Tercera semana de Cuaresma
MIÉRCOLES
Amar como Dios nos ama: Plenitud de la Ley
Mateo 5,17-19
“No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”
La Palabra de Dios en el día de ayer nos colocó en el ámbito de la vida fraterna
invitándonos con fuerza a perdonar de corazón para contribuir eficazmente en la
construcción de la comunidad y manifestarnos ante el mundo como los hijos de
Dios, los hijos del Reino.
El perdón que damos y recibimos es un ejercicio fundamental en nuestro itinerario
cuaresmal.
El Evangelio de hoy vuelve a llevarnos al “serm￳n de la monta￱a” para centrar la
atención de nuestro corazón en Jesús, plenitud de la Ley y los Profetas, el
verdadero Maestro –superior a Moisés- que nos hace entrar en el corazón de Dios
Padre.
1. La realización de la Ley y los Profetas
Jesús comienza con un planteamiento fundamental: “No piensen que he venido
a abolir la ley y los profetas, no he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento” (5,17).
La ley de Dios, entregada al pueblo por mediación de Moisés (ver Éxodo 20),
expresa la voluntad de Dios que quiere que hagamos el bien y evitemos el mal, que
busquemos lo que promueve la vida e evitemos lo que genera muerte (ver
Deuteronomio 32,47).
Los profetas promovieron el cumplimiento de la ley y denunciaron con ardor las
trasgresiones que se hacían a ella. Pero conociendo la incapacidad del corazón
humano para seguir los caminos de Dios, pregonaron la Promesa de Dios de darnos
un corazón nuevo: “...Y les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un
espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra. Infundiré mi
espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según mis preceptos (Ezequiel
36,25-27; ver también Jeremías 31,31-34).
Al decir que viene a “dar cumplimiento” a la Ley, Jesús está aceptando y
reconociendo el valor de la ley. Pero colocándose en la visión de futuro de los
profetas, en la Nueva Alianza que él sella con su sangre (ver 26,28), la conduce a
su plena realización en el corazón del hombre: de la exterioridad a la interioridad,
al corazón (ver Jeremías 31,33).
De aquí se deriva una nueva interpretaci￳n de la Ley en clave de “justicia”, es
decir, que su objetivo es la realización de la Alianza con Dios y la vivencia de sus
consecuencias en la comunidad fraterna: un vivir en sintonía con el corazón de Dios
(desde aquí se interpreta la letra).
Jesús es el primero que vive el amor, su justicia es infinitamente superior a la de
los escribas y fariseos, porque tiene como fundamento el Amor del Padre: “ Para
que sean hijos de su Padre celestial… Ustedes, pues, sean perfectos como
es perfecto su Padre celestial ” (ver 5,43-48).
2. Los detalles del amor
Desde la realización de la promesa en Jesús, se comprende que no hay una
abolición de la Ley sino una vivencia más perfecta de ella. No como un sobrepeso
sino como “ yugo suave y carga ligera ” (11,30).
Es así como comprendemos mejor por qué Jesús insiste en que debemos cumplir
hasta una tilde de la ley (5,18-19). De hecho, tampoco el amor del Padre y de
Jesús no descuida los detalles.
De aquí que nuestra participación en la intimidad y en la gloria del Padre será
proporcionada a la calidad y profundidad de nuestro amor a Dios en los hermanos .
Más adelante se dirá que en este “hacer” concreto se resume la ley y los profetas
(ver 7,12; 22,39-40).
Creciendo en la escucha y la vivencia de la Palabra, siempre desde aquel que la
llevó a plenitud y atendiendo a los detalles del amor, caminamos hacia la Pascua.
El camino nos introducirá en el corazón del Padre.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué quiere decir Jesús cuando afirma que no vino a abolir la ley sino a darle su
cumplimiento?
2. ¿Cómo puedo, o podemos en familia, darle cumplimiento a la ley de Dios a la
manera de Jesús?
3. ¿Con qué gestos concretos manifestamos nuestro amor a quienes viven con
nosotros? ¿A dónde debe llevarme en última instancia la Pascua en la cual sellamos
junto con Jesús la “Nueva Alianza”?
Padre Fidel Oñoro CJM