Solemnidad. San Jose, Esposo de la Virgen María (19 de marzo)
JOSÉ, EL HOMBRE FIEL Y COHERENTE
Padre Pedrojosé Ynaraja
Es muy difícil realizar un proyecto grande, estando y sintiéndose solo. Dios lo sabía
¿pero qué es lo que no sabe Dios?. Primero pensó en María, al verla, se daba
cuenta de que aquel propósito suyo del “voy a hacer al hombre a mi imagen y
semejanza” y que, inicialmente, había fallado, el fracaso no había sido total. La
jovencita de Nazaret era imagen y semejanza de sí mismo y se alegró al
reconocerlo. Pensó que podía colaborar y se ilusionó de nuevo. ¡era tan agraciada
aquella chiquilla! Se decidió a proponérselo y, de inmediato, estuvo seguro de que
diría que sí. Pensó después que su misma preciosa realidad la hacía frágil, como lo
es cualquier florecilla de los campos. Era necesario que dispusiera de un apoyo.
Encontró entonces en José al más apropiado compañero. No le dijo nada, se
reservó provisionalmente sus planes.
Llegado el momento, María le dijo que sí. Fue el encanto más encantador de toda la
eternidad trascendente. Lo celebraron todos a lo grande. Dios entonces creyó que
había llegado la oportunidad de confiarse y confiar en José. Se lo dijo a la manera
que Él sabía y sabe que se puede sentir una persona socia segura en una empresa
común. Le habló en sueños. De otra manera, tal vez hubiera pensado que podían
haber sido habladurías. En sueños e intuitivamente, el mensaje es seguro y
evidente
La salvación fue preanunciada en el mismo Paraíso. Prometida a Abraham en
Siquem, y ahora sí, escuchada la aceptación de María, se puso en marcha el
proyecto, marcho sobre ruedas en el tiempo.
Dios-Padre es maravilloso, Dios-Hijo valiente en su generosidad, Espíritu-Dios,
entusiasmo arrollador. María empezó a tener protagonismo y José fue compañero
discreto de fatigas.
He conocido científicos de gran talla, obispos de admirable cumplimiento de su
misión en la Iglesia, algunos, no muchos. Misioneros de infatigable labor y entrega,
siempre a su lado otra persona les cuidaba, aseguraba su quehacer, permitía su
sostenimiento. He hablado en masculino porque son normas de la Academia cuando
se refiere uno a varones y mujeres a la vez, pero advierto que el protagonismo al
que me refería ha sido propio de personas de ambos sexos. La fama la tenía uno o
una, la labor era posible gracias a la acción colaboradora de la otra persona,
discretamente siempre a su lado.
Esto fue José. Cuando ya no era indispensable, murió discretamente. A mí me
gusta creer que el sepulcro que visito en Nazaret, llamado Tumba del Justo, es el
suyo, sin que existan pruebas seguras de que lo sea. Y cuando estoy allí le rindo
pleitesía. Por su grandeza, acompañada de ejemplar y humilde sumisión a su
Esposa, querida y amada también por mí.
Mis queridos jóvenes lectores, cuando miro las lecturas de hoy, pienso lo que os he
contado. Ahora os pido que reflexionéis también vosotros. La docilidad de José,
escoger lo que le proponía Dios ¿ofrecía buenas perspectivas profesionales, o pensó
acaso si se sentiría realizado al aceptar la voluntad de Dios? Esta actitud es la que
está de moda. Pero cuando se trata del Señor, no hay que echar cálculos. Como
dice San Pablo en la segunda lectura de la misa de hoy, como todo depende de la
Fe, todo es Gracia.
Ya lo veis, recorriendo salones organizados al efecto, repletos de folletos que os
quieren captar a sus aulas, fruto de autoridades que desea lucirse ante el
respetable de estas actividades, sometiéndose a pruebas de aptitud profesional,
con tanta tecnocracia intelectual, se sufre un general descontento. ¿Y si en vez de
esto, le dijerais a Dios, como Samuel, habla Señor que tu siervo escucha ?