Ciclo A: VIII Domingo del Tiempo Ordinario
Mario Yépez, C.M.
Lo esencial para vivir
La dinámica que presenta el Segundo Isaías (Is 40-55) es la constante
manifestación de parte de Dios para que Israel vuelva a aceptarlo como su Dios
después de la terrible experiencia del exilio. Pero, Israel ha sufrido mucho, se
siente decepcionado y se resiste a pactar nuevamente con Dios. Aún a pesar de
esta situación hay un “resto” que se mantiene fiel. Por ello, resuenan
insistentemente las promesas de Dios de concederles el regreso pero a su vez
surgen las objeciones, que hacen de estas profecías un persistente drama en torno
a la confianza en Dios. Este fragmento pequeño nos ubica en una dramática
objeción presentada por Israel: “ Yahvé me ha abandonado, el Señor me ha
olvidado” . La comparación es más que conmovedora. Israel se presenta como niño
de pecho, como niño por nacer que no encuentra amor ni atención de parte de su
madre, pero de pronto se escucha una respuesta esperanzadora: “(…) también ellas
olvidarán, pero Yo no te olvidaré” . Sin duda, la fuerza del pronombre ( “Yo” )
asegura que hay una promesa que jamás Israel debe perder de vista: Dios siempre
estará a tu lado. Es verdad, Dios estuvo callado en el exilio, pero estuvo al lado de
su pueblo, y eso intenta demostrar ahora, que en el momento de la vuelta del
exilio, el momento en que las cosas cambian a favor de Israel, le pide a su pueblo
que se dé cuenta de que es su acción salvadora la que está cambiando su suerte.
Continuando con la exhortación de Pablo acerca de las divisiones en la comunidad
cristiana de Corinto, llega a un punto donde es preciso definir la real situación de
los responsables de las comunidades, y Pablo apela a que sean considerados como
servidores ” y administradores ”. Sin duda, colaboran en la construcción, como se
ha dicho, del santuario de Dios, es decir, de cada miembro de la comunidad. Por
tanto, tal responsabilidad no debe ser tomada a la ligera por lo que se les exige
fidelidad. Pero Pablo añade que no está a merced de los comentarios que puedan
hacer hacia su persona pues es consciente acerca de su condición, de tal forma que
se pone sólo en disposición de ser juzgado por Dios. Por tanto, aunque se pueda
discutir o presentar críticas y opiniones acerca de tal o cual “ colaborador ” en
definitiva es Dios mismo quien juzgará la intención con la cual han realizado su
administración de los misterio de Dios ”.
Dentro del discurso de la montaña del evangelio de Mateo, después de tratar sobre
cómo deben proceder los seguidores de Jesús con las prácticas piadosas judías, el
asunto gira en torno a la confianza en Dios en todo momento. Para tratar este tema
se lanzan diversas advertencias sobre los peligros de las riquezas cuando éstas
pasan a ocupar el lugar de Dios. Aquí está la razón fundamental de la tajante
afirmación: “Nadie puede servir a dos amos” . Aquí se ha personificado al “ dinero ” a
través de la voz aramea ( mammón ), con lo cual representa un grave peligro puesto
que se corre el riesgo de caer realmente en una idolatría. Sin duda, esto
representaba también un conflicto muy peculiar ya que los bienes y las riquezas
eran un signo de la “bendición de Dios” lo que entraba en abierto conflicto para el
judeocristiano. Si anteriormente en este mismo discurso se insistía en que sólo Dios
debe conocer la intención de lo que haces, mostrar al mundo que tenías posesiones
contradecía notoriamente con esta exhortación. Por tanto, no se puede amar a Dios
sólo porque vivo en buena situación económica; eso es conveniencia. De allí que las
palabras de Jesús insistan en la absoluta confianza en Dios y en todo momento. No
se puede negar las diversas preocupaciones que surgen para sustentarse en lo
necesario, pero no se puede perder la confianza en que Dios nos proveerá aquello
que realmente requiramos como lo hace constantemente con la naturaleza. Sin
duda, las comparaciones son más que motivadoras, puesto que el ser humano está
en otro nivel, en relación a las demás criaturas, por lo que apelar a apoyarse en los
bienes materiales y creer que eso define nuestras relaciones nos convierte en
paganos. Así, la principal preocupación del ser humano es hacer realidad el Reino
de Dios a través del cumplimiento de la voluntad de Dios (justicia) y todo lo demás
se nos concederá. Basta con las preocupaciones de cada día para seguir
aumentando nuestro malestar con las del mañana. Sin duda, una gran exhortación
acerca de lo que es esencial en la vida.
No podemos negar que vivimos un tiempo condicionado por lo económico, y
termina por asustarnos, y marchamos pendientes de lo que pueda generar nuestros
ingresos y nos desesperamos de sobremanera cuando no se nos cubre los gastos.
Pero en medio de esto tenemos que reconocer que hemos caído en la vorágine de
gastar y gastar sin evaluar si realmente lo que adquirimos es “necesario”. Estamos
siendo esclavos de lo superfluo y no somos tan conscientes de ello. Obviamente,
nuestra visión de la pobreza es tan prejuiciosa que no es dable que cambiemos de
estatus repentinamente. Pero el punto no es que se nos pida vivir como pobres sino
que valoremos realmente lo esencial para vivir y aprendamos el justo valor a los
bienes económicos. Los tiempos de bonanza y prosperidad pueden ser tan
perjudiciales como los tiempos de escasez y hambre, y esto debemos reflexionarlo
profundamente. Es preciso, creo yo, aprender a educar en la austeridad. Israel
según muchos oráculos proféticos había vivido condicionado por la protección de
Dios hasta que en un momento duro y difícil en que se le exigía confiar llegaron a
pensar que Dios los había abandonado. Pero Dios es Dios y no se deja manipular
por tales condicionamientos. Dios quiere una relación que está mucho más allá de
lo que solemos llamar “bendición” y “protección”. De allí su presentación en primera
persona ( “Yo” ) como quien está en todo momento con su pueblo. Israel debe
aprender a poner su confianza en Dios en todo momento y situación. El mensaje
del evangelio apunta como vemos a la búsqueda de lo esencial para vivir y, aunque
las preocupaciones diarias parezcan llevarnos a una confusión, se nos pide confiar y
discernir. El gran peligro del dinero no es que lo poseamos sino que se convierta en
nuestro “dios” e incluso llegamos a justificarlo como tal, con nuestras evidentes
adquisiciones superfluas, con lo cual termina por convertirse en un obstáculo para
vivir en plenitud. De allí también, que sepamos administrar adecuadamente los
bienes y esta se convierte no en una norma que debamos cumplir sino que como
cristianos estamos convencidos de que deberíamos hacerlo sin que nos lo pidan.
Pablo, es verdad, que habla de que son los “ misterios de Dios ” los que son
administrados, pero quienes lo administran, tienen una gran responsabilidad ante la
comunidad, y los bienes económicos eran parte de la vida eclesial. Pablo hace
patente la seriedad de la responsabilidad de este ministerio pues es Dios quien
juzga en definitiva. Desde aquí podemos extender dentro de una adecuada
interpretación, la exhortación en relación a una buena administración de los bienes
económicos para quienes formamos parte de la familia eclesial. No es una cosa
ajena a nuestra condición: un buen testimonio de correcta administración habla de
nuestra constante “ búsqueda del Reino de Dios y su justicia ”. No lo perdamos de
vista en ninguna de las instancias en que tengamos la oportunidad de realizarlas.
Lucharemos contra corriente (falsedad de los balances, cobros injustos,
malversación de fondos), pero debemos ser consecuentes con nuestra opción
cristiana de tener un solo Dios a quien amar. No está mal repetir como una fórmula
aprendida al enfrentarnos a tareas administrativas de cualquier ámbito, lo que nos
dice el salmo: “descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza, sólo él
es mi roca y mis salvación”.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)