Ciclo A: V Domingo del Tiempo Ordinario
Javier Balda, C.M.
Luz para nuestros ojos que necesitan conocer el camino y señalarlo a los demás.
Luz para nuestra fe que necesita aceptarla y vivirla y manifestarla a los demás. Luz
para nuestra esperanza que debemos reafirmar y ofrecer como garantía para
nuestras vidas. Luz para nuestra inteligencia que busca la Verdad que se nos ofrece
y que debemos entregar. Luz para nuestro corazón llamado a vivir el verdadero
amor para, después, amar y ser regalos y ofrendas de amor para los demás. Luz
para la vida del mundo para que, a través de nuestra luz los hombres conozcan y
acepten a Cristo como la única Luz, el único Camino, la única Verdad, la única Vida,
que puede iluminar y dar sentido a sus propias vidas.
Si en tu ser y en el mío hay luz, alguien nos mirará. Si en tu camino y en mi camino
hay luz, alguien podrá seguirnos. Si en tu vida y en mi vida hay luz, alguien podrá
compartirlas. Si en tu corazón y en el mío hay luz, alguien podrá enriquecerse con
nuestro amor. Si tú y yo somos luz, alguien podrá guiarse por ella para no tropezar,
para no caer, en el camino de la vida.
Si somos luz de Cristo seguiremos y señalaremos sus pasos, huellas dejadas en su
caminar por nuestra historia. Si somos luz de Cristo aceptaremos y manifestaremos
su verdad, Verdad revelada del Padre. Si somos luz de Cristo viviremos y
entregaremos su mismo amor ofrecido en holocausto perfecto al Padre y a
nosotros, sus hermanos. Si somos luz de Cristo aceptaremos su luz, seremos su
misma luz y nuestra luz será la misma luz de Cristo que iluminará al mundo.
Luz que un día recibimos y aceptamos en nuestro Bautismo y que día a día tenemos
que alimentar para que no se apague en nosotros ni en los demás y no perdamos el
rumbo de nuestra vida.
Luz que debemos avivar y entregar para que el mundo se convierta en una
llamarada de luz y de amor y, juntos, cantemos, gocemos y participemos de la
misma gloria de Dios.
Toma la luz que es Cristo y déjala brillar en ti. Sé luz de Cristo y entrégala a los
demás. El camino se llenará de luz y juntos caminaremos seguros sin perder de
vista a nuestro guía, Jesús, la Única luz verdadera que debe guiar a todo hombre.
SAL PARA NUESTRO MUNDO
¡Cuántas veces nos quejamos de la falta de valores, de la corrupción generalizada
en nuestra sociedad, de la violencia incomprensible en nuestras familias, de la
inseguridad que reina a la vista de todos en nuestras calles!
Jesús, después de haber proclamado las Bienaventuranzas, sigue entregando, sobre
todo a sus discípulos, otras enseñanzas que deben aprender y vivir. Ellos están
llamados ser “la sal que necesita el mundo”.
Por eso, también nosotros, si nos consideramos discípulos de Jesús, debemos ser
“sal para nuestro mundo”.
¡Qué enseñanza tan simple y sencilla, tomada de la vida ordinaria, pero tan
maravillosa y comprometedora la que nos entrega Jesús!
Jesús nos pide y nos manda que seamos la sal que todos necesitamos: la sal que
necesitamos para que nuestra vida sea sabrosa, la sal que purifica y sana las
heridas, la sal que da sabor al pan y a los alimentos que comemos, la sal que limpia
el cuerpo y el alma, la sal cuyos “elementos químicos son la caridad y la justicia”, la
sal que nos ofrece el mismo Jesús al regalarnos su Pan y su Palabra, la sal que no
puede quedarse en el salero que muchas veces somos nosotros.
La sal siempre fue muy valorada. De ahí viene el nombre de “salario”. Cuando
alguien no quería trabajar se le negaba la “sal”, “el salario”. Cuando se quería
castigar a alguna persona se le negaba “el pan y la sal”.
La sal resultaba ser un buen regalo ara preparar los grandes banquetes. Incluso a
Dios, como nos relata el libro del Levítico, en el capítulo 2, versículo 13, había que
ofrecerle la sal, como si a Él agradara y le gustaban las cosas con sal. “Sazonarás
con sal toda la oblación que ofrezcas; en ninguna de tus oblaciones no permitirás
que falte la sal de la Alianza con tu Dios; en todas las ofrendas debe estar la sal”.
Hoy, para saborear la vida que se nos ofrece y que ofrecemos, para que nuestro
mundo “huela menos a podrido”, se necesita montañas de sal. ¿No es cierto? por
eso Jesús nos dice que no basta con quejarse, con criticar, ni siquiera con orar.
Jesús nos dice: “Sed sal y entrégala a tus hermanos”
Jesús nos pide que contra la corrupción de la sociedad, entreguemos la sal de is
justicia y el amor; contra la mentira de los poderosos, entreguemos la sal de la
verdad que brota del corazón: contra la suciedad de los negocios, entreguemos la
sal de la caridad divina; contra los escandalosos abusos de los poderosos que
marginan a los más pobres, entreguemos la sal de la solidaridad cristiana; contra el
egoísmo Personal o grupal, entreguemos la sal de la generosidad, contra los que
buscan el poder a costa de quien sea y como sea, entreguemos con generosidad la
sal del servicio desinteresado; contra
todos los que buscan tener y gozar, entreguemos la sal de los valores evangélicos;
contra los que pregonan en odio, la violencia y la muerte, seamos portadores de la
verdadera sal que transforma el odio en amor, la violencia en paz, la muerte en
vida.
Contra la sal del placer, del gozo, de la sexualidad deshumanizante que nos
presenta el mundo, entreguemos la sal de nuestra dignidad, templos de Dios.
Contra la crueldad de los abortos, entreguemos la sal de la maternidad,
prolongación de la paternidad maternal de Dios. Contra las infidelidades, muchas
veces oscuras y calladas de los novios y los esposos, entreguemos la sal del amor
más profundo y fiel hasta la muerte. Contra el miedo al final de nuestras vidas,
entreguemos la sal de las Promesas del Señor.
Resumen
Contra la sed del odio, entreguemos la sal del amor. Contra la sal de los que nos
ofenden, ofrezcamos la sal de nuestro perdón. Contra la sal de la violencia, seamos
sal de pacificación. Contra la sal de la explotación y marginación de los más pobres,
enriquécenos a todos los hombres con la sal de la verdadera justicia. Contra la sal
que produce muerte, seamos sal que entrega vida. Contra la sal de la
deshumanización, seamos, ofrezcamos y entreguemos la sal de Dios.
COMPROMISO
Seamos todos sal: amor, perdón, paz, justicia, vida, sal de Dios.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)