IV Semana de Cuaresma
Jueves
Lecturas bíblicas:
a.- Ex. 32,7-14: Este es un pueblo de dura cerviz.
La primera lectura, nos presenta el tema del becerro de oro, la consiguiente ira de
Yahvé, y el fervoroso ruego de Moisés. El diálogo de Yahvé y Moisés, se refiere al
culto que está dando el pueblo a un becerro de oro, toda una violación de los
mandamientos; Dios quiere destruir ese pueblo y formar otro, que comience con
Moisés. La intercesión de Moisés, consiste en recordarle a Yahvé, que ese mismo
pueblo que ahora ha pecado, es su pueblo, el que sacó de Egipto, que posee las
promesas hechas a los patriarcas. Moisés no desea iniciar otro pueblo; Yahvé
atiende su súplica por este pueblo pecador. Su pecado consiste en haber
representado a Dios en la imagen de un toro; símbolo común, en el culto de los
cananeos relacionado a la fertilidad y que Israel adoptó en los tiempos del rey
Jeroboam (cfr. 1 Re. 12, 26-30). Al comienzo se pensó que se daba culto a Yahvé
de esa forma, pero pronto se dieron cuenta que el pueblo lo asociaba a otra forma
del culto cananeo. Más allá del relato lo que la lectura denuncia es la infidelidad del
pueblo a la alianza, es el alejamiento de Yahvé, realidad que el pueblo vivió desde
el principio. La continuidad del pueblo depende en gran medida de la misericordia y
apertura de Yahvé al perdón, pero basado el mismo pueblo de la distancia que han
tomado respecto de Dios. La figura de Moisés mediador fuerza las palabras ante la
presencia de Yahvé para recordarle que sacó de Egipto a su pueblo y no se aparte
de él para crear otro, como si Israel ya no fuera su pueblo. El mediador rechaza las
expresiones de Yahvé: ÉL fue quien sacó a Israel de la esclavitud de Egipto, y no
él; está ligado a Israel por la historia, los egipcios tendrían ocasión para rechazar
sus intenciones de sacar a Israel de Egipto; su palabra está comprometida con los
patriarcas y sus descendientes. En fin, Yahvé no se mostrará glorioso, si no obra
con firmeza y perseverancia en su palabra y acción. La respuesta de Yahvé a la
súplica de Moisés confirma su palabra y su obrar, de nuevo llama al Israel infiel su
pueblo. Todo se puede concluir con una enseñanza fundamental: el pueblo de Dios,
consistente y fuerte por momentos, sólo en la fidelidad de una sola persona, posee
una tarea salvadora en medio de la historia. Ahí se encuentran las semillas del
verdadero pueblo de Dios, llamado a ser fermento que transforme toda la
humanidad.
b.- Jn. 5, 31-47: El Padre ha dado testimonio de mí.
El evangelio, nos hace escuchar el testimonio de Jesús acerca del Padre. El
testimonio que da Jesús acerca del Padre, tiene mucho de proceso, por eso habla
de la invalidez del testimonio de sí mismo, cuando defiende su actividad en sábado
(vv.31-32). Según la praxis judía no basta probar la verdad, sino se necesita el
testimonio de testigos cuya palabra fuera de confianza (cfr. Dt.19, 15). Jesús
admite esta realidad y remite su testimonio a “Otro” que siempre da testimonio de
él (v.32). Los judíos no están dispuestos a reconocer ese testimonio de Dios
respecto de Jesús, de ahí que remita su testimonio a los ya conocidos Juan Bautista
(vv.33-35), y las obras de Jesús (vv.36). El testimonio de Juan. Jesús les recuerda
a los judíos que había mandado mensajeros a Juan, el Bautista, había dado
testimonio de Jesús al señalarlo como el Cordero de Dios (cfr. Jn.1,19.26-
27.29.36), el Hijo de Dios (cfr. Jn.1,34), el más fuerte (cfr. Mt. 3,11), el
preexistente (cfr. Jn.1,17-18). Jesús se somete a este juicio con tal que se salven
los que lo acusan (v.34; cfr.1,14; 3,16-17); juicio que puede llevarle a la muerte
(cfr. Jn.5,16-18). La alusión que hace de Juan Bautista, como lámpara, en la que
los judíos se recrearon cuando daba testimonio del futuro Mesías, pero alegría que
ahora se acabó desde el momento en que no aceptan a Aquél de quien dio
testimonio Juan el Bautista (v.35; cfr. Sal.131,16-17; Eclo.48,1; Jn.1,11). El
segundo testimonio, lo encontramos en las mismas obras hechas por Jesús, su
testimonio es mayor (v.36). Según el evangelista, fueron hechas para que creer
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Las obras testimonian que Jesús que es el
enviado del Padre. Tiene una misión, cuyo origen se encuentra en Dios (cfr.
Jn.4,34), tarea que cumple continuamente como respuesta a Quién le envió, obras
que Jesús hace en forma perfecta (v.36; cfr. Jn.5,20). Estas obras perfectas, más
que hablar de sí mismo, dan testimonio de la verdad, es decir, que él es el enviado
del Padre (v.36). Un tercer testimonio, lo da el propio Padre a favor de su Hijo
(vv.37-41). Se aclara quien es el Otro (v.32); mientras los testimonios de Juan el
Bautista y de Jesús son visibles, con el del Padre, no ocurre lo mismo. Los judíos no
lo han visto ni oído, suponen tener su palabra que habita en ellos, pero rechazan al
Dios ha enviado, lo que hace falsa esa creencia. Jesús es la palabra y rostro del
Padre; Jesús no es el Padre pero sí su Enviado. La voz de Dios es el logos de Jesús.
Finalmente, la Escritura es el último testimonio a favor de Jesús (vv.39-40). Los
judíos estudiaban las Escrituras para asegurarse la vida eterna, pero ellas hablan de
Jesús, desconocen el poder vivificante que viene de reconocer que las Escrituras
hablan de Jesús. Su decisión de procesar y matar a Jesús, su interpretación del
sábado, es un abuso, desconoce el testimonio del Padre que habla de Jesús, voz y
figura del Padre; creer en ÉL conduce a la presencia de Dios, no hacerlo revela su
falta de fe (vv.18.37-38). Rechazan acercarse a Jesús, lo que los excluye de la
presencia de Dios (v.40). La gloria de Dios y su amor (vv.41-44). Jesús declara
que no tiene interés alguno en la gloria que procede de los hombres, pero asegura
que los judíos no tienen el amor de Dios en ellos (vv.41-42). Si bien ellos aseguran
tener vida por su escrudiñar las Escrituras, no muestran signos del amor de Dios
(v.42), de ahí que rechacen a su enviado, y acepten a cualquiera que dice venir en
nombre propio (v.43). Mientras Jesús se fija en Dios, los judíos juzgan según las
apariencias externas; su incapacidad para creer viene de su elección por la estima y
gloria que se dan unos a otros (v.44). No ven ni encuentran la gloria que procede
de Dios; Jesús Señor del sábado, da a conocer la gloria del verdadero Dios que al
Hijo ha mostrado todas las cosas, para que ÉL las mostrase a quien quiera y aún
mayores (v.20). Rechazar la revelación del Hijo, equivale a rechazar al Dios del
sábado, a quien dicen defender, no aceptan a Jesús, porque sólo se aceptan así
mismos (vv.16-18). Todo termina con el testimonio de Moisés, que los acusa
(vv.45-47). Si ellos creyeran en Moisés, a quien consideraban mediador entre Dios
y su pueblo (cfr. Ex.32,11-14.30-33; Dt.9,18-29). La ley primero don de Dios a
Israel había llegado por Moisés, los dones se han perfeccionado en y por medio de
Jesucristo (cfr. Jn.1,17). Un mediador sustituye al otro en el plan de Dios, rechazar
a Jesús, hace a Moisés acusador contra ellos (v.45). Si creyesen en Moisés creerían
en Jesús, porque él escribió de Jesús, pero los judíos no creen en ÉL (v.46). Jesús
perfecciona todo lo que Moisés había dicho (cfr. Jn.1,16-17). Si no creen lo escrito
por Moisés, tampoco creen en la palabra de Jesús (v.47). Esta cuaresma nos ayude
a profundizar en el conocimiento de Jesús como enviado del Padre con la lectura
asidua y meditada de su evangelio.
San Juan de la Cruz, nos invita a dar culto al verdadero Dios. “Porque la causa por
que Dios ha de ser servido es sólo por ser el quien es, y no interponiendo otros
fines. Y así, no sirviéndole sólo por quien el es, es servirle sin causa final de Dios”
(3S 39, 3).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD