Cuarta semana de Cuaresma
LUNES
Nuestro itinerario de fe
Juan 4, 43-54
“Vete que tu hijo vive “
En este tiempo, la Palabra de Dios, particularmente en los evangelios de Mateo y
Lucas, nos ha invitado con fuerza a confrontar nuestras actitudes de discípulos con
el corazón del Padre y con las actitudes concretas de Jesús, el Hijo amado.
De esta manera hemos tenido la oportunidad de retomar con mayor profundidad y
coherencia nuestro caminar cristiano , y volver con todo el corazón a aquellas
actitudes de vida que constituyen la esencia de nuestro discipulado.
En las dos semanas que vienen nos concentraremos en el camino del Señor hacia la
Pascua, guiados por el Evangelio de San Juan. Los textos de estos días nos llevarán
hasta el umbral de la Pasión del Señor.
Nos introduce en este camino un signo realizado por Jesús en Galilea (Juan 4,43-
54).
Encontramos a Jesús en su viaje de Judea a Galilea, en el momento preciso en el
cual habiendo pasado por Samaria, donde muchos han creído en Él, prosigue su
camino hacia Galilea.
Al llegar a Galilea “ los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque
habían visto todo lo que había realizado en Jerusalén ” (4,45).
1. Los signos y la fe
Volvió, pues a Caná de Galilea donde había convertido el agua en vino
(4,46). Juan, apunto de narrarnos el segundo signo de Jesús, nos coloca en relación
con el primero realizado en Caná, allí donde sus discípulos creyeron en Él
(2,11). Con este detalle, el relato nos introduce en el ambiente de la fe.
Para Juan los signos tienen la finalidad de provocar la fe (ver 20,31) al contrario de
los otros evangelistas para quienes con frecuencia la fe precede siempre a los
“milagros” (ver por ejemplo, Mateo 15,28). En el evangelio de Juan, viendo los
signos que Jesús hace y lo que Dios realiza en las personas a través de El, los
presentes son invitados a creer en Jesús (9,37-38), pues los signos manifiestan su
gloria (2,11).
2. El proceso de maduración en la fe
Estando en Caná, un funcionario del rey, al enterarse de que Jesús está allí , “fue
donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir”
(4,47)
(1) Fe en el poder que Jesús tiene para sanar
Fue donde él ” (4,47). Este hombre tiene en fe el poder que Jesús tiene de curar y
confía en Él: “ ... le rogaba que bajase a curar a su hijo... (4,47 ). Es evidente
que para este funcionario real, era indispensable la presencia de Jesús para que su
hijo pudiera ser curado; nos lo confirma la otra expresión que dirá más adelante:
Señor, baja, antes que muera mi hijo (4,49).
La primera respuesta que Jesús le da - Si no ven señales y prodigios no creen
(4,48)- no es un reproche sino más bien una invitación a dar un paso mayor en su
fe, es decir, a abrirse al Misterio de Jesús. De hecho, la reacción del funcionario
nos indica que él no lo tomó como reproche, sino que le motivó a insistir con más
fe en su súplica al Maestro : “baja antes que muera mi hijo” (4,49).
(2) Fe en la Palabra de Jesús
Jesús le dice: “Vete, que tu hijo vive” (4,50). Notemos que Jesús no le dice “tu
hijo vivirá”, como haciéndole una promesa, sino: “ tu hijo vive ”, o sea como una
realidad. Jesús, ha pronunciado la Palabra creadora que sana, ha ido mucho más
allá de lo que el hombre pedía, ha curado a distancia a su hijo. No fue necesaria su
presencia para realizar el signo, bastó el poder de su Palabra.
La palabra de Jesús tiene el poder de darle la vida, Jesús es el Señor de la vida, el
Dios de la vida, no solo de la vida física, sino sobre todo de la vida que no pasa , la
vida eterna, la vida divina (ver 6,27.35.35).
“Creyó el hombre en la Palabra de Jesús” y se puso en camino (50).
¡Se fió de la Palabra de Jesús! No insistió en la necesidad de su presencia. No fue
Jesús quien bajó hasta Cafarnaún, sino el Padre del niño, apoyado únicamente en la
Palabra, quien entró en el misterio de Jesús.
(3) Fe en la Persona de Jesús: entrada en el misterio
Y cuando los siervos vienen a su encuentro para informarle que su hijo vive, no se
detiene en la alegría de la curación, sino que pregunta por “ la hora en que el niño
había sido curado ” (4,52). Esto le da la oportunidad de comprobar la
coincidencia entre el momento en que Jesús había pronunciado la Palabra Tu hijo
vive y el efecto producido en el niño.
El relato culmina diciendo que “ El padre comprobó entonces que era la misma
hora en que Jesús había dicho: ‘tu hijo vive’ y creyó él y toda su familia
(4,53). Jesús, con su Palabra, lo hizo pasar de la muerte a la vida.
Ahora sí, el milagro se ha convertido en “signo revelador” y el funcionario ha
pasado de la fe en el poder de Jesús para curar –por el poder de su Palabra- a la fe
en la Persona misma de Jesús quien es capaz de dar “ vida en abundancia
(10,10) .
El funcionario real no creyó sólo, él entró con toda su familia en la aceptación del
misterio escondido en Jesús, dando un paso significativo de madurez en la fe.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Cuál fue el proceso de maduración en la fe que hizo el padre del niño curado?
2. ¿Mi fe en Dios depende de los milagros y gracias que recibo? ¿Qué proceso
puedo hacer al respecto?
3. ¿No sería interesante abrir un espacio en nuestra familia para hablar sobre el
proceso de fe que estamos haciendo?
Padre Fidel Oñoro CJM