Domingo de La Resurrección del Señor
El resucitado vive con nosotros
Me conmuevo siempre cuando veo en la televisión los esfuerzos por
encontrar una persona que ha sido secuestrada o que se ha ahogado. Cuan
más dolorosa debe ser la pérdida de un ser querido cuando, por demás, su
cuerpo ha desaparecido y que no hay tumba o cementerio ante el cual
recogerse para orar.
Es esto lo que ha vivido María Magdalena la mañana de Pascuas. Después del
trauma o shock de la muerte sobre la cruz del viernes, se encuentra ahora
con que el sepulcro esta vacío. Ella experimenta la ausencia, la duda, la
incertidumbre. Simón Pedro se queda también todo perplejo al constatar que
el cuerpo de Jesús ha desaparecido. La fe no va de sí misma. Ella supone
continuamente un largo recorrido (camino). Juan será más rápido: “El ve y él
cree”.
Nosotros también, nos abalanzamos a veces al vacío (al abismo) a la
ausencia, a la duda. La muerte está siempre trabajando en nuestras vidas:
enfermedad, violencia, fracasos, desempleo, hambrunas nos hacen dudar de
la presencia de Dios en nuestro mundo. Tenemos dificultad para verlo. No
hay pruebas científicas de la resurrección. No hay sino testigos que nos
ayudan a ver. Ellos también han debido creer. Por fortuna, Dios les ha
escogido para comer y beber con Jesús después de su resurrección. Es esta
experiencia de encuentro con el resucitado que ellos nos proponen vivir.
Es a causa de ellos que nosotros estamos acá en esta celebración, esta
ma￱ana…
Hoy el Señor Resucito; Aleluya, Aleluya!
Pascua es la fiesta cristiana más grande del año. Es la fiesta de la vida, de la
primavera, de la renovación, de la alegría.
Lo que distingue los cristianos de los no creyentes es la resurrección, es la fe
y la confianza en un Dios que rechaza la idea de poner fin a la vida y que no
acepta que todo se termine en el cementerio. De otro lado, la palabra que los
cristianos utilizaban para indicar el lugar donde ellos enterraban sus difuntos
era la palabra griega “koimiterion”, que ha llegado a ser nuestra palabra
“cementerio” y que quería decir “hotel para visitantes extranjeros”, “refugio
de pasaje”.
La liturgia del domingo de Pascuas está impregnada de paz y serenidad.
“El Se￱or ha resucitado!”; “El sol se ha puesto: no busquen más entre los
muertos a Aquel que vive. EL ha roto las cadenas de la muerte!”. Jesús le
había dicho a María la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrecci￳n y la vida.
Si alguien cree en mí, mismo si él muere vivirá”.
La resurrección, es la respuesta de Dios Padre a la violencia, a la injusticia de
la tortura y de la cruz. Aquellos que han condenado a Jesús creían que
podían hacerle callar y deshacerse definitivamente de Él. Pero el padre lo ha
resucitado, aprobando los valores que Él ha querido promover durante su
vida.
Nuestra fe cristiana no se limita a recordarnos que Cristo ha resucitado y que
nuestra vida no se termina con la muerte. La Pascua y la resurrección
conducen a una nueva primavera después de un invierno abominable,
asesino y glacial. La pascua y la resurrección nos incitan a comprometernos
ahora, a tomar la vida en serio. Cristo nos invita a vivir plenamente desde
ahora, a salir de nuestros sepulcros, de nuestras decepciones o desalientos,
de nuestros miedos, de nuestros temores.
“Salgan de sus tumbas”, de sus vidas sin esperanza. Recomiencen a respirar
a pleno pulm￳n…”Yo he venido para que tengan vida y la vida en
abundancia” (Juan 10,10).
Después de la ultima cena, yendo al Monte de los Olivos, Jesús había dicho a
sus discípulos: “Una vez que haya resucitado, yo iré delante de ustedes en
Galilea”. Es esta misma invitaci￳n que Jesús transmite a las mujeres después
de la resurrecci￳n: “Vayan a anunciar a mis hermanos que deben estar
presentes en Galilea: es ahí que ellos me verán”. Ellos son convidados a
retornar a su Galilea natal, a su lugar de origen, a sus familias, a sus barcas
y a sus redes.
Nuestra religión es una religión pascual. No ignoramos por lo tanto el mal
presente en el mundo, mas rechazamos creer que este mal tendrá la última
palabra, y hacemos todo para que él sea vencido.
Es verdad que vivimos en un mundo de muerte. Cien millones de personas
han perdido la vida a causa de la guerra durante el último siglo, 60% de la
población mundial sufre de pobreza crónica y de malnutrición. Vivimos en un
mundo de discriminación, de violencia, de terrorismo, de suicidio, de drogas,
del abuso de alcohol, de malos hábitos alimentarios, de falta de respeto hacia
la naturaleza. Y sin embargo nosotros queremos luchar contra todos esos
fenómenos y esos abusos mortales.
Es por eso , que al recordar la Pascua, cada “primer día de la semana”, nos
reunimos alrededor del Señor. El Sabbat (sábado) era el último día de la
semana : “el séptimo día”…Para los cristianos, “el primer día de la semana”
es un día de fiesta y de adoración antes del trabajo que va continuar. El
domingo cristiano inaugura e impregna los días que seguirán.
Cristo resucitado está presente entre nosotros: “cada vez que dos o tres
se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. Él nos invita
a escuchar su palabra, a compartir su vida, a retomar fuerzas antes de
retornar a “nuestra Galilea”, donde Él nos acompa￱a día a día: “ He aquí
que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
Hoy, festejamos la más grande fiesta cristiana del año, la fiesta de Pascua.
Cristo resucitado nos da el coraje para volver al interior de nuestras familias,
a nuestro trabajo, para vivir la primavera de Dios.
En este primer día de la semana, en este día de la Resurrección del Señor,
Felices Pascuas para todos. “El Señor resucito, aleluya, aleluya!”
P. Gustavo Quiceno Jaramillo mxy