Miércoles 19 de Febrero de 2014
Santoral: Álvaro, Conrado
Santiago 1,19-27 Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a
escucharla
Salmo responsorial: 14¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor?
Marcos 8,22-26 El ciego estaba curado y veía todo con claridad
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego,
pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó
saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a
distinguir y dijo: Veo hombres; me parecen árboles, pero andan." Le puso otra vez
las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía con toda claridad.
Jesús lo mandó a casa, diciéndole: No entres siquiera en la aldea.
Pensemos…
Que hay mucha gente ciega o que se hace la ciega. Pero en definitiva son
tantos los ciegos que el mundo anda al revés con aquello que donde todos son
ciegos el tuerto es rey. Ese ceguera no solamente la cura Dios, sino que tiene que
contar con nosotros. Sin nuestra participación sería imposible curarla.
Entonces…
Siempre hemos vivido a costillas de los milagros de Dios y le buscamos con
el interés de encontrar ese milagro. Tarda y es Dios que no me oye. No llega y es
Dios que me castiga.
En este evangelio aparece una bella lección de Jesús pedagogo. El maestro
que hace despertar en ese ciego el deseo de curarse. El que quiere besar busca la
boca.
Con esto significo que Dios necesita de nosotros para que
entendamos que tenemos que salir, en primer lugar de esa oscuridad. Querer es
poder. Y al quererlo (fe) estoy llamando a Dios y es cuando el Señor comienza su
obra milagrosa y sanadora. Y en segundo lugar, nos necesita para que le dejemos
actuar y así pueda con amor sanador curarnos.
El Señor quiere siempre hablar contigo. Déjalo y escúchalo pues algo bueno
te trae y debes recibirlo para que su luz gozosa te alumbre siempre.
Padre Marcelo
@padrerivas