Quinta semana de Cuaresma
LUNES
Jesús, imagen viva del Padre misericordioso
Juan 8,1-11
“Tampoco yo te condeno. Vete y adelante no peques más”
Iniciamos la quinta semana de Cuaresma acompañados todavía por el evangelio del
discípulo amado, aunque el episodio de hoy tiene más bien sabor Lucano, el de la
“mujer adúltera” (Juan 8,1-11).
En este episodio podemos ver a Jesús como el Señor de la misericordia y del
perdón que recrea y transforma nuestra vida.
Después de las fuertes discusiones con los escribas y fariseos, Jesús pasa la noche
en oración, pero de madrugada vuelve al Templo y allí se pone a enseñar a toda la
gente que acude a Él (8,2).
El texto dice que “ todo el pueblo acudía a Él ”, y Jesús, como verdadero Maestro
se sienta y se pone a enseñarles (8,2). Todo parece decirnos que el
reconocimiento de la “autoridad” que tiene Jesús ha llegado al punto máximo.
1. Una emboscada para Jesús
Pero los escribas y fariseos que no descansaban en su persecución contra Jesús,
aprovechan esta situación para ponerlo a prueba y desacreditarlo ante sus
oyentes, y de este modo tener de qué acusarlo (ver 8,6; Lo mismo sucede en Lucas
20,20; Marcos 12,13).
Entonces “le llevan una mujer sorprendida en adulterio” (8,3). La Ley de
Moisés consideraba el adulterio contrario a la voluntad de Dios. El castigo previsto
es la pena de muerte. Lo jurídico parece favorecer las perversas intenciones de los
acusadores.
A Jesús se le pide un pronunciamiento: “﾿Tú que dices? ” (8,5). Es claro que “ esto
lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle ” (8,6). Si Jesús se
pronuncia en favor de la aplicación estricta de la pena de muerte, perdería su fama
de hombre compasivo y misericordioso; además, le vendrían problemas con las
autoridades romanas ante las cuales los fariseos habían perdido el derecho de
aplicar la pena de muerte. Pero por otra parte si se pronuncia en contra de la
aplicación de la pena de muerte, iría contra lo prescrito en la Ley y, luego, ¿con qué
autoridad podría presentarse ante el pueblo como Maestro venido de Dios?
2. EL gesto salvador de Jesús
Jesús responde realizando un gesto simbólico que repetirá en dos momentos:
“Inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra” (6,6; también en
6,8).
No se sabe bien porque Jesús se haya puesto a escribir en la tierra, lo cierto es
que en Él no hay agresividad ni fanatismo. Jesús no se precipita a dar opiniones.
Más bien invita a una serena reflexión.
Tratando de interpretar el gesto de Jesús, algunos autores hacen referencia a
Jeremías 17,13: Todos los que te abandonan serán escritos en la tierra
porque han olvidado al Señor , aduciendo que quizás Jesús quería indicar con
este gesto el pecado de los que acusan a la mujer.
3. La Palabra de Jesús hace entrar en el propio corazón
Con el gesto de Jesús sus adversarios se incomodan y siguen insistiendo. Entonces,
“Jesús se incorpora y les dice: “Aquel que de Ustedes esté sin pecado, que
tire la primera piedra” (6,7). Y vuelve a inclinarse como para darles tiempo de
examinarse a sí mismos.
La respuesta de Jesús, en una situación tan difícil no es solamente aguda sino que
“es un golpe de gracia” , que obliga a sus adversarios a entrar en sus corazones y
reconocer humildemente su propio pecado. De hecho, ninguno se atreve a tirar una
piedra. Jesús no los ha condena tampoco a ellos, pero en cierto modo los ha
obligado a tomar conciencia de su pecado: ¿Quién puede estar libre de todo
pecado? Y haciendo así también a ellos les ofrece su misericordia.
Los acusadores se van retirando uno tras otro: comenzando por los más viejos
(8,9). Al final Jesús y la mujer quedan solos, uno frente al otro (8,9). La mujer
todavía está “en medio”, aguardando el juicio.
4. La Palabra de Jesús perdona, libera y resucita
Entonces, Jesús “ incorporándose ”, se dirige a la mujer diciéndole: “Mujer,
¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Ella respondi￳: Nadie Se￱or”
(8,10).
Las preguntas de Jesús le permiten a esta mujer expresarse y recobrar dignidad de
persona, dándole también la oportunidad de constatar por ella misma que el amor
manifestado en los gestos y palabras de Jesús la han salvado de la muerte.
Por fin se escucha el pronunciamiento de Jesús: “ᄀTampoco yo te condeno! Vete,
y no peques más” (8,11).
Jesús no es acusador. Así como el Padre misericordioso nunca condena al pecador,
Jesús, imagen viva de su presencia y de su amor compasivo, no condena sino que
levanta a quien está caído.
Finalmente Jesús envía la mujer a una vida nueva: “Vete y no peques más”
(8,11). El amor va de la mano de la justicia: de aquí en adelante la mujer debe
rectificar su conducta. Jesús no sólo ha librado a esta mujer de la muerte, sino que
también la ha liberado interiormente infundiéndole la capacidad de vivir en adelante
según la voluntad de Dios.
Este relato cobra más sentido cuando lo leemos de cara a la Pasión del Señor:
desarmados ante los demás, estamos llamados a abrirnos a la misericordia que el
Padre derrama sobre cada uno y sin medida en la Pasión y muerte de su Hijo
querido.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Cómo descubrimos en el pasaje de la adúltera que la Palabra de Jesús perdona,
libera y resucita?
2. ¿Cuándo alguien me hace un comentario negativo de una persona, qué actitud
tengo? ¿Condenarla o reconocer el error, si lo hay, y tratar de salvar y ayudar?
3. Recuerdo un momento de mi vida en el cual me haya sentido perdonado/a por
Dios. ¿Por qué puedo afirmar que sentí el perdón de Dios? Si el Señor me pide
acercarme al sacramento de la reconciliación. ¿Cuándo y cómo lo haré?
“El Dios de las venganzas
un tiempo los profetas te llamaron,
mas ya mis esperanzas,
desde que hombre te hiciste, mejoraron,
pues Dios de amor te miran en prisiones,
sin carcaj, sin saetas, sin arpones”
(De la Liturgia de las Horas)
Padre Fidel Oñoro CJM