Viernes 07 de Febrero de 2014
Santoral: Ricardo, Gastón, Romualdo
Eclesiástico 47,2-13 De todo corazón amó David a su Creador, entonando
salmos cada día
Salmo responsorial: 17 Bendito sea mi Dios y Salvador
Marcos 6,14-29 Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó
hablar de él. Unos decían: Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes
actúan en él. Otros decían: Es Elías. Otros: Es un profeta como los antiguos.
Herodes, al oírlo, decía: Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado. Es que
Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano
Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías
aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque
Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo
defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus
magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró
y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
Pídeme lo que quieras, que te lo doy. Y le juró: Te daré lo que me pidas, aunque sea
la mitad de mi reino. Ella salió a preguntarle a su madre: ¿Qué le pido? La madre le
contestó: La cabeza de Juan, el Bautista. Entró ella en seguida, a toda prisa, se
acercó al rey y le pidió: Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza
de Juan, el Bautista. El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los
convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la
cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la
entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos,
fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Pensemos…
Muchos por no decir demasiados le tienen miedo a la muerte y en ese temor
sueñan y por lo general mandan a hacer misas para los difuntos. Pero, en el fondo,
es una llamada de la conciencia que recrimina y reclama la falta de solidaridad en
vida, en la enfermedad y en aquellos momentos donde se necesitaba y se decía que
no se podía y no se tenía tiempo.
Entonces…
Los muertos si hablan y hablan a la conciencia como en aquel Herodes que
se decía: “Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado” Es decir que lo veía y
ese recuerdo no le dejaba tranquilo. Esa muerte, tan trágica, que nos habla hoy el
evangelio en Juan el Bautista, debe ser para nosotros una excelente reflexión y
motivación. Pues somos muchos que nos hacemos los especiales a la hora de la
muerte y nos escondemos en la vida. Cómo si la vida no importara y simplemente
nos contentamos con mortaja, flores, velas y bastante chocolate y ron.
Esta muerte de Juan el Bautista, consecuencia de su vida y sus palabras, se
desarrolla en la búsqueda de la verdad y la justicia. Un rey ladrón, corrupto, injusto
es denunciado y ante esto quita la cabeza (Decapita) a un enviado de Dios. Él ya lo
había dicho: es mejor que yo muere (desaparezca) para que otro surja.
Pero lo más triste de todo esto resulta el silencio de la gente e incluso se
complacen con la muerte de inocentes. Triste realidad con las tratas de blancas,
centros para abortar, sicarios, pornografía infantil…
El sacrificio de Juan e bautista es un grito a la verdad y a esa que dijo Jesús
haciendo referencia al que supo ofrecer su vida: "En verdad les digo que entre los
nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,11)
Padre Marcelo
@padrerivas