Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo A, Tiempo de Cuaresma,
Domingo de la Semana No. 3
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Danos agua de beber * Ojalá escuchéis hoy la voz del
Señor: "No endurezcáis vuestro corazón." * El amor ha sido derramado en nosotros
con el Espíritu que se nos ha dado * Un surtidor de agua que salta hasta la vida
eterna
Textos para este día:
Éxodo 17,3-7:
En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: "¿Nos
has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y
a nuestros ganados?" Clamó Moisés al Señor y dijo: "¿Qué puedo hacer con este
pueblo? Poco falta para que me apedreen." Respondió el Señor a Moisés:
"Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva
también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo
ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que
beba el pueblo." Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por
nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque
habían tentado al Señor, diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de
nosotros?"
Salmo 94:
Venid, aclaremos al Señor, / demos vítores a la Roca que nos salva; / entremos a
su presencia dándole gracias, / aclamándolo con cantos. R.
Entrad, postrémonos por tierra, / bendiciendo al Señor, creador nuestro. / Porque
él es nuestro Dios, / y nosotros su pueblo, / el rebaño que él guía. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz: / "No endurezcáis el corazón como en Meribá, / como
el día de Masá en el desierto; / cuando vuestros padres me pusieron a prueba / y
me tentaron, aunque habían visto mis obras." R.
Romanos 5, 1-2.5-8:
Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con
Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el
acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza
de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado,
Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo;
por un hombre de bien tal vez se atreviera uno a morir; mas la prueba de que Dios
nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Juan 4,5-42:
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del
campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús,
cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del
mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de
beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le
dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?"
Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te
daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo,
¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio
este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que
bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré
nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un
surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame
esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla."
[Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo
marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y
el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad."
La mujer le dice: "Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto
en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en
Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este
monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no
conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de
los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto
verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den
culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y
verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él
nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo."
[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una
mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer
entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un
hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del
pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo
por comida un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban
entre ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es
hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros
que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos
y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está
recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo
mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y
otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros
recogéis el fruto de sus sudores."]
En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había
dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando llegaron a verlo
los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no
creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es
de verdad el Salvador del mundo."
Homilía
Temas de las lecturas: Danos agua de beber * Ojalá escuchéis hoy la voz del
Señor: "No endurezcáis vuestro corazón." * El amor ha sido derramado en nosotros
con el Espíritu que se nos ha dado * Un surtidor de agua que salta hasta la vida
eterna
1. La sed...
1.1 Hay un denominador común en las lecturas de este domingo: la sed. Ello encaja
con el acento "bautismal" que es propio de este Ciclo A de lecturas, y que se irá
acentuando con los textos del evangelio de Juan que nos guiarán hasta el final de la
Cuaresma. propósito de hoy: admirar más y más el poder del agua que nos
regenera, agua que "salta hasta la vida eterna."
1.2 La Cuaresma, en efecto, puede ser vista como un camino de recuperación de la
gracia bautismal. Es también como ir al desierto con el pueblo elegido que ha salido
ya de Egipto pero aún no entra a la tierra prometida. Y es como estar con Jesús en
aquel desierto al que fue conducido por el Espíritu Santo. Es normal que se sienta
sed, y es bueno: porque esa sed nos conducirá al Manantial de la vida.
2. La rebeldía
2.1 El pueblo torturado por la sed no soportó más y terminó hablando mal de Dios
y de Moisés, su enviado. Miremos atentamente qué les sucedió a ellos y veámonos
quizá retratados en el proceso que hicieron y que les condujo a rebelarse contra
Dios.
2.2 Ante todo, es explicable su disgusto, y muy humano: si hay una sensación
poderosamente desagradable y agobiante es la sed. Pero sobre la base de esa
sensación no hay una reacción predeterminada. Es posible sufrir y confiar o sufrir y
ya no confiar. Es posible hacer del dolor del desierto un camino que nos une más a
Dios y que nos une también entre nosotros mismos, o un camino que nos aparte de
Dios y de los hermanos. Finalmente la decisión no la toman las circunstancias: la
tomamos nosotros.
2.3 Observemos, aún más, que el dolor nos obliga a hacer una pregunta. En el caso
de los israelitas la pregunta era: ¿Con qué propósito nos sacó Dios de la esclavitud?
Esa pregunta se convierte en rebeldía cuando se presupone que Dios no es de fiar.
En este caso la interrogante se vuelve lo que hemos oído: "¿Está o no está el Señor
en medio de nosotros?" Hablando así, el hombre renuncia a apoyarse en Dios sin
tampoco encontrar otro apoyo, porque no lo hay. De este modo, la rebeldía se
vuelve suicidio, apelación a la nada. Perder a Dios, aunque sea sobre la base
"razonable" del dolor, es perderlo TODO.
3. Si conocieras el don de Dios
3.1 Una de las tragedias del dolor es que nos enceguece porque nos obliga a
mirarlo a él, a concentrar nuestra atención en él. Incluso en cosas tan elementales
como puede ser un dolor de muela experimentamos que sentir sufrimiento es algo
que encadena nuestra atención y casi nos obliga a agacharnos y dejar de lado nada
que no sea que estamos sufriendo. Lo mismo vale, y con más razón, para dolores
que son más continuos y profundos, como es el dolor de la soledad, el de un duelo
o el de un fracaso.
3.2 Aturdidos por la pena o el fracaso deberíamos sin embargo escuchar lo que
Jesús tenía para decirle a la mujer samaritana, que llevaba su propia y pesada
carga de vacío afectivo y existencial: "si conocieras el don de Dios..." Admiremos la
delicadeza de esta invitación y la profundidad de las palabras que invitan a buscar
el pozo de aguas verdaderas.
3.3 La samaritana intentaba huir de las preguntas de Cristo. Cambiaba de tema,
procuraba ocultar su verdadero problema, que finalmente quedó a la luz cuando
Jesús le habló del marido, porque precisamente ella no lo tenía aunque lo había
querido tener. Conduciéndola a su verdad, el Señor la llevó a descubrir su
necesidad, su sed, y a través de ella, la gracia de un agua de vida, agua que sacia y
no engaña.