Tu luz…
Ver es dejarse inundar de luz. Las tinieblas nos arropan de oscuridad. En la noche
espesa no vemos, al menos exteriormente, pues el interior puede iluminarse en la más
densa tiniebla. Pero hay luces de luces. Las hay pequeñas como la cerilla prendida en la
esquina por el monje del Zen. Hay otras que espabilan y merman la visibilidad. Hay
otras frías que te dejan gélido. Pero hay otras que queman, arden, incendian.
En el camino hay un ciego que clama por la visión. “Que vea” es su grito, su palabra, su
dolor. Algunos que dicen ver le quitan la voz y lo retan. Como si la luz y la visión
tuvieran dueños. Alguien escucha y precisa que lo traigan a su presencia. Faltaba la
relación entre la escucha y la visión. En la Biblia guardan sintonía. Escuchar y ver
expresan la dimensión honda del Espíritu.
Pero este ex-ciego ahora vidente no la tiene bien. Sus correligionarios la cargan contra
él. Pareciera que el único que ve ahora es el ciego. Los demás se han ‘enceguecido’. Se
resisten ante el acontecimiento de su visión. Incluso lo expulsan de su culto aburrido y
tenebroso. Sus familiares le dejan en desconcierto y lo abandonan a su suerte. Sólo el
re/encuentro con Jesús le devuelve la luz. Faltaba la conexión en directo con la fe.
Pero no basta ver. Hay que hacer las obras de la luz. Pablo las resume en tres: “La
bondad, la verdad y la justicia”. El orden no afecta esta realidad que a su vez, es un
enorme desafío. Esto nos aterriza. Evita la posibilidad de vivir ‘espabilados’,
desconectados de la realidad. La luz que prende el Espíritu en nuestros corazones nos
lanza en paracaídas en este mundo ensombrecido para ser testigos de la luz.
Cochabamba 30-03.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com