IV Domingo de Cuaresma Ciclo A
Domingo
Lecturas bíblicas:
a.- 1Sam. 16, 1. 6-7. 10-13: David es ungido rey de Israel.
La primera lectura, nos presenta la unción de David por manos del profeta Samuel.
Encontramos tres versiones que nos hablan de la asunción de David a la vida
política de Israel. La primera versión vemos a David que como músico, que entra al
servicio de rey Saúl para alegrar su vida; en la segunda versión, David es un joven
pastor que entra al servicio del rey Saúl, luego de matar a Goliat (cfr. 1 Sam.
16,14-23; 17,12-30; 17,55-18,2). La versión que leemos hoy, la tercera, resalta la
predilección de Yahvé por los pequeños, los pobres, el hijo menor. Israel había sido
elegido por ser el pueblo más pequeño entre las naciones, no por ser el mejor ni el
más numeroso. Se manifiesta así la gratuidad de Dios: Israel fue elegido por puro
amor gratuito (cfr. Dt. 7, 7-8). Lo mismo ha sucedido con hombres y mujeres a los
que Dios les ha confiado una misión: Gedeón, Saúl, Pablo, le habla a la comunidad
de Corinto, que fueron escogidos, no por ser sabios o nobles, sino por su debilidad
y pequeñez (cfr. Jc. 6, 15; 1 Sam. 9, 21; 1 Cor.1, 26-28 ).
b.- Ef. 5, 8-14: Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.
San Pablo, exhorta a los efesios, a vivir en la luz y dejar las obras de las tinieblas.
El apóstol, introduce la antítesis de las luz y las tinieblas, vida pagana y vida
cristiana, pura tiniebla era la vida moral de los primeros, en cambio, todo es luz en
la vida de los que creen en Cristo Jesús. También había virtud y mérito en la vida
de los paganos, lo que hace Pablo, es destacar la vida cristiana, pero los vicios de
los paganos eran resaltados incluso hasta la divinidad. Los cristianos no comulgan
con las obras de las tinieblas, lo que se debe hacer es ponerlos en evidencia: la
virtud es virtud y el vicio es vicio. La intención del apóstol, es destacar, que
mientras en las tinieblas reina la confusión más absoluta, ya que se presenta el
vicio como virtud, en la vida cristiana el pecado aparece con todo su realismo. La
realidad nos enseña, que en la vida cristiana, también hay pecado, pero al estar en
la luz, éste queda de manifiesto, y tiene la posibilidad de arrepentirse y enmendar
la propia vida puesta de cara a Dios.
c.- Jn. 9, 1-41: Curación del ciego de nacimiento.
El evangelio nos presenta la curación de un ciego de nacimiento. Si Jesús es la luz
del mundo, con este signo, comunica la luz a un ciego de nacimiento (v. 5; cfr. Jn.
12, 8). Aquí hay más que un signo, hay toda una catequesis bautismal: destacar la
persona de Jesús, es la intención cristológica del evangelista, pero también, la
soterología, es decir, su significado para el hombre. El ver, de parte del ciego, es
todo un símbolo de la fe, que alcanza su cima en la declaraci￳n del ciego: “Creo,
Se￱or” Y se postr￳ ante él” (v. 38). Jesús es luz, lo que hace con ello es suscitar la
fe de unos y la incredulidad de otros. Jesús y los discípulos ven a un ciego de
nacimiento (vv.1-5). Surge la pregunta: ¿Quién es responsable de su ceguera?
(vv.2-3). Dios no es responsable, tampoco sus padres (cfr. Ex.20, 5; Nm. 14,18;
Dt. 5,9; Tob. 3,3-4). Jesús trasciende la pregunta y responde que en ese hombre
se manifestarán las obras de Dios, e incluye en sus obras a los discípulos en hacer
las obras del que lo envió (vv.3-4). Jesús habla al ciego de nacimiento (vv.5-6). Le
unta los ojos con saliva y barro y le manda ir a lavarse a las aguas de la piscina de
Siloé, que significa, el Enviado; regresó, viendo. Aceptar las palabras de Jesús,
lleva al milagro, la fiesta de los Tabernáculos como trasfondo, nos hace pensar que
es el contacto con el Enviado, es la que produce la sanación y no tanto el contacto
con las aguas (cfr. Jn. 2,1-12; 4,46-54; 5,2-9). Se confirma lo que Jesús había
dicho en el templo: ser agua viva y luz del mundo, el Enviado devuelve la vista a
un hombre que nunca ha visto la luz (cfr. Jn. 7,37; 8,12; 9,5; 9,7; 3,17.34; 5,36).
Los vecinos del ciego tratan de reconocerlo (vv.8-12). El hombre no sabe cómo han
ocurrido las cosas; sólo se limita a narrar los efectos físicos (vv.10-11), respecto a
quién lo había sanado: un hombre llamado Jesús (v.11). Los fariseos y el ciego
(vv.13-17). Llevan al ciego a los fariseos; había sido en sábado cuando Jesús había
hecho barro para sanarle. Jesús no puede venir de Dios, si rompe el sábado, el
milagro es innegable. Le preguntan sobre el que lo sanó: es un profeta (v.17). Los
padres del ciego (vv.18-23). Los fariseos, no creen que el hombre hubiese nacido
ciego, sus padres afirman que sí; con su interrogatorio los fariseos pretenden que
los padres mientan, diciendo que no había nacido ciego. Ellos no entran en esa
discusión, porque sabe que quien confesare que Jesús era el Cristo, sería expulsado
de la Sinagoga (v.22). Los fariseos y el ciego (vv. 23-34). Antes de hacer un
juramento o confesión de culpabilidad, le piden al ciego, dar gloria a Dios, pero no
el Dios de Jesús, sino el de ello que sabe que Él es un pecador (cfr. Jos.7,19;
1Cro.30,6-9; Jr.13,16). El hombre sanado no está preparado para recibir ese
conocimiento, saber si Jesús es un pecador o no, pero sí sabe, que Jesús hizo un
signo en él. Le piden nuevamente que narre el cómo fue el milagro, más que quién
hizo el milagro, ¿acaso quieren convertirse en discípulos suyos? (v.27). Ellos son
discípulos de Moisés y no de ese hombre, Jesús (v. 29). No conocen su origen,
aceptan a Moisés, pero la perfección de ese don que encontramos en Jesús, porque
no aceptan que viene de Dios (cfr. Jn.1, 17-18). Hay un nexo entre el que lo sanó y
sus orígenes: el que hace la voluntad de Dios. A ese escucha Dios, y no al pecador
(v.31). El hombre, sólo sabe que lo que le aconteció a él, no ha sucedido antes, por
ello debe haber una relación especial entre la persona que hace estos signos y Dios
que hace germinar esta nueva creación (v.33). Jesús y el ciego (vv.35-38).
Finalmente, sabiendo Jesús que el hombre había sido expulsado por los fariseos se
encuentra con él y le pregunta si cree en el Hijo del Hombre (v.35). No sabe quién
es el Hijo del Hombre, el que habla contigo lo estás viendo, le dice Jesús (v.37). Es
imposible ver a Dios (cfr. Jn.1,18; 5,37), pero Jesús revela lo que ha visto junto al
Padre, aquellos que creen en Jesús verán (cfr. Jn.1,50-51), en cambio, lo que se
niegan a ver serán condenados (cfr. Jn.3,36; 5,37-38; 6,36). La suprema
revelación de Dios, tendrá lugar cuando el creyente en Jesús, mire al Hijo del
Hombre (cfr. Jn.3, 13-15). El hombre acepta que en Jesús encuentra la revelación
de Dios. Todo termina con una confesión de fe: “Creo, Se￱or. Y se postr￳ ante él”
(v.38). El hombre hizo todo un itinerario de fe en Jesús como hombre, como
profeta, y finalmente se postra ante Jesús que viene de Dios, da a conocer a Dios,
el Enviado, la luz del mundo. Volvemos al comienzo, ese hombre ciego hizo su
camino para que se manifestara en él las obras de Dios.
San Juan de la Cruz, maestro de la fe y del amor nos lleva a vivir esta dimensión
bautismal para que sea al amor quien nos descubra todos los tesoros de la fe y de
la unión con Dios. San Juan de la Cruz: “Porque la fe que es el secreto que
habemos dicho, son los pies con que el alma va a Dios y el amor es la guía que la
encamina” (CB 1,11).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD