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Día litúrgico: Domingo II (A) de Cuaresma
Texto del Evangelio ( Mt 17,1-9): En aquel tiempo, Jesús toma consigo a Pedro,
a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se
transfiguró delante de ellos (…). Una nube luminosa los cubrió con su sombra y de
la nube salía una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco;
escuchadle» (...). Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo
del hombre haya resucitado de entre los muertos».
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino la revelación de su
divinidad
Hoy, junto a Jesús transfigurado, aparecen Moisés y Elías, figuras de la Ley y de los
Profetas. Pedro, extasiado, exclamó: “Si quieres, haré tres tiendas (…)”. Pero
nosotros tenemos sólo una morada: Cristo. Él es la Palabra de Dios, Palabra de Dios
en la Ley, Palabra de Dios en los Profetas.
El Padre mismo proclama: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco.
Escuchadlo”. La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino que es la revelación
de su divinidad, la íntima compenetración de su ser con Dios, que se convierte en
luz pura. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz. Pedro, Santiago y
Juan, contemplando la divinidad del Señor, se preparan para afrontar el escándalo
de la cruz.
—Jesús: en el monte te transfiguraste y tus discípulos, en la medida de su
capacidad, contemplaron tu gloria, para que, viéndote crucificado, comprendieran
que tu pasión era voluntaria y anunciaran al mundo que tú eres verdaderamente el
esplendor del Padre.
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