Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo A, Tiempo de Cuaresma,
Domingo de la Semana No. 5
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Os infundiré, mi espíritu, y viviréis * Del Señor viene la
misericordia, la redención copiosa. * El espíritu del que resucitó a Jesús de entre los
muertos habita en vosotros * Yo soy la resurrección y la vida
Textos para este día:
Ezequiel 37,12-14:
Así dice el Señor: "Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros
sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros
sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor.
Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el
Señor, lo digo y lo hago." Oráculo del Señor.
Salmo 129:
Desde lo hondo a ti grito, Señor; / Señor, escucha mi voz; / estén tus oídos atentos
/ a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuentas de los delitos, Señor, / ¿quién podrá resistir? / Pero de ti procede
el perdón, / así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor, / espera en su palabra; / mi alma guarda al Señor, /
más que el centinela la aurora. / Aguarde Israel al Señor, / como el centinela la
aurora. R.
Porque del Señor viene la misericordia, / la redención copiosa; / y él redimirá a
Israel / de todos sus delitos. R.
Romanos 8,8-11:
Hermanos: Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero
vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios
habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien,
si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive
por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los
muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús
vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en
vosotros.
Juan 11,1-45:
En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su
hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le
enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.]
Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: "Señor, tu amigo está enfermo."
Jesús, al oírlo, dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá
para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella." Jesús
amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba
enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus
discípulos: "Vamos otra vez a Judea."
[Los discípulos le replican: "Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y
vas a volver allí?" Jesús contestó: "¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de
día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche,
tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto, añadió: "Lázaro, nuestro amigo, está
dormido; voy a despertarlo." Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme,
se salvará." Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba
del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: "Lázaro ha muerto, y me
alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos
a su casa." Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
"Vamos también nosotros y muramos con él."]
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco
de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a
María, para darles el pésame por su hermano.] Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo
Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero
aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá." Jesús le dijo: "Tu
hermano resucitará." Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del
último día." Jesús le dice: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí,
aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre. ¿Crees esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."
[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: "El Maestro
está ahí y te llama." Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque
Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo
había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que
María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a
llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies
diciéndole: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano."]
Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,]
sollozó y, muy conmovido, preguntó: "¿Donde lo habéis enterrado?" Le
contestaron: "Señor, ven a verlo." Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
"¡Cómo lo quería!" Pero algunos dijeron: "Y uno que le ha abierto los ojos a un
ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?" Jesús, sollozando de nuevo,
llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: "Quitad la
losa." Marta, la hermana del muerto, le dice: "Señor, ya huele mal, porque lleva
cuatro días." Jesús le dice: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?"
Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy
gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo
por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado." Y dicho esto,
gritó con voz potente: "Lázaro, ven afuera." El muerto salió, los pies y las manos
atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: "Desatadlo y
dejadlo andar."
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en él.
Homilía
Temas de las lecturas: Os infundiré, mi espíritu, y viviréis * Del Señor viene la
misericordia, la redención copiosa. * El espíritu del que resucitó a Jesús de entre los
muertos habita en vosotros * Yo soy la resurrección y la vida
1. El Dios que da la Vida
1.1 Así como descubrimos la fuerza del alimento sobretodo cuando tenemos mucha
hambre y así como saboreamos la frescura de la fuente especialmente cuando
llegamos cargados de sed, así también descubrimos el poder de Dios dando vida
cuando hemos sentido la fuerza de la muerte.
1.2 Y la muerte obra de muchas maneras: eso también lo aprendemos hoy. La
Biblia trata siempre a la muerte como una intrusa. Ha llegado por la obra del
pecado y por eso cuando el pecado es vencido, gracias a la obra de Cristo, cesa el
poder de la muerte. Estas son las ideas que encontramos como hilo conductor entre
las lecturas de hoy.
2. El Sepulcro no tiene la Última Palabra
2.1 Otro modo de mirar nuestros textos de este domingo es leerlos bajo esta clave:
"el sepulcro no tiene la última palabra."
2.2 Se supone que el sepulcro es el extremo de una vida que ha dejado de serlo.
Depositamos el cadáver sabiendo que ya nada puede hacer por sí mismo y que de
él nada saldrá. Deja de ser un "él" o una "ella" y pasa a ser un "eso," unos
"despojos" o "restos."
2.3 Por eso la muerte es altanera porque una vez que ella pronuncia su palabra
nadie puede decir ninguna otra.
2.4 Las cosas cambian por completo cuando Dios anuncia el comienzo de una
historia nueva que brota desde el sepulcro. Es la idea que más se repite hoy: "yo
mismo abriré sus sepulcros y los haré salir de ellos..."; "el mismo que resucitó a
Jesús de entre los muertos dará vida también a sus cuerpos mortales"; "Jesús gritó
con voz potente: ¡Lázaro, ven afuera!" Es decir: la prepotencia de la muerte queda
quebrada por la omnipotencia divina.
3. Jesús ante la Muerte
3.1 El texto de hoy tiene uno de los verbos griegos de más difícil traducción.
Aunque el tema es profundo lo podemos abordar un poco y nos va a traer una gran
enseñanza. Tiene que ver con el llanto de Jesús y, más allá, con su actitud misma
frente a la muerte.
3.2 El prefacio propio de la misa de hoy dice: "Cristo, como hombre mortal, lloró a
su amigo Lázaro, y como Dios y Señor de la vida, lo levantó del sepulcro." A
menudo se ha visto en ese llorar una expresión de tristeza, cosa que va bien con lo
que pensaban aquellos judíos: "Mirad, cómo lo amaba" (Jn 11,36). La Biblia de las
Américas traduce por eso el versículo 33 diciendo que Jesús "se entristeció." Suena
bastante humano pero no logra explicar porque este, que ahora parece triste,
retrasó voluntariamente su presencia al lado de Lázaro enfermo, como de hecho
dice el mismo texto de Juan (11,6).
3.3 Además, los verbos griegos usados para describir lo que Jesús vive en ese
momento son embrimáomai y tarásso, los cuales no indican tristeza sino
indignación y conmoción interior. Por eso nos quedamos más con la interpretación
de Emiliana Löhr y otros estudiosos: "El Espíritu de Dios que reside en El se
estremece por la miseria que Satanás y el pecado trajeron al hombre. No es la sola
humanidad de Cristo; es la vida divina la que se irrita a la vista de la muerte que
destruye su obra; el amor eterno se enoja contra Satanás, que es 'homicida desde
el principio' (Jn 8, 44), que abrió las puertas de la muerte a la creación."
3.4 Se trata de una santa irritación o indignación que luego se plasma en el
vigoroso grito con el que Cristo le arranca su presa al sepulcro y le quita a la
muerte su pretendida soberanía: "¡Lázaro, sal afuera!" Según esto, ese llanto
encierra la fuerza del amor que rescata con poder a su creatura amenazada y
levanta con ardor y con vigor a su niño oprimido por el pecado y por la muerte.