Ciclo A: VI Domingo del Tiempo Ordinario
Mario Yépez, C.M.
La justicia mayor
El presente pasaje del libro del Eclesiástico nos presenta una reflexión
acerca de la libertad humana desde una perspectiva más abierta que la
rabínica y esto debido sin duda a la peculiar manera en que el autor
presenta su obra. De esta forma, el libre albedrío es presentado por Dios al
hombre quien tiene que ser consciente de que sus decisiones conllevan
consecuencias para el bien o para el mal. El presente fragmento señala
claramente la opci￳n que tiene el ser humano para orientar su vida (“si
quieres”) y está en él la posibilidad de aceptar la vida o la muerte. Pero
también el autor induce a reconocer que la elección por el bien hace del
hombre realmente pleno y más aún porque la bondad viene de Dios. Es
evidente que el autor es heredero del pensamiento hebreo donde nada
ocurre sino es por la voluntad de Dios, pero favorece el cuestionamiento
acerca de la validez del libre albedrío como don de Dios y la opción de la
libertad como la elección siempre por el bien. De allí que fundamente que
jamás Dios podría obligar a alguien a obrar mal ni conceder que el ser
humano se relaje y peque.
Continuamos leyendo y reflexionando la primera carta a los corintios y
específicamente dentro del problema de las divisiones que se habían
suscitado en la comunidad. Pablo había ya introducido el tema de su
predicación y había señalado que no es el arte de persuadir lo que realmente
convence al cristiano sino el encuentro con Cristo y éste crucificado. Pablo
reconoce el concepto que se maneja en el mundo heleno acerca de la
sabiduría, pero además presenta cómo formaba parte de la vida social de las
grandes ciudades la retórica y el arte de hablar en público. En medio de esta
realidad circundante, Pablo quiere suscitar una confrontación acerca de lo
que él entiende por sabiduría desde la perspectiva de la fe en Cristo. Pablo
distingue la sabiduría de los “íntegros”, que no son un grupo cerrado sino es
la propia comunidad de cristianos, de los que pululan por las plazas y
gobiernan las naciones. Es una sabiduría escondida que ahora ha salido a la
luz, a partir del acontecimiento de la crucifixión del Señor de la gloria. ¿Es
esto admisible? Pues este misterio ha sido revelado por quienes lo aman, por
quienes lo han aceptado por el Espíritu; porque en definitiva se han abierto
al Espíritu, quien es el que los lleva a la plenitud de la revelación de este
gran misterio de fe. Y por tanto, quienes han comprendido esto no pueden
favorecer las divisiones en la comunidad ya que Pablo les ha podido predicar
pero él no ha muerto por ellos.
Seguimos la lectura del discurso de la montaña de Jesús a la multitud y a
sus discípulos que recoge el evangelio de Mateo y se nos expone cuatro de
las seis llamadas “antítesis” acerca de la Ley. El presente fragmento se
puede dividir en dos partes: la primera se atiende a la validez de la Ley y
cómo debe entenderla el cristiano, y la segunda parte especifica ciertas
interpretaciones sobre algunos mandamientos y ofrece por boca de Jesús la
auténtica interpretación. Los discípulos, cercanos a Jesús en esta enseñanza,
se encuentran comprometidos a ser signos evidentes de la presencia del
Reino en el mundo y son ellos los primeros llamados a vivir este estilo de
vida. Es plausible que la comunidad a la que se dirige el evangelista
esté conformada por una gran mayoría judía que buscaban aceptar el
mensaje cristiano sin menoscabar su tradici￳n mosaica (“No he venido a
abolir la Ley y los profetas”) y, por lo que se precisa en esta primera parte
del presente fragmento, se había suscitado cierta confusión ante corrientes
cristianas que no consideraban necesaria la Ley de Moisés (“quien infrinja
uno de estos mandamientos, aunque sea el más pequeño, y enseñe así a los
hombres, será llamado el más pequeño en el reino de los cielos. En cambio,
el que los practique y enseñe, éste será llamado el más grande en el reino
de los cielos”). La instrucci￳n de Jesús en este evangelio quiere dar a
entender que si Jesús es el Mesías, sólo él puede tener la autoridad para
llevar a plenitud (cumplimiento) la Ley de Dios. Entonces, la clave no está en
la norma como tal sino en Cristo y por esto mismo, la Ley mosaica no puede
oponerse al plan de salvación. Esto se hace más evidente en la segunda
parte de este fragmento lo que nos lleva a revisar qué entendemos como
“antítesis”. Jesús no deroga la Ley o las respectivas instrucciones que se
mencionan a continuación, sino que busca escudriñar el auténtico sentido de
la Ley que conduce a un estilo de vida muy particular y que no puede
reducirse a una sociedad cerrada sino más bien que está llamada a abrirse a
todos los hombres. El seguimiento de Cristo no puede quedar reservado para
pocos y por ello la opción de vida cristiana tiene que estar al alcance de
todos. La Ley es consecuente y se afirma como medio para regular la
convivencia en un pueblo fundamentado en lo religioso, Israel; pero la
salvación obrada por Cristo es para toda la humanidad y la voluntad de Dios
debe verse manifestada en la propia vida de quien cree en Jesús como el
Salvador del mundo. Por tanto, no le puede bastar con cumplir solamente;
no es s￳lo “no matar”, “no cometer adulterio”, “dar el divorcio”, “no
perjurarás y cumplirás al Se￱or tus mandamientos”; es ser capaz de
respetar la integridad de la persona, de ser prudente con los deseos que te
puedan llevar a ser “piedra de tropiezo”, de ser consciente del da￱o que
puedas ocasionar aferrándote a una norma, de ser consecuente con tus
decisiones. Así también, se especifica algunas actitudes que deberían
caracterizar al cristiano con los que pueda ayudar a los demás a reconocer la
verdadera grandeza del ser humano cuando deja entrar en su corazón la
salvación de Cristo. Puedes lograr dejar la hipocresía en tus actos cultuales y
reconciliarte con aquel “hermano” que tiene algo contra ti; puedes
arriesgarte a arreglar tus asuntos de buena manera con tu “oponente”
dejando de lado tu resentimiento y librándote de consecuencias nefastas
para ti; puedes ser capaz de “cortar” y “apartar” de ti lo que te puede llevar
a faltar a la fidelidad en la vida matrimonial y con ello destruir todo lo
alcanzado; puedes incluso perdonar y repensar lo que se pierde cuando se
atenta contra fidelidad; puedes finalmente asumir tu responsabilidad cuando
tengas que decidir sin poner de por medio a Dios, ni a nadie cuando solo
depende de ti hacer o dejar de hacer algo. La frase que ofrece un enlace
para ambas partes y que se convierte en el centro de esta sección es la
siguiente: “Porque os digo: si no es mayor vuestra justicia que la de los
escribas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos”. De esta forma, el
discípulo tiene que cumplir la voluntad de Dios (“justicia”) pero tiene que ser
capaz de interpretar la Ley desde la clave del Reino y que te compromete a
vivir más allá de una estricta visión particularista y reductiva como la
propugnaban los escribas y fariseos.
Sin duda la ley es un vehículo para regular la convivencia de los hombres,
pero tales leyes pueden ser interpretadas desde diversos ángulos y
perspectivas según convenga al interesado. Dios ha dado la capacidad al ser
humano para que pueda construir un mundo donde todos puedan alcanzar
su propia realización. Pero tal capacidad se torna muchas veces en la
principal enemiga para lograr el objetivo deseado. La historia de la
humanidad habla vivamente de esta crisis y todos los pueblos han buscado
los medios necesarios para controlar esta situación peligrosa canalizando a
través de las leyes un orden requerido. Israel no fue la excepción aunque su
motivación se sustentó en el orden religioso. Aun así, comprende que nada
escapa de Dios, pero poco a poco empieza a tomar consciencia del libre
albedrío que puede conducirlo a optar por la vida o por la muerte, por el bien
o por el mal. De esta forma, la Ley en Israel fue asumida como punto de
referencia para delimitar quién cumple o no la voluntad de Dios. El problema
se hace patente cuando la interpretación de los mandamientos tienen como
motivación cerrar el círculo de los elegidos y preocuparse de responder sólo
a Dios sin importar las posibles repercusiones con los demás. Jesús ofrece la
auténtica interpretación y es él quien se convierte en el punto de referencia
para discernir acerca de la voluntad de Dios. De allí que no deba ni siquiera
buscarme enemigos para lo cual el trato respetuoso es crucial y más aún
entre “hermanos”, pues toda ofensa puede provocar una crisis que nos lleve
hasta la posibilidad de quitar la vida. Este estilo de vida exige aún más, ya
que si tuvieras enemigos es preciso zanjar los problemas tomando la
iniciativa y no esperando lo que debería hacer tu antagonista. Y así
podríamos hablar del caso del adulterio y de la posibilidad de la separación
de la pareja y sobre los juramentos. Jesús va a la raíz del problema, cree
necesario atender los pilares de las relaciones humanas y ofrecer la “justicia”
que el cristiano está llamado a demostrar con lo cual incluso no parecería
necesaria la Ley. Pero la Ley está por algo, y tiene su función, pero sí el
cristiano reconoce cuál es su motivación para vivir y actuar basta con el
referente, Cristo, y entonces siempre será cumplida la Ley y mucho más allá
de lo que manda el propio enunciado. Esta es la sabiduría que no es
entendida por hombres sino por los “íntegros”, los que han conocido y
aceptado a Cristo crucificado, los que han valorado desde esta entrega que
están llamados no a ser un grupo elitista sino una comunidad que ayude a la
humanidad a encontrar a su Redentor.
Una vez más la Palabra nos confronta con la vocación del cristiano y su
misión en relación al mundo. No estamos llamados a juzgar y condenar por
la ley sino a favorecer que todos puedan cumplir la voluntad de Dios y para
ello es preciso instruir el corazón (desde la mentalidad hebrea), la sede de
las decisiones más importantes. Si nos dejamos guiar por el Espíritu,
podremos ser capaces de alcanzar la sabiduría que viene de Dios y con ella
discernir qué es lo que realmente conviene, para el bien propio y el de los
demás. “¡Dichoso el que, guardando sus preceptos, los busca de todo
coraz￳n!”
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)