V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- Is. 58, 7-10: Entonces nacerá tu luz como la aurora.
El profeta ha señalado el pecado del pueblo y ha anunciado la salvación a quienes
buscan amparo en Dios (cfr. Is. 56, 9-57,21). En medio de este pueblo pecador se
encuentran el Resto de Israel, los siervos del Señor, los que dan testimonio de la
vigencia de la alianza, haciendo lo que le agrada al Señor con ello indican el camino
hacia el monte Sión. Camino que debe hacerse evitando la idolatría y la injusticia,
practicando la misericordia a la luz de Yahvé. El Señor le exige al profeta que así
como proclama la palabra, también denuncie la rebeldía y pecado del pueblo (cfr.
Is.58, 1-2). Censuran a Yahvé quienes ayunan, porque no escucha, ni ve sus
prácticas penitenciales. El Señor ignora dichas prácticas porque persiguen sus
intereses, mientras oprimen a sus obreros y ganan dividendos injustos. Yahvé
prohíbe este tipo de ayuno y otras manifestaciones penitenciales, como vestirse de
saco, echarse ceniza sobre sus cabezas (cfr. Is.58,3-4; Mal.3,14; Am.5,21-23;
Mt.6,16). Censurado el ayuno inútil, el profeta describe el ayuno agradable a Dios
que mediante preguntas traza las características que consiste en: partir al
hambriento su pan, a los pobres sin hogar recibir en su casa, vestir al desnudo,
ayudar al prójimo (cfr. Is.3,5; 10,2: Am.4,1;8,4: Sal.9,19; Pr.30,14). Este ayuno
querido por Yahvé constituye la exigencia social y núcleo del mensaje profético (cfr.
Is.1, 16-17; 33,15; Jr.34, 8-9; Am.5, 14.21-23; Mi.6,6). Conocido el querer divino
con el objetivo que el pueblo retorne a la alianza que rompió con su rebeldía,
puesto que es la alianza el único pacto que hará que el pueblo pueda sentirse
nuevamente el pueblo de Yahvé (cfr. Is.58,6-7; Lev.26,3.12). Exigencias que
recogerá Mateo, como condición para alcanzar la salvación o condenación (cfr.
Mt.25, 31-40). Finalmente, describe las gracias divinas sobre el pueblo que cumple
los preceptos divinos (vv. 8-10). La luz irradiará sobre Israel y su herida quedará
sana. El pueblo reflejará la gloria, es decir, la luz y justicia divina, convirtiéndose en
testimonio de la salvación de Yahvé. La herida hecha por Yahvé, debido a la
idolatría quedará sana porque restablecido el cumplimiento de la alianza, la nación
refleja la presencia divina que lo guía como luz que resplandece en su día .
b.- 1Cor. 2, 1-5: Os he anunciado a Cristo Crucificado.
El apóstol no pone su confianza en la sabiduría humana, sino en la fuerza de su
mensaje, concretamente en Jesús Crucificado. La elocuencia y la sabiduría humana,
contradice la verdad desnuda de la cruz de Cristo. Pablo les predicó de Jesús
Crucificado sin triunfalismos (vv.1-2). Manifiesta su pobreza humana, precisamente
donde se manifiesta el poder de Dios. Con lo que se hace esencial el conocimiento
de Jesucristo Crucificado. El trato con el Señor Jesús, es el fundamento de la
verdadera predicación. Lo que convierte la fe, como la única fuerza que poseemos:
fe vivida y transmitida. La fe es la trasmisión de una vivencia personal y
comunitaria lo que crea la suficiente libertad, seguridad, para testimoniar en las
situaciones adversas, sin perder la esperanza. El mejor servicio que les prestó Pablo
a los corintios, presentándose no con la palabra de un hombre culto, evitando
equívocos, sino con la fuerza de Dios que encontraba en la predicación (vv.3-4).
Pablo no quiso discípulos persuadidos por la elocuencia humana, sino llevar a los
hombres a la luz de Cristo. El apóstol sólo cuenta con la sabiduría de la Cruz y la
demostración del Espíritu y su poder, fuente de toda conversión a Jesucristo (v.5).
La fe entra en la vida de los hombres por la fuerza de Dios y la sabia adhesión del
hombre, no tanto al discurso como al Espíritu que lo lleva a Cristo.
c.- Mt. 5, 13-16: Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo.
El evangelio define la misión del apóstol: ser sal (v.13), y luz del mundo (vv.14-
16). Es la imagen del hombre nuevo de las Bienaventuranzas. La sal del cristiano
debe consistir en que ya sumergido en las realidades temporales le debe ayudar a
descubrir el sentido de la vida desde la fe, para que no piense ni obre con criterios
del mundo. Si la sal fue utilizada para evitar la corrupción de los alimentos en la
antigüedad, hoy debe ayudar a preservar al cristiano y a la sociedad de la
corrupción del pecado y la injusticia; hacer de la comunidad humana un espacio de
convivencia pacífica y justa, donde los derechos humanos sean respetados, donde
el matrimonio y la familia sean el lugar normal de crecimiento de las nuevas
generaciones, porque sin Dios la sociedad se convierte en un espacio de muerte, y
al hombre lo corrompe la maldad de creerse señor del bien y del mal. La
humanidad necesita de la sal de los cristianos, espera que la vigoricen, sazonar la
sociedad, esa es la vocación de los cristianos. Si llevan el espíritu de las
Bienaventuranzas se convierten en una fuerza para la desalentada humanidad. Esta
existencia cristiana que vive del reino de Dios y confía en él, se convierte en el
vigor interno de cada hombre y del ambiente en que vive. La sal, además, tiene
otro significado importante que se refiere a la sabiduría, el cristiano posee la
verdadera sabiduría que encierra la plenitud de lo humano y divino, que le viene del
Evangelio, la palabra de Dios. Pero Jesús también nos advierte: “Pero si la sal se
hace insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada, sino para
tirarla afuera y que la pisoteen los hombres” (v.13). Así pues las fuerzas que sirven
a Dios, la vocación, pueden debilitarse, lo mismo la confianza en Dios. Si se
derrumba el discípulo, también la entrega a los demás. Necesitamos esta sal de la
fe, ninguna otra la suple, la necesita la sociedad; en cambio, la sal insípida se
arroja (cfr. Mt. 22, 12; 25,30). Es una vocación excelsa la del cristiano, ser sal,
pero si no se cuida puede malograrse, escurrirse y caer en la indiferencia, incluso
contar con el castigo de ser echado fuera por insípido. Si Israel, y ahora la Iglesia,
son depositarias de la palabra de Dios, la metáfora de la sal, nos viene a decir, que
esta palabra no debe perder su sabor, su poder de convocar al pueblo a la fe. En un
segundo momento, tenemos la metáfora de la luz (vv.14-16), si bien antes se
había relacionado con Israel (cfr. Is. 49,6), ahora son los discípulos de Jesús, los
llamados a ser luz del mundo (cfr. Flp. 2,5; Ef. 5, 8. 13). El cristiano será luz del
mundo, en la medida en que esté unido a Jesucristo, que es la verdadera luz del
mundo (cfr. Jn. 8,12; 9,5; 12,46). Esta metáfora de la luz también hace referencia
a la palabra de Dios, porque esta palabra es una manifestación de su presencia en
medio de los hombres; no olvidemos que Jesús, luz del mundo, es portador del
evangelio de la gracia. Su palabra es luz y verdad. La referencia a la ciudad
edificada sobre el monte, alude a Jerusalén, lugar de peregrinación de todos los
pueblos de la tierra (v.15; cfr. Is.2, 3; Sal.121,3). Jesús lo aplica a los discípulos,
porque ahora son el nuevo Israel, luz que no se apaga y se ve desde lejos, es decir,
su brillo ilumina a todos. Ser la sal y la luz del mundo, se reduce a dar testimonio
del amor infinito que Dios ha depositado en el corazón del cristiano, le que le da
sentido auténtico a su vida. Las obras de la fe son la luz que traspasa la vida del
cristiano, son la verdad de fe hecha realidad, vivida. Son luz que fluye de la fe sin
mérito propio, las obras no son motivo de alabanza personal, sino para que Dios
sea ensalzado. La luz del cristiano, remite al Padre de las luces (cfr. Samt.1, 17).
Esta vocación del cristiano hace cercano y manifiesto a Dios con toda la vida,
iluminada por el amor y las obras nacidas de la verdad.
Teresa de Jesús, muchas veces sintió la presencia amorosa de Jesús en su vida.
Bastó una vez para decirle su Sí definitivo; las otras veces fue para realizar obras
que demostraran su amor, por tan gran Señor. “No nos deja de llamar para que nos
acerquemos a él” (2M 1,2).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD