I Semana de Cuaresma
Martes
Lecturas bíblicas:
a.- Is. 55, 10-11: La Palabra no vuelve a mí vacía.
El profeta nos invita a la conversión, mientras hay tiempo, es un volver a Dios. El
regreso de los pueblos a Sión, vienen atraídos por el Santo de Israel, por la
santidad de su pueblo en la fidelidad a la nueva alianza. Será un caminar en la
voluntad de Dios de los redimidos y perdonados. La libertad de hoy a la humillación
de la esclavitud del pasado es signo de la presencia de Dios y de la salvación. El
profeta señala el proceso por el que Dios con la fuerza de su palabra, levanta al
pueblo marchito, en la comunidad que testimonia su actuar redentor (cfr. Is.40,6;
55,13). Creer en la palabra de Dios porque es eficaz, porque es verdad; como la
lluvia fecunda la tierra, así su palabra no vuelve a ÉL sin que primero se cumpla. La
metáfora evoca la tierra desértica sobre la cual Dios derrama el agua para
convertirla en alameda (cfr. Is.44, 1-4). El término “derramar” también evoca el
maná caído del cielo que lo alimentó en el desierto, pero a su vez, es metáfora del
don de la Ley dada a su pueblo, ya que cada vez que el pueblo obedece la ley, se
nutre del alimento divino y se transforma en testimonio perenne de la gloria de
Dios (cfr. Is.55,13). La tarea de la palabra es semejante a la del mensajero, que no
regresa sin haber cumplido su encargo. Aunque el AT, menciona la Sabiduría y al
Espíritu, es la Palabra la mediación privilegiada con la que Dios obra a favor de su
pueblo (cfr. Is.40,7;Am.8,11; Za.1,5-6; Sb.18,14-15). De ahí que en el NT, al
constatar en Cristo la obra de Dios, la define bajo la simbología de la Palabra (cfr.
Jn.1,1). Juan evangelista, nos dice más todavía que el “Verbo se hizo carne y puso
su morada entre nosotros” (Jn. 1, 14), para estar en medio de los hombres y
comunicarles los deseos del Padre, es decir, la salvación eterna por medio de su
palabra.
b.- Mt. 6, 7-15: El Padre nuestro.
El evangelista nos presenta la oración que Jesús enseña a sus discípulos para
dirigirse a su Padre Dios. Es Jesús quien les enseña a orar a sus discípulos, a
diferencia de Lucas, en que los discípulos le piden a Jesús les enseñe a orar (Lc. 11,
1-14), como el Bautista les había enseñado a sus discípulos, ÉL les enseña el Padre
nuestro. En el AT a Dios se le llamaba Padre de Israel por sus prodigios en Egipto y
con signos relevantes mostró su predilección con su pueblo. Padre nuestro que
estás en los cielos (v.9). El considerar a Dios como Padre, no es propio de Israel,
puesto que otras religiones, también lo llamaba así, por ser padre de todo lo
creado. En el AT, Yahvé es llamado padre de Israel, por su especial relación con
este pueblo, su pueblo escogido, que sacó de la esclavitud, hacia la libertad para
darle la tierra prometida. Si Jesús es su Hijo, sus discípulos, y que lo tienen como
maestro, se unen a su oración participan de modo especial en su filiación divina;
somos hijos en el Hijo. Llamar a Dios como Padre y dirigirse a ÉL como su padre es
quizás una de las características de la predicación de Jesús y que la tradición
cristiana recoge en su predicación. La oración del Padre nuestro es la oración de los
hijos de Dios. Santificado sea tu Nombre (v.9). El nombre de Dios es el mismo
Dios, hay una identificación entre el nombre y la persona: Dios es ÉL tres veces
santo, trascendente. Dios es ÉL totalmente Otro, se ha manifestado y se ha dado a
conocer. Le pedimos que se manifieste, que se haga conocer, que mantenga sus
promesas y permanezca con nosotros para siempre. Venga tu Reino (v.10). Que
venga su reino es una de los temas esenciales de la predicación de Jesús, reino que
transforma la realidad y los valores de este reino: la justicia la verdad, la paz y el
amor son caminos para que el hombre construya la civilización del amor. Donde
está Jesús está presente este reino, la comunidad eclesial, es inicio de este cambio
de la sociedad y de la mente y los corazones que necesita ser reconocido hoy y se
espera su plena realización. Hágase tu voluntad (v.10). Hacer la voluntad de Dios
en la vida del cristiano no es una opción, es una obligación en el sentido de saber
que siempre el Padre busca lo mejor para sus hijos. Voluntad de Dios que su Hijo
nos ha transmitido por el Evangelio y que el cristiano conoce precisamente para
hacer la realidad en su existencia de cada día. Esta voluntad, en la lucha contra
nuestro egoísmo, resulta siempre purificadora pero tiene la tarea de hacer
comprender que lo que dispone Dios es lo mejor; ahí está el secreto de
comprenderla y hacerla nuestra. La oración debe ser el vehículo que abra el
corazón de Dios y nos presente su deseo para que con la fuerza de ese encuentro
poder asumirla día a día. La voluntad de Dios debería ser el alimento, el pan de
cada día, para trabajar y ganar el sustento y cubrir todas las necesidades; la
comunión eucarística es camino de unión con Dios y de fe viva para hacer su
voluntad. El pan nuestro de cada día (v.11). Con esta petición se pide poder
satisfacer diariamente las necesidades básicas de alimentación. Pero también se
pide el pan de los fuertes, medio de comunión con Cristo Jesús, la Eucaristía, que
es el propio Jesús, que se hace alimento para quienes lo reciben en su vida con fe y
amor. Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros
deudores (v.12). Las deudas, aquí se entienden por las culpas o pecados. Nuestros
deudores, son todos aquellos sobre los cuales tenemos algún derecho, porque nos
han ofendido: parientes, amigos y conocidos. El ejercicio de misericordia, cuando
Dios perdona nuestras culpas, debe ser también nuestro deber a la hora de
perdonar a los hermanos sus ofensas. Vivimos en “su gracia”, es decir, su perd￳n lo
recibimos cuando Dios Padre, ve el arrepentimiento y el firme propósito de no
volver a pecar; todo esto queda condicionado al perdón que nosotros damos a
quienes nos han ofendido. La tarea de los confesores, en este campo, será educar a
los penitentes en este sano ejercicio de liberación a fuerza de oración al Espíritu
Santo, para que sea el amor de Dios, quien perdone en el corazón del penitente a
su hermano de fe, sobre todo, a los de la propia familia, comunidad eclesial, etc. No
nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal (v.13). Caer en tentación y
librarnos del mal depende de Dios y del hombre; se entiende la tentación como
prueba, la reacción y actitud frente a la tentación será juzgada al final de su vida.
El cristiano debe abrazar el escudo de la fe, para vencer siempre, como enseña
Pablo (cfr. Ef. 6, 10-20. La oración es otra de las armas con las que siempre se
debe contar a la hora de enfrentar al enemigo: mundo, demonio y carne siempre
serán enemigas del alma cristiana (cfr. Ef. 6, 10-20).
San Juan de la Cruz, el místico carmelita, enseña a relacionarse con el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo por medio de esta oraci￳n evangélica: “No quieran arrimar
la voluntad a otras ceremonias y modos de oraciones de las que nos ense￱￳ Cristo…
que cuando sus discípulos le rogaron que les ense￱ase a orar…s￳lo les ense￱￳
aquellas siete peticiones del Pater noster, en que se incluyen todas nuestras
necesidades espirituales y temporales, porque bien sabía nuestro Padre celestial lo
que nos convenía (Mt. 6, 7-8), sólo encargó, con muchos encarecimientos, que
perseverásemos en oraci￳n, es a saber, en la del Pater noster” (3S 44,4).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD