Ciclo A: VI Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas
Las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12a) son como el Pórtico de Entrada al
Sermón de la Montaña, en el que Jesús nos dio la Ley de la Nueva Alianza,
muy superior a la que nos diera Moisés con las Tablas de la Ley (los diez
mandamientos). Justamente es lo que nos dice el evangelio de hoy (Mt
5,17-37), al mismo tiempo que nos presenta cuatro botones de muestra.
(Los evangelios de los domingos siguientes nos presentarán otros). Junto
con dar al Padre la satisfacción debida, con redimirnos y darnos ejemplo de
vida, el Señor Jesús vino a este mundo para corregir las desviaciones
introducidas en la Ley de Dios (ver estos tres casos: Mt 19, 8+; Mc 2,17; 7,
11+).
Con el máximo respeto a la Ley y los Profetas, que constituyen toda la Ley
(Revelación) del Antiguo Testamento, Jesús dice que no ha venido a abolirla,
sino a darle cumplimiento. Es decir, a enriquecerla y llevarla a la perfección,
revelando los múltiples matices que encierra y que también hay que cumplir.
Ciertamente no hay que matar, pero tampoco hay que molestarse con el
hermano. No hay que cometer adulterio, pero ni con la mirada… No basta
con conseguir acta de divorcio, pues el divorciad@ comete adulterio si está
con otr@. No hay que jurar en falso, sino simplemente decir SI o NO.
Lo susodicho es importante, pero es importante también, y mucho, lo que
Jesús añade en cada uno de los cuatro casos. Por ejemplo, las dos breves
parábolas con las que remarca positivamente lo que va implícito en el 5º
mandamiento: no matar. No basta con no matar y no insultar y no enojarse
con el prójimo. Hay que hacer ver y practicar la primacía de la caridad. En
primer lugar la reconciliación con el prójimo como condición ineludible -sine
qua non-, de que Dios nos perdone. Si tu hermano está enojado contigo,
aunque supuestamente tú no le hayas dado motivos, déjalo todo y vete a
reconcíliate con tu hermano… Haz esto cuanto antes, enseña la segunda
parábola, pues la caridad cristiana no admite dilaciones. Todo esto es hilar
muy fino y es indispensable cuando se quiere vivir la perfección cristiana.
Pero en el Sermón de la Montaña, que estamos viendo, hay algo mucho más
importante todavía. Mucho más importante que las cosas que se nos
proponen, con ser sublimes y casi ideales, y mucho más importante aún que
cumplirlas escrupulosamente. Lo máximo es adherir y seguir a Jesucristo,
que es quien nos las propone. En el yo les digo, de Jesús, que repite varias
veces, mucho más que lo que nos dice vale Quién lo dice: la Palabra de Dios,
consustancial al Padre (Heb 1, 1-3). Él es la Nueva Ley, la Norma de todo, la
Regla de vida a seguir, especialmente por los cristianos, que por el bautismo
han sido injertados en Jesucristo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)