V Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Lecturas bíblicas
a.- 1Re.11, 29-32; 12,19: Se independizó Israel de la casa de David.
b.- Mc. 7, 31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
En el evangelio, Jesús sana a un tartamudo sordo, luego se dirá, que hablaba
correctamente (v. 35). Este enfermo, representa todo el proceso de conversión que
hace el pagano hasta la confesión de fe comprometida. El evangelista, quiere
resaltar la misericordia de Jesús para con los paganos, en territorio netamente
gentil. Le presentan este enfermo, para que le imponga las manos sobre él (v.34).
Separado de los suyos, y de la multitud, para evitar la curiosidad, que no tiene fe
en ÉL, excepto los que lo presentan al enfermo, poseen una fe inicial y confianza
grande, en que Jesús puede hacer algo por él. Jesús le introduce los dedos en los
oídos y toca su lengua con su propia saliva, y luego de gemir dice: “Effetá, que
quiere decir: ábrete” (v. 34). Ese gemido de dolor que sale del alma de Jesús,
quiere significar, la molestia que siente porque los hombres sufran ese tipo de
males o enfermedades. (v.34; cfr. Mc.1, 41). La saliva representaba en esa cultura
la concentración del aliento, es decir, la vida de la persona. Llega al enfermo, lo
más íntimo de Jesús, su sacratísima Humanidad, Jesús comparte su vida con el
necesitado. El gesto de levantar los ojos al cielo y gemir, significa unión con la
divinidad, comunión con su Padre. Pero además significa, el dolor por la situación
del hombre caído, enfermo. Manifiesta el Padre, en las obras de Jesucristo, su
ternura de Abbá con el sufrimiento humano. Amor que redime, purifica y une con
Dios definitivamente. El “Effetá” pronunciado por Cristo Jesús, encierra la fuerza
sanadora de Dios; el Reino está actuando en la vida de los que creen (cfr. Mc.
4,10). Abiertos los oídos y soltada la lengua de sus ataduras, el enfermo hablaba
correctamente. Jesús, impone el secreto mesiánico; porque más allá de su
resultado material, lo que interesa a Jesús es destacar, la apertura de los gentiles a
la fe en Dios: oír la palabra y pronunciarla. Es de tal magnitud el prodigio que Jesús
realiza, que es imposible no pregonarlo, su fama crecía a su pesar, porque sabía
que lo consideran un taumaturgo, pero no como ÉL hubiera querido: enviado del
Padre, inaugurador del Reino de Dios, pregonero del evangelio de la gracia. El
pueblo exclama: “Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordo y hablar a los mudos”
(v. 37). Palabras que evocan las grandes hazañas de Yahvé, ahora revividas por su
Hijo muy amado, son los tiempos mesiánicos y del cumplimiento de las antiguas
profecías (Gn. 1,31; Is. 35, 5-6). El evangelio ha llegado a los gentiles, acción
creadora de Dios y su bondad; las que salvan son las palabras y obras de Jesús.
Digámosle al Señor de la vida, que repita en nosotros su “effetá”, para que abiertos
oídos y lengua, podamos escuchar, y proclamar sus misericordias las hechas en
nosotros día a día.
S. Teresa de Jesús, enseña que la voz del Maestro, el alma la escucha desde los
primeros grados de oración; luminosa palabra para el camino hasta llegar a la
fuente de la contemplación. “Deshaciéndome estoy, hermanas, por daros a
entender esta operación de amor y no sé cómo porque parece cosa contraria dar a
entender el Amado claramente que está con el alma y parecer que la llama con una
señal tan cierta que no se puede dudar y un silbo tan penetrativo para entenderle el
alma que no le puede dejar de oír;... ¡Oh mi poderoso Dios, qué grandes son
vuestros secretos, y qué diferentes las cosas del espíritu a cuanto por acá se puede
ver ni entender, pues con ninguna cosa se puede declarar ésta, tan pequeña para
las muy grandes que obráis con las almas!” (6M 2,3).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD