Fiesta. La Presentación del Señor (2 de febrero)
La dicha de encontrar a Jesús
La celebración de este domingo coincide con la fiesta de la presentación de Señor
Jesús en el templo y por esta razón las lecturas bíblicas se refieren a este motivo,
narrado por Lucas (Lc 2,22-40) e iluminado desde la profecía de Malaquías (Mal
3,1-4) y la interpretación sacerdotal de la carta a los Hebreos (Heb 2,14-18). De
este modo el “mensajero de la alianza” que entra en el templo, según frase de
Malaquías, es el Mesías, el Señor, el que restablece la comunicación entre Dios y la
humanidad pecadora. Jesús, según el texto de Hebreos, es el sumo sacerdote,
hermano de todos los hombres, solidario con ellos y digno de todo crédito de parte
de Dios, que a través de su sacrificio personal en la cruz salva a sus hermanos y
sustituye el templo de Dios, convirtiéndose él mismo en el templo vivo, a través del
cual tienen acceso a Dios todos los seres humanos, pues es mediador de una Nueva
Alianza.
El texto de Lucas remonta esta manifestación de Cristo a los textos sobre el origen
de Jesús. Las prescripciones legales de la tradición judía sobre la circuncisión de
Jesús (Lv 12,3) y sobre la purificación después del parto (Lv 12,6) constituyen el
motivo de la subida de Jesús a Jerusalén en los primeros momentos de su vida. De
este modo se cumple la profecía de Zac 3,1, que anunciaba la venida del mensajero
de Dios al Templo del Señor.
En el templo de Jerusalén dos figuras no sacerdotales, la de Simeón y Ana, hombre
y mujer, se presentan como testigos de toda la humanidad redimida que se abraza
a su Señor, reconociendo, celebrando y proclamando que el encuentro con Jesús, el
Mesías Salvador, es la causa de la gran alegría del ser humano, pues en él se
cumplen todas las promesas divinas, se contempla la salvación y se revela la luz de
Dios a todos los pueblos y naciones de la tierra. Éste es el contenido del maravilloso
himno conocido como el “nunc dimittis” de Simeón. La tradición litúrgica de la
Iglesia expresa ese mismo motivo mediante las candelas encendidas, que
prefiguran la liturgia de la noche Pascual y permiten celebrar este día popularmente
como el de la Candelaria. Así se muestra además el tenor mariano de este día y la
misión singular que la Virgen María ocupa en los textos de Lucas.
A ella particularmente, como primera discípula de Jesús, va destinado el segundo
oráculo de Simeón que es de estilo profético y constituye un primer anuncio de la
pasión al revelar el camino y el destino paradójico del mesianismo de Jesús, pues el
será al mismo tiempo piedra de choque (cf. Is 8,14) y de resurrección para la
multitud. Jesús será signo discutido a lo largo de su vida pública hasta la entrega
de la vida en la cruz. La participación discipular de María en el destino de su hijo
queda reflejada en la imagen de que una espada traspasará su vida, con lo cual se
revela que ella es la candelaria de la luz mesiánica que su hijo en la cruz será para
el mundo. La otra mujer de la escena, la profetisa Ana, viuda, representante de los
pobres que esperan siempre la liberación, glorifica a Dios al contemplar a Jesús el
Mesías, como también hará el centurión al contemplar la muerte de Jesús en la
cruz. También ella se convierte en mensajera del evangelio, pues habla de Jesús a
todos los que aguardan la liberación.
De la mano de la Virgen María y como Simeón, que tuvo la dicha de tener en sus
brazos a Jesús, hoy es un día hermoso para presentar nuevamente ante el mundo a
Jesús como luz de todos los pueblos y como el nuevo templo de Dios, al cual
pueden tener acceso todos los seres humanos gracias a la mediación solidaria y
fraternal del único sacerdote de la Nueva Alianza. Como Ana hablemos de Jesús
abiertamente a los demás, pues quien se encuentre con él, encuentra la alegría de
la vida.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura