VIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sabado
a.- Eclo. 51,12-20: Daré gracias al que me enseñó.
b.- Mc. 11, 27-33: ¿Con qué autoridad haces esto?
Este texto es la respuesta de las autoridades religiosas a la situación vivida en el
templo por parte de Jesús, al echar a los vendedores y volcar las mesas de los
cambistas. Además, recordemos su entrada triunfante en Jerusalén, eran motivos
como para indagar más acerca de la persona de Jesús de Nazaret. La pregunta que
le hacen tiene dos momentos: ¿con qué autoridad obraba así? y ¿quién le había
dado esa autoridad? La pregunta fue bien pensada, ya que sólo el Mesías de Dios
podía actuar de esa manera, según ellos. Si respondía afirmativamente, es decir,
afirmar que ÉL era el Mesías, corría el riesgo que le abrieran un proceso legal, por
actuar o pretender como falso Mesías. Jesús, sabe que sus interlocutores no tienen
fe, por lo mismo la respuesta la convierte en pregunta acerca del bautismo de Juan,
ellos no saben la respuesta (vv. 29-33). Marco, quiere resaltar la incredulidad de
los interlocutores de Jesús. Con ello el Señor nos enseña que siempre ha obrado en
la verdad, con sinceridad, es más, sabe que sus acciones lo pueden llevar a la
condena. Usa una artimaña, para no contestar directamente a los sacerdotes,
porque de la verdad sólo se puede hablar con aquellos que son dignos de ella, y las
autoridades habían demostrado claramente sus torcidas intenciones. Jesús fue
sincero, pero no ingenuo, frente a personas de mala fe, no hay obligación de decir
la verdad. Aquí viene muy bien el refrán: “Sed, pues, prudentes como las
serpientes, pero sencillos como las palomas” (Mt. 10, 16). Claramente las
autoridades no habían aceptado el bautismo de Juan; pensaban que venía de los
hombres, pero no lo decían, por temor a la gente, que tenía a Juan por profeta. El
los había acusado, en la parábola de la viña, de cómo había rechazado a todos los
enviados de Dios, también a Juan, pensaba Jesús. No les responde y cómo ellos
tampoco respondieron, entendiendo que rechazaban el bautismo de Juan, se siente
libre de toda responsabilidad de responder a sus preguntas. Aunque les hubiese
respondido no le creerían, porque precisamente su ministerio entre los hombres,
comenzó con el bautismo dado por Juan. Ahí fue donde el Padre, lo declara su Hijo
amado, en quien se complace; ahí está la fuente de su autoridad. Si no aceptaron a
Juan, tampoco aceptan la autoridad de Jesús, que en bautismo fue revestido de
toda fuerza y poder por Dios, en la debilidad de su carne, pero en unidad perfecta
con su Padre.
Teresa de Jesús siempre tuvo en gran estima andar en la verdad de Dios y la
propia. “Ande la verdad en vuestros corazones, como ha de andar por la
meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los prójimos” (CV
20,4).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD