Pautas para la homilía
VIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia
Yo no te olvidaré
En estos términos es como Dios habla por boca del profeta Isaías al pueblo elegido,
mostrando ante todo ternura, amor y gran generosidad. Para ello utiliza un
lenguaje tierno, protector, propio de un amor maternal, porque una madre nunca
abandona a sus hijos, bajo ninguna circunstancia.
El contexto que rodea la lectura de Isaías está condicionado por el destierro en
Babilonia, donde las esperanzas y los motivos de alegría desaparecen del pueblo de
Israel. Todo parece perdido y condenado a la desaparición, una vez más el pueblo
es sometido al fracaso, a la esclavitud.
Pero el Dios de la alianza permanece fiel, sigue acompañando al pueblo a pesar de
la adversidad. En el último momento Yahvé va a devolver la dignidad a su pueblo, y
por tanto nunca los abandonará a su suerte. Por ello la imagen maternal, muestra
excelsamente la gran bondad que Dios tiene a su pueblo, y en definitiva a toda la
humanidad.
No juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor
La misión de todos los cristianos va orientada a hacer posible la implantación del
Reino de Dios en este mundo, y para ello necesitamos no solo predicar la Palabra
de Dios, sino actuar de acuerdo al proyecto de Jesucristo.
La gran predicación ejercida por San Pablo en sus comunidades le llevó a
enfrentarse a diversas incomprensiones, así como una serie de juicios sobre su
persona. Sin embargo el Apóstol está convencido de que hace lo correcto a los ojos
de Dios, y de ahí que no le importe lo que digan los demás.
Esto puede llevarnos a pensar si realmente somos justos con los demás, o los
juzgamos a veces dejándonos llevar por una primera impresión personal. Pues un
hecho concreto de una persona, no la define en su totalidad. Un ser humano es
mucho más que una acción determinada en un momento preciso. De ahí que
conviene ser cautos y no lanzar juicios a la ligera, que tan solo sirve para hacer
daño y es tremendamente injusto.
San Pablo lleno del Espíritu de Cristo va dedicando su vida y su misión a extender el
Reino de Dios, en palabras y en obras. Y aunque está a veces en terreno hostil y
algo convulso, se siente coherente con lo que hace, y no le interesa lo que piensen
de él. Sabe que al final será juzgado por el mismo Dios de Jesucristo, que ante todo
es la justicia personificada.
Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia
Este texto que Jesús dedica a todos sus discípulos, de antes y de ahora, trata de
cuestionarnos si somos verdaderos portadores del Reino de Dios en nuestras vidas.
Porque el Reino del que habla Jesús no es ficticio, ni un concepto abstracto, sino
más bien es un Reino que se inicia en la tierra y consiste en sembrar amor y
justicia en nuestras vidas y en las obras que hacemos.
Vivimos dentro de un contexto histórico, social, económico, y a veces implica que
estamos más preocupados de cuestiones transitorias y superfluas, idolatrando
muchas cosas que en realidad no son tan importantes. Y es precisamente en este
aspecto en el que Jesús incide una y otra vez, si de verdad estamos centrados en el
mensaje de Dios en nuestras vidas.
Con esta advertencia Jesús no intenta condenar el mundo sin más, ni que huyamos
de lo que sucede a nuestro alrededor. Más bien es tener claro nuestras prioridades
de ser hijos e hijas de Dios, y por tanto tenemos la tarea de ser testigos de Jesús
siendo coherentes en nuestras vidas de cristianos. Y de esta manera nos pide que
seamos portadores de esperanza, que logremos establecer caminos de paz,
demostrando ante todo que somos dignos hijos suyos.
El centro de nuestra vida y misión de ser cristianos, es estar atentos a la
implantación de la justicia de Dios, que pasa por vivir de acuerdo a un estilo de vida
que intenta superar obstáculos y dificultades. Pasa por ponernos en el lugar del
otro, siendo participes de sus alegrías y sufrimientos, estar cerca de los que peor lo
pasan, de los que menos posibilidades tienen en la vida, y de este modo, seremos
auténticamente cristianos.
Dios a través de Jesús nos invita a ser
hombres y mujeres que ponen su confianza en
él, y que en nuestro camino debemos de
construir una verdadera humanidad. Todo
mensaje de Dios tiene como destinatario a
todos nosotros, para que seamos personas
autenticas y plenas, que nos sintamos
identificados con Dios y con las personas.
Porque Dios quiere que seamos su comunidad
fraterna, que sepamos compartir todo, que
alejemos la falsedad y nos encaminemos a la
alegría, a la esperanza, en definitiva a
implantar el Reino en todo lo que hacemos y
decimos.
Fr. Julio C. Carpio Gallego O.P.
Parroquia Cristo de la Victoria (Vigo)
Con permiso de: dominicos.org