VI Domingo Ordinario/A (Mt 5, 17-37)
“Muéstrame, Se￱or, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado.
Enséñame, Señor, a cumplir tu Voluntad y a guardarla de todo coraz￳n”.
La libertad es una virtud y un valor eminentemente cristianos. Las lecturas de hoy
se centran en esta libertad auténticamente cristiana. En la primera lectura el
Sirácida recurre a imágenes para mostrar la responsabilidad del hombre en su
obrar: “Fuego y agua he puesto ante ti, alarga la mano a lo que quieras. Ante el
hombre están vida y muerte; lo que él quiera se le dará”. Jesucristo en el Evangelio
enfrenta la libertad con la elección de lo más propio y peculiar del cristianismo:
“Han oído que se dijo…pero yo les digo…”. Finalmente san Pablo exhorta a los
cristianos de Corinto a elegir una sabiduría superior: divina, misteriosa, escondida,
que Dios nos ha revelado por medio de su Espíritu (segunda lectura).
Jesucristo en el Evangelio de hoy nos recuerda algunos de los mandamientos
(quinto, sexto y octavo): “No matarás”, “No cometerás adulterio”, “No jurarás en
falso”. La libertad humana encuentra en estas formulaciones una indicaci￳n del mal
que ha de evitar, e implícitamente del bien que debe hacer: respetar la vida, ser fiel
a la propia esposa, decir la verdad. Son principios válidos para todo hombre, sea o
no cristiano, sobre todo en su formulación negativa.
Pero Jesucristo propone a la libertad del cristiano ir más allá, llevar el ejercicio de la
libertad a una mayor perfección. Jesucristo concretiza algo más los mandamientos
del Decálogo. Para un cristiano, elegir el enojo, el insulto, la descalificación personal
es una mala elección, que va contra el quinto mandamiento, ataca el amor sincero
al prójimo que es la esencia del mismo. En cuanto al sexto, el simple deseo
concupiscente es ya adulterio del corazón, es un mal uso de la libertad, porque el
corazón no es puro. Finalmente, Jesucristo nos dice a los cristianos que es mejor la
verdad y la sinceridad que recurrir al juramento como única y verdadera garantía
de honestidad. El cristiano auténticamente libre, amante de la verdad y del bien, no
tiene necesidad de jurar.
Esta libertad cristiana, que busca siempre lo mejor, no es una sabiduría de este
mundo, sino una sabiduría que viene de Dios y que Dios nos ha revelado por medio
de su Espíritu, porque donde está el Espíritu ahí está la verdadera libertad. Esta
sabiduría de la libertad ni la conocen ni la entienden los no cristianos, o los
cristianos de museo, o los mediocres y renegados; por eso, a veces la atacarán
como irracional y otras veces la admirarán como heroica. En todo caso, incluso para
los cristianos que la experimentamos y tratamos de aplicarla en la vida, no deja de
ser misteriosa, escondida. Es la libertad de los hijos de Dios que no “necesitan” de
otras leyes, para comportarse bien como hombres y como cristianos, que la ley del
Espíritu.
La libertad cristiana en una sociedad pluralista requiere de gran discernimiento. Los
fieles cristianos viven en el pluralismo religioso, político, cultural. Un pluralismo que
afecta al mismo modo de ver el bien y el mal y, consiguientemente, a opciones
diversas en campos importantes de la vida humana o de la sociedad. Para un
cristiano el aborto voluntario es siempre un mal, pero en la sociedad pluralista hay
quienes en algunos casos lo consideran un bien. Para un cristiano la prostitución va
contra la dignidad de la mujer, pero hay quienes la consideran como una
“profesi￳n” tan buena y legítima como cualquier otra…Este pluralismo no ha de
debilitar nuestras convicciones, más bien las afianzará y nos llevará a dar razón de
nuestra fe y de nuestra postura. Pero tampoco nos ha de llevar al fanatismo y a la
intransigencia con quienes no comparten nuestra fe y nuestra moral. El respeto a
las diferencias y el diálogo constructivo, y más que nada el testimonio de
coherencia cristiana, debe ser el camino preferido por nuestra libertad.
El Espíritu de libertad. El cristiano, cada cristiano, en el buen ejercicio de su
libertad, actúa bajo la acción del Espíritu. El discernimiento por obra del Espíritu y
la docilidad a este mismo Espíritu permiten al cristiano el uso más pleno de su
libertad, el paso de lo bueno a lo mejor, de lo no exigido por la sociedad o por el
ambiente en que se vive a lo exigido por la conciencia, de la simple ayuda a los
demás a la generosidad sin medida. Entre más dócil sea cada cristiano a la acción
del Espíritu Santo en su conciencia, más libre será en sus opciones fundamentales y
en las decisiones “débiles”, peque￱as de todos los días.
Los mandamientos del Señor son posibles y queridos por Dios, no dejemos de orar
como lo hicimos en el Salmo: “Muéstrame, Se￱or, el camino de tus leyes y yo lo
seguiré con cuidado. Enséñame, Señor, a cumplir tu Voluntad y a guardarla de
todo coraz￳n” .
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)