VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
BUCEANDO POR EL NUCLEO DEL SER HUMANO
Padre Pedrojosé Ynaraja
El fragmento evangélico que se proclama en la misa del presente domingo,
continúa en el mismo tono que tenía el de la semana pasada. Jesús sabía que los
fariseos, los intelectuales religiosos de aquel tiempo, tenían clasificados y detallados
exactamente todos los los pecados y delitos y que no por ello eran mejores las
personas. Posteriormente al Señor, Maimónides, el gran rabí, los detalló
minuciosamente y nos han llegado por escrito, son, ni más, ni menos que 613. Si
os interesa conocerlos, mis queridos jóvenes lectores, lo podréis conseguir por
Internet, yo de allí los saqué. Seguramente que el Maestro algo de esto sabía, lo
había aprendido primero en la sinagoga de Nazaret, después, ampliando estudios,
en Séphoris y, probablemente, se reiría de esta larga colección de infracciones,
cuando, en oración matutina y solitaria, se unía y reflexionaba con el Padre. O tal
vez se lamentaba, vete a saber. Porque el Padre Dios no podía llorar, el Hijo Dios,
mientras estuvo encerrado en el espacio-tiempo, sí. ¡qué misterio encierra la
plegaria del Maestro! Y ahora se me ocurre pensar: la nuestra ¿implica elevada
situación anímica, o es vana palabrería, cual la que tienen grabada las emisoras
para llenar huecos imprevistos?.
Fruto de su Ciencia Divina y consecuencia de estas reflexiones vividas en soledad y
teniendo muy presentes a sus queridos discípulos y a las turbas que le escuchaban,
son estas sentencias que recogen los textos del evangelio. Es preciso que
recordemos siempre que los pasajes que nos han llegado son simple, pero exactos,
apuntes resumidos, de lo mucho que enseñó el Señor y que, en consecuencia,
debemos siempre deliberar, para que nos iluminen en nuestro quehacer diario y
saquemos muchas consecuencias para nuestra vida diaria.
La sentencia del “ojo por ojo, diente por diente” nos puede horrorizar. Hay que
tener en cuenta que el lenguaje semítico se expresa así. Me refiero a los términos
utilizados. El pronunciamiento en sí, venía de antiguo y, por extraño que nos pueda
parecer, es una primera regulación del instinto de venganza, tan enraizado en el
interior del hombre. Por lo menos enseña al obrar vengativamente, a que uno no
debe excederse, ni ensañarse. Domínate y obra con cierta mesura. La humanidad,
pese a que algunos no lo reconozcan, progresa. El sentido moral o ético, también.
Jesús quiere establecer unas normas de conducta que, más que de obligado
cumplimiento, sean luces que iluminen e indiquen el camino por el que debe
dirigirse el hombre. Te ofenden, pues, no repliques con otra ofensa. Domínate y
quédate dispuesto a nuevas injurias, sin que las quieras, pero sin que esta
posibilidad te hagan perder el tino.
Ciertamente que un tal comportamiento puede ser difícil, pero posible, en el plano
individual. Os advierto que esta aseveración del Señor, se aduce en el plano
político para desacreditar a los posibles políticos cristianos. Uno que se comporte
así, no puede ser un buen gobernante de su nación, ni un soldado de su ejército,
dicen los adversarios. No hay que olvidar que, en este campo, la humanidad
progresa. Un simple alcalde de pequeña población, antiguamente, tenía la potestad
de condenar a muerte y ejecutar a un súbdito insumiso o delincuente, de penas que
hoy merecen cortas estancias en prisión, ni siquiera perpetuas.
Si la venganza está anclada en el corazón, el egoísmo invade la totalidad del
individuo. Uno piensa que algunos se comportan como aquellos animales que se
desplazan y, de inmediato, allí donde se paran, marcan con su orín el territorio que
creen les pertenece por derecho de ocupación territorial. A la codicia, Jesús
responde enseñando la generosidad. La mejor manera de ser ricos, es
enriqueciendo a los demás. Nunca hay que limitarse a dar lo que estrictamente está
mandado. Si los tributos son contribuciones obligadas a la comunidad, el discípulo
del Maestro, debe exigirse a sí mismo mucho más. Calcular cuanto, esto no lo dice
el Señor, pero yo, el que os escribo a vosotros, mis queridos jóvenes, os
recomiendo que no lo ajustéis en función de lo que tenéis, que siempre creeréis es
poco, sino en base a lo que vais a gastar en cosas no estrictamente necesarias.
Proyectáis comprar una cámara fotográfica o una bicicleta, pues, antes de
adquirirla, contribuid a una campaña de apoyo a una ONG que trate de salvar a un
pueblo que ha sufrido una desgracia natural. Son solo ejemplos. Que cada uno se
aplique lo que le corresponde en el campo en el que su vida transcurra.
Os paran preguntando por una dirección, no les deis explicaciones, si os es posible,
decidles que os sigan, que les acompañareis y así irán seguros a su meta.
Amar y perdonar no significa olvidar. Uno puede recordar siempre una ofensa
recibida, pero obrar de tal manera, con tal bondad, que nadie, ni el mismo que os
agravió, se de cuenta de que os hizo daño.
No programéis la medida de vuestra generosidad, estad atentos a lo que se
presente y a quien se presente, sea conocido o desconocido, elegante o de mala
pinta. Dejad que sea la policía la que investigue, si es preciso. Aunque la limosna
que deis a un mendigo se la gaste en vino, al Señor le sabe a gloria y un día os lo
agradecerá