Comentario al evangelio del Viernes 07 de Marzo del 2014
El novio está con nosotros
Y Cristo es el novio. Lo dice él mismo. No sólo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, el sanador, el que
resucita. ¿Podrían decir los mismo los discípulos del Bautista y los fariseos? Los primeros son
discípulos del que en el desierto “llevaba un vestido de pelo de camello y se alimentaba de
saltamontes”; los fariseos se debatían en la rutina de unas prácticas muertas. No hay comparación
posible con Jesús, el que se sentaba a los banquetes, se vestía con túnica inconsútil y se solazaba con
sus amigos de Betania.
Cristo es el novio, el nuevo, la eterna novedad. Con Jesús llega el tiempo del Reino y enmudece la ley,
todo es radicalmente nuevo, pasó lo viejo. Y siguen las imágenes: paño nuevo, y no remiendo viejo;
vino nuevo, y no odres viejos. Estamos en el Testamento Nuevo, las cosas son radicalmente nuevas, el
tiempo mesiánico ha amanecido. Con vino nuevo alegró Jesús a los novios en Caná de Galilea. A
alguno le parecería milagro para algo superfluo: bien está la multiplicación de los panes, pero del
vino...Y es que aquel vino de Caná dejaba bien a las claras que las viejas instituciones del templo y de
la ley quedaban en el pasado. El paso era radical: del agua al vino.
Si bajamos a la vida donde se actualiza esta Palabra, os propongo tres sugerencias. Sea la primera que
los seguidores de Jesús entramos en la novedad de vida que nos trae el novio Jesús. Aquí el Espíritu
lleva la delantera a tantas prácticas atrofiadas; la fe en Jesús importa más que las formas y las fórmulas.
La rutina, la mediocridad, la inercia, las tradiciones secas no pueden tener cabida. Venga la
creatividad, los sueños de futuro, que lo nuevo ha comenzado. Duc in altum.
Hablar de novios y de bodas es hablar de alegría desbordante. Dice San Agustín: “Leed todos los libros
proféticos sin ver en ellos a Cristo: no hay nada más insípido, más soso. Pero descubrid en ellos a
Cristo y eso que leéis no sólo se hace sabroso sino embriagador”. Esta alegría no es frívola
bullanguería, como el Carnaval que hemos celebrado esta semana, pero no excluye la fiesta, el
regocijo, la danza. Estamos en Cuaresma pero no llevamos “cara de Cuaresma”. Aparecen con más
frecuencia de lo necesario las imágenes de cristianos de negro, con golpes de pecho, de caras
ensombrecidas. Que la Cuaresma es sólo un prólogo, prólogo de la Pascua. Que somos testigos de
resurrección.
Y finalmente. Con el novio delante, cambia el signo del ayuno. “El ayuno que yo quiero es este: abrir
las prisiones injustas, partir el pan con el hambriento”. Ayunar voluntariamente para que nadie ayune
por necesidad. No sé si viene a cuento, pero acabo con una cita que he leído hoy: “Justificar el dolor
del prójimo es la mayor fuente de inmoralidad”.
Conrado Bueno
Conrado Bueno, cmf