VI Semana de Pascua
Jueves
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 18,1-8: Fundación de la Iglesia en Corinto.
Pablo en Corinto, ciudad más romana que griega, ya que había sido reconstruida
por Julio César. Ciudad importante por su situación geográfica y su puerto
comercial, pero también lugar de paso de muchas corrientes morales y religiosas, lo
que también traía corrupción en la población. Es precisamente ahí donde surge una
floreciente comunidad cristiana, la que más problemas dio a Pablo. Viene de
Atenas, a Corinto, se hospeda en casa del matrimonio de Aquila y Priscila, trabaja
con ellos en la fabricación de tiendas. Va a la sinagoga a predicar a Jesucristo a los
judíos. Se unen a la misión de Pablo, provenientes de Macedonia, Silas y Timoteo.
El autor de los Hechos centra toda la actividad de Pablo en la predicación del
evangelio a los judíos, concretamente en la mesianidad de Jesús. Realidad que ellos
niegan, no aceptan que el Cristo sea Jesús de Nazaret (v.5). La reacción de Pablo
fue marcharse a predicar a los gentiles: “Como ellos se opusiesen y profiriesen
blasfemias, sacudió sus vestidos y les dijo: Vuestra sangre recaiga sobre vuestra
cabeza; yo soy inocente y desde ahora me dirigiré a los gentiles” (v. 6). Sin
embargo, junto a la Sinagoga, vivía Justo, Pablo es acogido en su casa y, Crispo,
jefe de la Sinagoga, se convierte con toda su casa y algunos otros corintios. Lo que
llama la atención de otros judíos, que también aceptan la nueva fe. El Señor Jesús,
exhorta a Pablo a seguir predicando porque “yo estoy contigo” (Hch. 18,10). Esos
son los comienzos de la Iglesia de Corinto.
b.- Jn. 16, 16-20: Jesús anuncia su pronto retorno.
El evangelio nos presenta palabras enigmáticas las de este evangelio, cuando se lee
sin considerar el contexto en que fueron pronunciadas. “Dentro de poco ya no me
veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver” (v. 16). Se viene sobre ÉL su
pasión, muerte y resurrección. Jesús desaparece y reaparece con su Resurrección.
Es su misterio pascual que lo ocultará a los ojos de los discípulos, pero la
resurrección y exaltación a la diestra del Padre y la venida del Espíritu Santo lo
vuelven a hacer presente a sus discípulos y al mundo entero. En este nuevo orden
los que crean entrarán comunión con el Padre y el Hijo. Esta terminología: “dentro
de poco” era conocida en la en el AT así hablaban los profetas y también en el NT
(cfr. Ap. 6,11). Importante es comprender que las palabras de Jesús se referían al
futuro inmediato de su muerte y resurrección, pero también se pueden entender a
su retorno glorioso como Juez de la historia al final de los tiempos. El evangelista
usa dos verbos distintos para cada vez que habla de “ver”. El primero se refiere a lo
corporal y el segundo ver se refiere al creer, es decir, ver a Jesús desde la fe, que
cambiará la tristeza de su partida por el gozo de reencontrarlo resucitado y
glorioso. Del mismo modo que Jesucristo venció la muerte y el pecado, así el
cristiano comienza a vivir su nueva condición de pasar de la tristeza y del
sufrimiento a la alegría de una vida nueva en Cristo Jesús. Este “dentro de poco”
del tiempo de la Iglesia, tiempo del Espíritu Santo, es para que el cristino viva
alegre su nueva condición de hijo de Dios a la espera de Señor que ya viene. La fe
en la resurrección de Cristo es la esperanza de la nuestra, lo que da una capacidad
superior para superar las asperezas de esta vida. Toda esta esperanza y alegría
cristiana hacen comprender el lenguaje del dolor y de la cruz, incluso de la muerte,
entendiendo que la última palabra no la tiene ni el mal ni la muerte sino la vida en
el Espíritu de Dios que hay en cada cristiano. Es el Espíritu quien nos comunica la
vida de Cristo resucitado. Cuanto más unidos estemos a una muerte como la suya,
también lo estaremos en una resurrección como la de Cristo, enseña Pablo (cfr.
Rm. 6, 5). Esta experiencia crea en cada creyente la razón de su fe y de su
esperanza, como también enseña Pedro (cfr. 1 Pe 3,15). Quizás deberíamos
potenciar nuestra forma de expresar el gozo y la alegría que el Espíritu Santo deja
en nuestro espíritu después de su visita, luego de la oración. Debemos dejarnos
guiar por el Espíritu para revivir esa condición de hijos que grita Dios: Abbá.
Evitemos el temor, que nos cierra el camino al amor, Jesús ya lo dijo, no temáis yo
he vencido al mundo.
San Juan de la Cruz nos enseña a saber dónde está el Amado del alma, Jesucristo,
dentro de cada creyente es fundamental, tan cerca para buscarle y tan dentro para
unirse a ÉL. Son motivos para estar contento y alegre, enseña el místico, pues ahí
encuentra todo su bien, toda su esperanza, hasta llegar no poder vivir sin ÉL
porque ha encontrado toda su alegría y gozo en esta vida y en la que ya vislumbra
por medio de la fe. “Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que
tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte con él, ya
se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora, y el retrete y escondrijo
donde está escondido, que es cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver
que todo tu bien y esperanza esté tan cerca de ti, que esté en ti, o por mejor decir,
tú no puedas estar sin él” (CB 1,7).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD