Encuentros con la Palabra
Domingo I de Cuaresma – Ciclo A (Mateo 4, 1-11)
“Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto (...)”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
«Si ya has encontrado a Dios, avísame dónde está, porque yo llevo muchos años
buscándolo y no lo encuentro». La tía Lucía me dejó caer hace un tiempo esas palabras
que quedaron retumbando en mi alma como un eco sordo al fondo de un abismo...
«Avísame dónde está...». Evidentemente, la frase condicional con la que comenzó fue la
que más me inquietó: «Si ya has encontrado a Dios...». Es bien arriesgado decir que he
encontrado a Dios, pero lo que sí no me da miedo decir es que descubro pistas de su
presencia en la Palabra que ilumina la Vida y que invita a construir Comunidad . Como la
tía Lucía, muchas personas que nos rodean nos piden señales, pruebas, huellas de Dios
en su vida cotidiana. No es que no lo quieran ver; es que no lo ven por ninguna parte y de
verdad están buscando el sentido de sus vidas.
El Señor Jesús, Palabra transparente de Dios en nuestra historia, conducido por el
Espíritu, fue probado en el desierto. Lo que lo sostuvo, en medio de la tentación, fue el
apoyo que encontró en la Escritura. Tal como lo describe el Evangelio de san Mateo,
Jesús dijo ante la tentación: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
salga de los labios de Dios» (Mateo 4,4); más adelante añadió: «No pongas a prueba al
Señor tu Dios» (Mateo 4,7); y, por último, dijo; «Adora al Señor tu Dios y sírvelo sólo a él»
(Mateo 4,10). Tres referencias a la Escritura con las que Jesús supo defenderse de las
tentaciones que lo acosaban de muchas formas: Deseos de lucirse ante los demás
haciendo milagros: “Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan
en panes”. Deseos de tener honores y ser reconocido por los demás: “Si de veras eres
Hijo de Dios, tírate abajo (...)”. Deseos de poder y dominaci￳n: “Yo te daré todo esto, si te
arrodillas y me adoras”.
¡Cuántas veces sentimos la tentación de tener el poder de hacer milagrosamente lo que
queremos! Como convertir las piedras en panes... ¡Cuántas veces sentimos la tentación
de probar a Dios exigiéndole lo imposible! Como lanzarse al vacío desde lo alto del
templo, esperando que los ángeles vengan a rescatarnos... ¡Cuántas veces sentimos la
tentación dominar a los demás arrodillándonos ante dioses falsos! Como cuando
colocamos el poder, el tener y el saber por encima del ser mismo de cada ser humano...
Hay que notar que en la segunda tentación, el mismo tentador cita la Escritura para
presentar al Se￱or su tentaci￳n: “Si de veras eres Hijo de Díos, tírate abajo; porque la
Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos
para que no tropieces con piedra alguna”. La habilidad del mal llega a valerse de la
Escritura para poner zancadillas a gente buena. Por eso la invitación del Señor no es a
referirse a la Escritura como arrancando frases de sus contextos literarios, ni para
lanzarlas sin más sobre nuestros contextos existenciales. De lo que se trata es de saber
apoyarnos en su Palabra para desentrañar el misterio de Dios en el corazón de nuestra
propia historia. ¿Cómo vamos a encontrar a Dios en medio de nuestras vidas si no nos
encontramos cotidianamente con su Palabra? Confío en que esto le haya servido de pista
a la tía Lucía, y a tantas otras personas que buscan sinceramente el sentido de sus vidas,
para que algún día puedan decirme que se han encontrado cara a cara con Dios.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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