PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
FIESTA (día 2 de febrero)
Celebramos hoy la fiesta de la Presentación del Señor, con la que se cierra
definitivamente el ciclo litúrgico de la Navidad, caracterizado por la
manifestación luminosa de Cristo, nuestro Salvador: Es el Dios verdadero
que asume nuestra naturaleza humana para que participemos de su
naturaleza divina. La gloria del Señor envolvió de claridad a los pastores, a
quienes se les comunica la buena noticia del nacimiento del Salvador en
Belén (Navidad). Los Magos de Oriente vieron salir una estrella, que los fue
guiando hasta pararse encima de donde estaba el niño: siguiendo una luz,
buscaban la Luz. (Epifanía). A los cuarenta días de su nacimiento (dos de
febrero), el Niño es presentado en el templo y es recibido por Simeón como
luz para alumbrar a las naciones. Estas tres fiestas constituyen un único
tríptico con tres hojas.
En las tradiciones cristianas de Oriente y Occidente se ha enriquecido esta
fiesta con la procesión de las candelas, en la que la luz es símbolo de
Cristo: La Palabra, que se hace carne “era la luz verdadera, que alumbra a
todo hombre”, dando poder a todos los que la recibe “para ser hijos de
Dios”, leemos en el Evangelio de la misa del día de Navidad.
Las lecturas y los textos litúrgicos de esta fiesta nos hablan de Dios como
luz verdadera, fuente y origen de toda luz (oración para bendecir las
candelas), que nos muestra a Cristo como luz que alumbra a las naciones
(Simeón), igual en todo a nosotros, menos en el pecado: “revestido de
nuestra humanidad” (oración colecta). Cristo Jesús, verdadero hombre,
verdadero varón (había sido circuncidado a los ocho días de nacer) es
presentado en el templo para cumplir la ley: “todo primogénito var￳n será
consagrado al Se￱or”.
Pero hoy se anuncia y se pone de manifiesto que la obra de nuestra
redención pasaría por la inmolación de Cristo como “cordero inocente”
(oración sobre las ofrendas). Así hemos de entender el mensaje de la
segunda lectura: “De nuestra carne y sangre participó también Jesús”; en
todo tenía que parecerse a sus hermanos, pasando por la prueba del dolor;
“muriendo aniquiló al que tenía el poder de la muerte”. Así es compasivo y
“pontífice fiel”.
Esta fiesta es puente hacia la Pascua de muerte y resurrección de Cristo, a
la que nos conducirá la cuaresma. Simeón anuncia que aquel ni￱o “será
como una bandera discutida”. Y a María le dice: “a ti una espada te
traspasará el alma”. En esta profecía de Simeón María aparece asociada a la
entrega total de Cristo. En la presentación en el templo y en el Calvario
María está al lado de Cristo. Ella es la Virgen fiel, participando junto a su
Hijo en el plan eterno de nuestra salvación.
Esta “fiesta del encuentro”, llamada así desde la más remota antigüedad de
la Iglesia, nos invita a ponernos en camino hacia Cristo. No es una actitud
pasiva de espera, sino muy activa: “Nosotros salimos al encuentro del
Salvador” (prefacio). “Caminamos al encuentro del Se￱or” (oraci￳n
postcomunión). Otros textos litúrgicos de hoy nos indican cómo
encaminarnos hacia el Salvador, para llegar a la luz eterna, al esplendor de
la gloria de Dios, a la vida eterna: caminando por la senda del bien, con el
alma limpia.
MARIANO ESTEBAN CARO