Domingo 09 de Febrero de 2014
5º domingo de tiempo ordinario
Santoral: Miguel Febres Cordero, Rebeca
Isaías 58,7-10 Romperá tu luz como la aurora
Salmo responsorial: 111 El justo brilla en las tinieblas como una luz.
1 Corintios 2,1-5 Os anuncié el misterio de Cristo crucificado
Mateo 5,13-16 Vosotros sois la luz del mundo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero
si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y
que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una
ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para
meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos
los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas
obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo."
Pensemos…
Tenemos que ser fermento: Luz y sal
Es deber de todos y cada uno de los bautizados colaborar activamente en la
transmisión a los hombres de todos los tiempos de la palabra predicada por Jesús.
Hay que informar lo que la Iglesia hace para que vivifique a otros y ellos
puedan incorporarse. Con palabras de Tertuliano: "lo que es el alma para el cuerpo,
eso son los cristianos en el mundo" Hoy el cristianismo sigue siendo la mayor
fuerza espiritual de la humanidad. Sólo la gracia de Dios puede explicar esto. Pero
la gracia ha actuado a través de hombres que se sabían investidos de una misión y
la cumplieron.
Más que una tarea de ser luz y sal, Jesús la presentó a sus discípulos como
un mandato imperativo.
La Tarea es para todos. Cuando se habla de la misión de la Iglesia, se corre
el riesgo de pensar que es algo que corresponde a quienes hablan desde el altar.
Pero la misión que Cristo encomienda a sus discípulos ha de ser llevada a
cumplimiento por todos los que constituyen la Iglesia. "La vocación cristiana,
precisa el Concilio Vaticano II, es, por su misma naturaleza, vocación al
apostolado…Todo cristiano es asimilado a Cristo por el Bautismo y participa de su
misión redentora; es deber de todos y cada uno de los bautizados colaborar
activamente en la transmisión a los hombres de todos los tiempos de la palabra
predicada por Jesús.
Entonces…
La hora de los Laicos:
En la Constitución Lumen gentium se lee de los laicos: "son llamados por
Dios para contribuir desde dentro, a modo de fermento, a la santificación del
mundo, mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu
evangélico, y así manifiestan a Cristo ante los demás, principalmente con el
testimonio de su vida y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad"
Y más adelante: "Los laicos están particularmente llamados a hacer
presente y operante la Iglesia en los lugares y condiciones donde no puede ser sal
de la tierra si no es a través de ellos".
En un barrio, el templo será siempre un punto de referencia indispensable:
pero el único modo de llegar a los que no lo frecuentan será a través de otras
familias.
Con el ejemplo y la palabra
En un mundo cada vez más materializado, la labor del cristiano se asemeja a
la que hubieron de realizar los primeros discípulos de Cristo. Como ellos, tendrá
que transmitir la Buena Nueva con su ejemplo y con su palabra.
Hay que actuar de acuerdo con su fe, ser coherente con la doctrina que
profesa. "Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada
sobre un monte, ni se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que hay en la casa. Brille así
vuestra luz ante los hombres, de manera que, viendo vuestras buenas obras,
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 14-16)
Sin embargo, no basta con el ejemplo. "Este apostolado no consiste sólo en
el testimonio de vida. El verdadero apóstol busca ocasiones para anunciar a Cristo
con su palabra, ya a los no creyentes, para llevarlos a la fe; ya a los fieles, para
instruirlos, confirmarlos y estimularlos a un mayor fervor de vida"(17)
Y el Cardenal Luciani, luego, Juan Pablo I, escribía: "El primer libro de
religión que los hijos leen son sus padres. Es bueno que un padre le diga a su hijo:
"Ahora hay en la iglesia un confesor; ¿no crees que podrías aprovechar la
oportunidad?". Pero es mucho mejor si le habla de este modo: "Voy a la iglesia a
confesarme, ¿quieres venir conmigo? El ejemplo ofrecido en las más diversas
facetas de la vida, de lealtad a los amigos, de laboriosidad, de sobriedad y
templanza, de alegría ante las contrariedades, de preocupación por los demás, de
generosidad..., quedará grabado de forma indeleble en las almas de los hijos.
Padre Marcelo
@padrerivas