V Semana de Cuaresma
Jueves
Lecturas bíblicas:
a.- Gén. 17, 1-9: Alianza de Dios con Abraham.
La primera lectura, es todo un ramillete de promesas de parte de Yahvé, donde
está el contenido de la Alianza, en la versión sacerdotal, donde el
trascendentalismo, es reemplazado por el humanismo, donde el diálogo, ahora es
discurso divino; la relación cercana entre Yahvé y Abraham, ahora es silencio y
postración ante Dios (cfr. Gn.15): La alianza sacerdotal, es una teofanía donde Dios
establece con Abraham y su descendencia una alianza eterna; un don para el
patriarca y los hijos. La alianza es entre dos partes: Yahvé y Abraham. Dios se
compromete con que: Abraham será padre de una muchedumbre de pueblos,
establece una alianza eterna, donde Yahvé será su Dios, para él y las generaciones
que vendrán, y recibirá la tierra de Canaán, tierra que heredarán sus
descendientes. Como padre de muchos pueblos la alianza que Dios hace con
Abraham, es con toda la humanidad. De parte de Abraham este se compromete:
con andar en su presencia y ser perfecto (v.1). Abraham cae rostro en tierra, y
adora a Yahvé. La circuncisión (cfr. Gn.17,10), será expresión de esa actitud
interior. La Alianza mira más allá de la persona de Abraham, hacia su descendencia.
Precisamente ese es el sentido de cambio de nombre, de Abran por Abraham,
padre de multitud, hacer de su nombre una misión, llevar en su nombre la promesa
de una gran posteridad. La circuncisión, impresión en la carne de la Alianza, es
señal de la pertenencia al pueblo de Dios, compromiso de vivirla para siempre. El
autor sagrado, sabe que Dios es más que la humanidad y también para ella tiene
una promesa de bendición y salvación. Gracias a su fe hoy creemos, más aún, su fe
creó vida y bendición en Isaac, hijo de sus entrañas, pero que en Cristo Jesús, la
vida y bendición alcanzan su plenitud.
b.- Jn. 8, 51-59: Antes de Abraham existo yo.
El evangelio nos presenta el final del diálogo de Jesús con los judíos. Mientras Jesús
los declara hijos del diablo, ellos lo acusan de tener un demonio, estar loco (cfr. Mt.
8, 44. 48-49). Las palabras que dirige a los judíos preceden de su unión con el
Padre, a quienes ellos dicen conocer y honrar, sin embargo deshonran al Hijo (cfr.
Mt. 8, 49). El juicio surge de la aceptación o rechazo del Hijo (cfr. Jn.3, 16-21: 36;
5,27; 8,16), para honrar al Padre, hay que honrar también al Hijo 8cfr. Jn.5,23).
Jesús no busca su propia gloria, como Enviado del Padre, le vendrá en momento
oportuno. Tras el juicio está el Padre, que envió a Jesús. La vida eterna surge de
observar la palabra de Jesús, hacerla propia y realizar sus exigencias consiguiendo
vida por medio de ella (v.51). Los judíos no salen de sus categorías, vuelven a su
ascendencia abrahámica y profética, no se abren a la palabra de Jesús que viene de
lo alto (cfr. Mt. 8, 23). Su argumento es el mismo que el de la samaritana, no
aceptan que Jesús pueda ser más grande que Abraham o los profetas. ¿Puede Jesús
ofrecer vida eterna, si los citados todos ellos murieron? La muerte le da pie a Jesús,
para repetir que no busca su propia gloria, porque es el Padre quien lo glorifica;
intervendrá de tal modo que le devolverá su gloria (v.54). Los judíos reivindican la
paternidad del único Dios verdadero, pero no es verdad, su verdadero padre, el que
es homicida desde el principio, el padre de la mentira (cfr. Mt.8,44). No pueden
querer matar al Hijo de Dios y afirmar que su único Dios verdadero. Los judíos no
conocen a Dios, porque rechazan reconocer al Hijo y aceptar su palabra, mientras
que Jesús sí conoce al Padre (v.55). Si bien todos son descendientes de Abraham,
los separa el hecho que él acepto el proyecto de Dios; se alegró porque algún día
vería él día de Jesús, en cambio, ellos no lo ven; quieren matarle (v.56; Gn.24,1;
Am.5,18). Los judíos le preguntan cómo siendo joven, podía haber visto a
Abraham, Jesús no había dicho que lo había visto, sino que el Patriarca visto los
días de Jesús: “Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: antes de que
Abraham existiera, Yo Soy.” (v. 58; Jn.1,1-18). Jesús se remite a su preexistencia,
como Logos, vuelve en amorosa unión con el Padres, antes que comenzara todo
(cfr. Jn.1,1). Mientras Abraham vino y se fue, Jesús trasciende el tiempo, antes del
tiempo del Patriarca, ÉL ya existía. Esta declaración le ganó a Jesús el título de
blasfemo y sus adversarios aplican la ley reservada a los blasfemos (cfr. Lev.
24,16), es decir, la condena a muerte. Como no había llegado su hora (cfr. Jn. 7,
30), Jesús se retira, el tiempo sigue a la luz, se recoge en ÉL.
Para San Juan de la Cruz, comentado los versos de Cántico espiritual escribe: “Y
luego me darías, / allí, tú, ¡vida mía!/, aquello que me diste el otro día” Por aquel
otro día entiende el día de la eternidad de Dios, que es otro que este día temporal;
en el cual día de la eternidad predestinó Dios al alma para la gloria, y en ese
determinó la gloria que le había de dar, y se la tuvo dada libremente sin principio
antes que la criara, y de tal manera es ya aquello propio de tal alma, que ningún
caso ni contraste alto ni bajo bastará a quitárselo para siempre, sino que aquello
para que Dios la predestinó sin principio, vendrá ella a poseer sin fin. Y esto es
aquello que dice le dio el otro día, lo cual desea ella poseer ya manifiestamente en
gloria” (CB 38,6).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD