II Semana de Cuaresma
Miercoles
Lecturas bíblicas:
a.- Jr. 18, 18-20: Señor, oye cómo me acusan.
La primera lectura corresponde a las confesiones de Jeremías, donde deja en claro,
que sus enemigos preparan un complot contra él y su mensaje. Son precisamente
por los que Jeremías ha orado ante Dios. Los tres poderes de Israel: el sacerdocio,
los sabios y profetas continuarán ejerciendo su labor, es decir, no se detendrá con
la desaparición de un agitador, como Jeremías. Lo mismo sucederá siglos más tarde
con Jesús de Nazaret, lo querrán juzgar y matar por su mensaje, de ahí que
Jeremías sea prototipo de Jesucristo sufriente. Es el justo que sufre, que es
perseguido (cfr. Mt. 12,13). Jeremías, se siente amenazado porque el mensaje de
parte de Dios, la destrucción y el exilio, pone en jaque mate, la continua
Providencia de Dios sobre Israel. El pueblo rechaza ese mensaje, y prepara un
complot contra el profeta. Le hubiera sido más cómodo estar en la línea de los
profetas oficiales, profetizar, no la palabra de Dios, sino mensajes falsos pero de
acuerdo al sentir de los poderosos. Pero hubiera significado traicionar su misión;
fue seducido por, la palabra quemaba sus entrañas, era un oprobio todo el día pero
no podía contenerla (cfr. Jr. 20, 7ss). Dios El único refugio del profeta es Dios,
siente su apoyo, su oración es de completo abandono, como un verdadero pobre de
Yahvé. El sólo ha buscado librarlos de la ira divina, de todos los modos posibles,
pero Israel, lo ha abandonado; su crítica nos es a las instituciones en sí, sino al
modo de servir a Yahvé. Es la voz del profeta que defiende los derechos humanos y
de Dios, contra los intereses egoístas de hombres e instituciones sin escrúpulos. Se
trata de la pasión de Jeremías, siete siglos ante de Jesucristo.
b.- Mt. 20, 17-28: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?
El evangelio, nos presenta el tercer anuncio de la Pasión por parte de Jesús (vv.17-
19), la petición de los hijos de Zebedeo (vv.20-23), y el servicio dentro de la
comunidad eclesial (vv.24-28). Tenemos este tercer anuncio de la Pasión: Jerusalén
está cerca, Jesús sube a la ciudad y mientras caminan en un lugar aparte les dice a
sus discípulos los que sucederá. Ha emprendido el camino a su muerte con
decisión. Es el anuncio más explícito de los tres que hace (cfr. Mt.16,21; 17,22). El
Mesías deberá sufrir a manos de los judíos y gentiles. Ya había anunciado que sería
entregado a los hombres (cfr. Mt.17,22). Ellos, queda claro, cuál tipo de muerte
querían los sumos sacerdotes y los gentiles para ÉL: la crucifixión. Ambos grupos
representan a la humanidad pecadora, por lo cual nadie podrá gloriarse de ser
inocente de esa sangre, al contrario, Dios deberá apiadarse de todos, porque todos
han pecado (cfr. Mt. 27,24). Querían verlo como un maldito de Dios (cfr. Dt. 21,
23; Gál. 3, 13). Jesús está en la última etapa de su actividad apostólica,
encaminando sus pasos hacia Jerusalén, hacia el Calvario. Fruto de la muerte de
Cristo, nace el nuevo pueblo de Dios, su sacrificio ha derribado el muro de
separación, el odio, los ha unidos por medio de su cruz (cfr. Ef. 2,14-16). Anuncio
de cruz que conlleva la resurrección: el fin nos será la muerte sino la vida; el
fracaso transforma en victoria, del odio se alcanza la unidad entre los hombres con
Dios y entre ellos. En un segundo momento nos encontramos con la petición de los
hijos de Zebedeo, nos muestra, por un lado, la ambición de los apóstoles, y por
otra, no saben lo que significa el reino de Dios. Jesús habla de la Pasión, y ellos
piden privilegios en el reino de los cielos; el Maestro comienza a experimentar la
soledad, y a entrar en su destino final. El reino de Dios se define por el servicio a
los demás, a ejemplo del propio Jesús, que no ha venido a ser servido sino a servir
a sus hermanos con la palabra y con la vida entregada en la cruz por la salvación
del mundo. Jesús toma en muy serio el ofrecimiento de los hermanos pero les
aclara, que no saben lo que piden, lo que podía ser un deseo muy interesado, los
transforman hasta descubrir en ellos la capacidad de empeñar la vida en este
deseo. La respuesta es afirmativa: son capaces de beber el cáliz del dolor, es decir,
sufrir el mismo destino de cruz que su Maestro, su mismo bautismo (v. 22).
Finalmente de estos grandes deseos de los hermanos, Jesús saca una gran
enseñanza: quien quiera ser grande en su reino debe servir, más aún, quien desee
ser el primero en el reino debe ser esclavo, o servidor de todos (cfr. Mt. 20, 26-
27). ÉL siendo el Hijo de Dios se hizo hombre, un esclavo, se despojó de sí mismo,
de su gloria, para con su obediencia hasta la muerte de cruz, dar la vida en rescate
de muchos (v. 26-28; cfr. Flp. 2, 7-11). La enseñanza es clara: si queremos
ingresar en el reino de los cielos debemos beber el cáliz de la pasión para resucitar,
es decir, vivir el misterio pascual, de muerte y vida nueva, sólo así podremos ser
grandes y los primeros en su reino si hemos servido a Dios en nuestro prójimo con
una existencia que se dona y muere a su egoísmo, como el grano de trigo.
San Juan de la Cruz, místico carmelita, nos invita asumir las pruebas, precisamente
para conocer la capacidad de nuestras fuerzas espirituales, virtudes y talentos
puestos al servicio del reino de los cielos que sólo la gracia y amor de Dios pueden
hacer vigorosas y los deseos convertirlos en realidad. “¿Qué sabe quién no sabe
padecer por Cristo?” (D 181).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD