I DOMINGO DE CUARESMA A
Gn 2, 7-9; 3, 1-7; Sal 50; Rm 5, 12-19; Mt 4, 1-11
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por
el diablo. Y después de hacer un ayudo de cuarenta días y cuarenta noches,
al final sinti￳ hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: “Si eres hijo de
Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Mas él respondi￳: “Esta
escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios”. Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le
pone sobre el alero del Templo, y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo,
porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te
llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le dijo:
“También está escrito: No tentarás al Se￱or tu Dios”. De nuevo le lleva
consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del
mundo y su gloria, y le dice: “Todo esto te daré si postrándote me adoras”.
Dícele entonces Jesús: “Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu
Dios adorarás, y s￳lo a él darás culto”. Entonces el diablo le deja. Y he aquí
que se acercaron unos ángeles y le servían.
El tiempo de la Cuaresma es el itinerario para prepararnos a celebrar el misterio de
la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, como el evento
pascual del triunfo sobre la muerte y la reconciliación del hombre con nuestro
Padre. Cada año la cuaresma se nos propone como un tiempo propicio para
intensificar con más frecuencia la oración, el ayuno y la limosna. Toda esta práctica
nos hará más dóciles a la voluntad Divina. El Papa Francisco nos dice al respecto:
ᆱ…La Cuaresma nos llama a "despertarnos", a recordarnos que somos criaturas,
simplemente que no somos Dios. (…) Y también hacia los otros arriesgamos
cerrarnos, olvidarlos. Pero solo cuando las dificultades y los sufrimientos de
nuestros hermanos nos interpelan, solamente entonces podemos iniciar nuestro
camino de conversión hacia la Pascua. Es un itinerario que incluye la cruz y la
renuncia…ᄏ (Francisco, Homilía en el Miércoles de Ceniza, 5 de marzo de 2014).
El evangelio de este Domingo de Cuaresma nos presenta a Jesús en el desierto, en
la soledad, lejos de los hombres y a solas con Dios. Jesús en el desierto fue
tentado. La Palabra nos pone una realidad que nos permite ver de manera
concreta, que en los caminos de Dios, la salvación viene siempre después de la
experiencia del desierto, experiencia que tantas veces es la de nuestra propia vida:
soledad, tentaciones constantes del mundo, desconfianza, silencio. Pero, en el
desierto nada nos separa de Dios, es allí en donde descubrimos la realidad de
nuestra condición humana. Estando en el desierto el hombre descubre su vocación,
se encuentra delante de sí mismo y de su realidad, reconociéndose débil y
necesitado de Dios. Es en el desierto donde el hombre se enfrenta a las
tentaciones. Al respecto nos dice el Papa emérito Benedicto XVI: ᆱ…Como nos
enseñan los Padres de la Iglesia, las tentaciones forman parte del «descenso» de
Jesús a nuestra condición humana, en el abismo del pecado y de sus
consecuencias. Un «descenso» que Jesús recorrió hasta el final, hasta la muerte de
cruz y a los infiernos de la extrema lejanía de Dios. De este modo, Él es la mano
que Dios ha tendido al hombre, a la oveja descarriada, para llevarla otra vez a
salvo. Como enseña san Agustín, Jesús tomó de nosotros las tentaciones, para
donarnos su victoria (cf. Enarr. in Psalmos, 60, 3: pl 36, 724). No tengamos miedo,
por lo tanto, de afrontar también nosotros el combate contra el espíritu del mal: lo
importante es que lo hagamos con Él, con Cristo, el Vencedor…ᄏ (Benedicto XVI,
Ángelus, 17 de febrero de 2013).
Cristo que es llevado a un monte alto. Esto nos lleva, al texto del Éxodo, cuando
Moisés, mandó expedicionarios para que den datos sobre la tierra de Jericó: La
tierra Prometida, tierra de leche y miel. Cristo, figura del Hombre Nuevo, no ha
venido para mostrarnos una tierra prometida en la tierra, como se lo presenta el
tentador, sino que Él mismo inaugura el reino de los Cielos, como anticipo aquí en
la tierra, si sólo adoramos a Dios-Padre como el único Dios, vida nuestra. Por eso
Cristo dirá: ᆱ… quien busca su vida la perderá, pero quien la pierde por mí la
encontrará…ᄏ. Pues el Padre y Él – Cristo – son Uno.
Tanto la primera lectura como la segunda, nos ayudan a comprender el texto del
evangelio de este domingo. Pues el hombre, ante la seducción del mal, desea ser
dios de sí mismo, y por lo tanto, esto le llevará a construirse una vida ficticia
apoyada o basada en sus planes e intereses, alejada de la verdad de Dios. Porque
en este diseño que el hombre se elabora para sí, no hoy otro protagonista ni otros
personajes más, sólo el propio hombre. Pues el pecado ha encerrado al hombre en
sí mismo, y por lo tanto lo ha separado del otro, de su hoy existencial. Por ello que
nuestro Papa emérito Benedicto XVI nos dice: ᆱ…en las tentaciones está en juego la
fe, porque está en juego Dios. En los momentos decisivos de la vida, pero, viéndolo
bien, en todo momento, nos encontramos ante una encrucijada: ¿queremos seguir
al yo o a Dios? ¿El interés individual o bien el verdadero Bien, lo que realmente es
un bien?...». (Benedicto XVI, Ángelus, 17 de febrero de 2013).
En cada uno de nosotros se hagan vida las palabras que nuestro actual Papa
Francisco nos dice en el Mensaje para la Cuaresma: ᆱ… El Evangelio es el verdadero
antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a
llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es
más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos
hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con
gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la
alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha
confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y
hermanas sumidos en el vacío…ᄏ (Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2014).
Que las armas que nos da la Santa Madre Iglesia nos ayuden para combatir el gran
combate de la fe, o sea, a través de la oración, la limosna y el ayuno, el Espíritu
Santo nos ayude a configurarnos con Cristo y nos conceda reconciliarnos y
perdonar a aquellos que no piensan como nosotros.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar