Ciclo A: VII Domingo del Tiempo Ordinario
Javier Balda, C.M.
La ley del Amor
¡Qué lejos estamos del pensamiento de Cristo!
¡Qué mal vivimos el amor que Cristo vivió!
¡Qué poco valoramos en nuestras vidas el amor que Cristo nos regaló! ¡Qué
poco nos parecemos a Cristo en su vida de amor!
En un mundo donde prima el poder, el gozar, el subir a costa de quien sea;
en una sociedad donde reina la violencia, la explotación del hombre por el
hombre y donde la “justicia” sólo es un derecho de los poderosos; en una
civilización de muerte, de odios, de venganzas, de infidelidades, de intereses
materialistas; en una nación donde el hambre, la miseria, el robo, la
mentira, la estafa y la violación de los derechos más fundamentales de la
persona humana, sólo un grito aterrador que nadie puede escuchar; en un
país donde cada día el rico es más rico y el pobre más pobre, donde el fin
político y económico, privilegio de unos pocos, lo justifica todo; en una
sociedad deshumanizada y deshumanizante; se oye el eco lejano de una voz
que nos habla y que muy pocos escuchan: “Amad a vuestros enemigos,
haced el bien a quienes os aborrecen, rezad por los que os persiguen y
calumnian”.
Es la voz de Cristo que condena el pecado y ama al pecador. Es la voz de
Cristo que se hace pobre para que seamos ricos. Es la voz que sonríe a
Pedro que lo ha negado. Es la voz de Cristo crucificado y que, desde la cruz
perdona y ama a sus verdugos. Es la voz de Cristo que nos dice: “Ámense
como Yo los he amado”. “Lo que hagas a mi hermano me lo haces a mí”.
Jesús nos pide que a odio respondamos con el amor, a la violencia con la
paz y el perdón, a la injusticia con la caridad, a la mentira con la verdad, a la
traición con la fidelidad, a la muerte con la vida.
Ama a tu esposo o esposa que te es infiel. Ama a tu hijo que es tu cruz.
Perdona y ama al que te insulta, al que te calumnia, al que te explota. Ama
a tu amigo pero ama también a tu enemigo.
Este es el mandamiento de Jesús, palabra predicada y vida vivida que Jesús
te deja a ti que te llamas cristiano. En el cumplimiento fiel de este
mandamiento de Jesús se encuentra la perfección a la que debes aspirar si
de verdad te consideras y quieres ser auténtico cristiano, seguidor y
discípulo de Cristo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)