólo a ti y
únicamente a ti; que seas tú nuestro único deseo, que día y noche
meditemos sólo en ti, y en ti únicamente pensemos.
Alumbra en nosotros un amor inmenso hacia ti, cual corresponde a la caridad con la
que Dios debe ser amado y querido… y hasta tal punto inunde todos nuestros
sentimientos, que nada podamos ya amar fuera de ti, el único eterno. Así, por
muchas que sean las aguas de la tierra y del firmamento, nunca llegarán a
extinguir en nosotros la caridad, según aquello que dice la Escritura: Las aguas
torrenciales no podrán apagar el amor. Que esto llegue a realizarse, al menos
parcialmente, por don tuyo, Señor Jesucristo.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”