Semana Santa
Lunes Santo
Yo, el Señor, te he cogido de la mano
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de Isaías 42, 1-7
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien
prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las
naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no
la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho,
no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes
que esperan las islas.» Así dice el Señor Dios, que creó y desplegó los cielos,
consolidó la tierra con su vegetación, dio el respiro al pueblo que la habita y el
aliento a los que se mueven en ella: «Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te
he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de
las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la
prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»
Sal 26, 1. 2. 3. 13-14 R. El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen. R/.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 12,1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien
había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía,
y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de
perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó
con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote,
uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido
este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? .» Esto lo dijo,
no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la
bolsa llevaba lo que iban echando. Jesús dijo: - «Déjala; lo tenía guardado para
el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero
a mí no siempre me tenéis.» Una muchedumbre de judíos se enteró de que
estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que
había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar
también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en
Jesús.
II. Compartimos la Palabra
Yo, el Señor, te he cogido de la mano
El muchas veces aludido Servidor de Yahvé, es el elegido por Dios y consagrado
por su espíritu para implantar la justicia entre los pueblos; mensajero al servicio
de la ley de Dios, la que no se cumplirá hasta que sea reconocido su señorío en
todo el ámbito viviente y cuya aceptación sea la privilegiada comunicación de
Dios, su mejor revelación. Este servidor es sencillo, sin doblez, veraz, humilde
que en sus formas contrasta con el vigor de su mensaje que es tenaz, firme y
constante, pues no cesará su comunicación hasta que su mensaje sea aceptado
en su totalidad. Es Dios quien lo conduce con mano de seda, y, guiado por el
amor de Dios, será luz de las naciones, libertad para los oprimidos, alianza
pacífica para los pueblos. Su aparente debilidad, incluso con apariencia castigada
por el dolor, no oculta que su fuerza le viene dada por la mano que le sostiene,
lo aprieta, lo abraza y acaricia; es la mano de Dios que, con su Hijo, escribe la
mejor historia de amor entre el creador y la criatura, y deja trazos de esperanza
a los que sufren vida mortecina y a los que están en tinieblas a su pesar.
A mí no siempre me tenéis
Breve página evangélica que nos muestra, al principio, a los tres hermanos
como figurantes: a Lázaro se alude, aunque de él nada más se diga; Marta, a lo
suyo, a servir; y María a los pies de Jesús, identificada aquí como la mujer que
ungió los pies del Maestro con perfume; las dos hermanas actuando de
discípulas y levantando acta de lo mucho que aman al Maestro: amando por la
vía del servicio y la entrega incondicional al Maestro. Enfrente, la antítesis, la
expresión del antidiscípulo que no tiene mejor cosa que censurar el gesto de
María, pero nunca desde su propia dedicación a los necesitados.
El relato evangélico deja asomar la inminencia de algo importante en la vida del
Maestro de Galilea, pues empiezan a coincidir las conspiraciones para la muerte
de Jesús con el dominio de Jesús sobre su momento final, su hora. Lázaro viene
a ser la oportunidad de anunciar Jesús su propia muerte, en la referencia que
hace a su sepultura cuya unción es ahora más urgente que el servicio a los
pobres. Jesús sabe su momento, que vuelve al Padre y deja este mundo con la
fragancia de una vida llena de sentido para que los que aquí vivimos no
cometamos el craso disparate de vivirla sin criterio y discernimiento. El Maestro
nos ha indicado el mejor camino para llenar nuestros días de horizonte
esperanzador.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org