DOMINGO DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR. CICLO A
( Jn. 20, 1-9)
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr
y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería
Jesús, y les dijo: -«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos
dónde lo han puesto. » Salieron Pedro y el otro discípulo camino del
sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que
Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las
vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él
y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le
habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en
un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían
entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
CUENTO: ALMUERZO CON DIOS
Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabia que era un largo viaje hasta
donde Dios vive, así que empacó su maleta con pastelillos y refrescos, y
empezó su jornada.
Cuando había caminado como tres manzanas, se encontró con una mujer
anciana. Ella estaba sentada en el parque, sola contemplando algunas
palomas.
El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su
refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció
un pastelillo.
Ella agradecida aceptó el pastelillo y sonrió al niño. Su sonrisa era muy
bella, tanto que el niño quería verla de nuevo, así que le ofreció uno de sus
refrescos.
De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado!
El se quedó toda la tarde comiendo y sonriendo, pero ninguno de los dos
dijo nunca una sola palabra, mientras oscurecía, el niño se percató de lo
cansado que estaba, se levantó para irse, pero antes de seguir sobre sus
pasos, dio vuelta atrás, corrió hacia la anciana y le dio un abrazo.
Ella, después de abrazarlo le dio la más grande sonrisa de su vida.
Cuando el niño llegó a su casa, abrió la puerta. Su madre estaba
sorprendida por la cara de felicidad. Entonces le preguntó:
-Hijo, ¿qué hiciste hoy que te hizo tan feliz?
El niño contestó:
-¡Hoy almorcé con Dios!...
Y antes de que su madre contestara algo, añadió: -¿Y sabes qué? ¡Tiene la
sonrisa más hermosa que he visto!
Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa.
Su hijo se quedó sorprendido por la expresión de paz en su cara, y
preguntó:
-Mamá, ¿qué hiciste hoy que te ha puesto tan feliz? La anciana contestó:
-¡Comí con Dios en el parque!... Y antes de que su hijo respondiera, añadió:
-¿Y sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba!
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Hoy es el gran día de la fe cristiana: ¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!.
La muerte ha sido vencida, hay esperanza para la humanidad. La última
barrera ha sido superada. No estamos abocados a una vida y a una muerte
sin sentido. Porque la resurrección de Cristo es algo más que el hecho
central de la religión cristiana. Se abre un horizonte inusitado para la
humanidad. Una luz ilumina la noche del mundo, ya no caminamos a
tientas, estamos llamados a vivir y a vivir para siempre. Nuestra vocación
humana y cristiana vivir como resucitados, testigos alegres de esta
impresionante noticia que ha revolucionado nuestra historia. Desde ahora,
amar, luchar, esforzarse por construir un mundo mejor vale la pena.
Estamos invitados a la fiesta del infinito, de la utopía. Tenemos alas para
volar alto y lejos. Cristo a abierto el sepulcro de nuestros miedos y ha
sacudido los cimientos de nuestra cómoda resignación. La muerte, cualquier
tipo de muerte, no tiene poder sobre nosotros ni aniquila nuestros deseos
de ser mejores.
Hace falta mucha resurrección en nuestra Iglesia y en nuestro mundo.
Muchos cristianos y jerarcas de nuestra Iglesia siguen estancados en la
última estación del vía crucis, se han olvidado del vía lucis, el camino de la
luz y de la esperanza. La fe cristiana no es fe de muertos, ni lleva a la cruz,
lleva a la Vida y debe transmitir, contagiar vida y motivos de esperanza
para la humanidad.
Cristo nos sale desde ahora el encuentro en todas las encrucijadas de la
vida. Su presencia resucitada es fuente de ánimo para nuestra fe titubeante
y racionalista. ¡Hay tanta resurrección en nuestro mundo! Sólo hay que
saber mirar, quitarse las escamas de nuestros prejuicios y abrir el corazón a
la luz y a al amor que irradian las heridas del Resucitado, presente en cada
signo de belleza, de compartir, de bondad, de alegría, de lucha, de
solidaridad. El cuento de este domingo nos invita a descubrir la presencia de
Dios en el corazón de los seres humanos, en la mano tendida, en el corazón
generoso, en la sonrisa de un niño, en la bondad de una anciana. Más que
nunca el mundo y la Iglesia necesitan el testimonio de una fe y de un amor
convencido, de una alegría y de una felicidad que brotan de aquella mañana
luminosa de Domingo de Resurrección. Canta y alaba en este hermoso día,
el más hermoso de los días. ¡ALELUYA!. ¡FELIZ RESURRECCIÓN! ¡FELIZ
VIDA, FELIZ ESPERANZA!