Segunda semana de Cuaresma
JUEVES
Una conversión social
Lucas 16, 19-31
“Si no hacen caso a los profetas tampoco se convencerán
aunque resucite un muerto”
Hemos escuchado en el día de ayer la franca confrontación que hace Jesús entre la
gloria del Hijo del Hombre y la gloria que ofrece este mundo. Fuimos invitados en
cuanto discípulos suyos a entrar por el camino del servicio humilde para poder
caminar con Él hacia la Resurrección.
El Evangelio de hoy sigue ofreciéndonos a través de imágenes vivas cómo Jesús en
su Persona y en su mensaje contrasta abiertamente con los valores y jerarquías de
este mundo, precisamente porque es el hombre nuevo y ha venido a inaugurar el
mundo nuevo de la igualdad, de la fraternidad y la solidaridad.
1. La mesa excluyente
El relato parabólico nos presenta a un rico que banquetea y se divierte, símbolo de
quien se ha colocado a sí mismo como el centro de todo. También vemos a un
pobre llamado Lázaro, quien echado junto al portal del rico, ignorado, excluido,
desamparado; igualmente lo vemos cubierto de llagas deseando hartarse de las
migajas que caen de su mesa.
El hecho de que el pobre tenga nombre propio y el rico sea un desconocido nos
confirma en la verdad de que Dios conoce al humilde e ignora a los soberbios, que
se alejan de el por su propia voluntad.
Mueren los dos y la muerte desvela la verdad de cada uno. El pobre es llevado por
los ángeles al seno de Abraham para participar con el en el Banquete mesiánico; y
el rico es sepultado en el hades, mansión de los muertos. Con la muerte termina el
tiempo concedido para convertirse, su suerte ya es irremediable.
Para tomar decisiones correctas debemos colocarnos en la perspectiva de la muerte
y hacer ahora lo que en ese momento nos gustaría haber hecho.
2. El abismo que es verdaderamente insalvable
El diálogo entre el rico atormentado y el Padre Abraham, puntualiza el mensaje
central de Jesús. El rico recibió bienes en la tierra pero no supo aprovecharlos para
recibir la gloria del Señor. Los retuvo para sí, colocó en ellos su seguridad y se hizo
insensible a las necesidades de los otros. Se cerró en sí mismo y no se compadeció
del pobre Lázaro, que estuvo tan cerca de su casa, pero tan lejos de su corazón.
La misericordia con los más pequeños y necesitados es lo que decide nuestra
salvación (ver Mateo 25,31-40) su destino ya es irrevocable, “ entre nosotros y
ustedes se interpone un gran abismo ” (16,26), es decir, se acabaron las
posibilidades para los unos y los otros.
La vida humana es como un puente tendido entre la felicidad y la infelicidad eterna.
Se atraviesa el puente ejercitando la misericordia. Cuando la vida se termina, ya no
hay más posibilidad de ejercitarla.
Y para que a nosotros no nos suceda igual tenemos que abrir el corazón y escuchar
atentamente la Palabra de Dios, creer en ella y dejarnos cambiar el corazón por la
Palabra; que es Jesús mismo.
En la escucha continua del Maestro y en la contemplación de sus actitudes
aprendemos a tener entrañas de misericordia ante fragilidades de nuestros
hermanos.
Esta página del evangelio, que con imágenes vivas nos ha mostrado el actuar de
Dios cantado por María en el Magnificat y proclamando en las bienaventuranzas,
nos ayuda a confrontar nuestras acciones y nuestro corazón con los sentimientos y
actitudes de Jesús, el últimos de los pobres, quien ha derramado sobre nosotros la
misericordia del Padre para darnos la posibilidad de ser como Él.
Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. ¿Por qué se afirma que Jesús en su persona y en su mensaje contrasta con los
valores de este mundo?
2. La parábola que nos presenta el evangelio de hoy nos invita a revisar si nuestra
vida está puesta al servicio de los demás. ¿En qué forma concreta he salido al
encuentro de las necesidades de los demás?
3. ¿Cómo hemos asumido los momentos de estrechez y dificultad que se han
presentado en nuestra familia? ¿Nos hemos desesperado? ¿La unión familiar se ha
visto amenazada?
Padre Fidel Oñoro CJM