Jueves 17 de Abril de 2014. Jueves Santo
Éxodo 12,1-8.11-14 Prescripciones sobre la cena pascual
Salmo responsorial: 115 El cáliz de la bendición es comunión con la
sangre de Cristo.
1 Corintios 11,23-26 Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte
del Señor
Juan 13,1-15 Los amó hasta el extremo
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar
de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a
Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había
puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena,
se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y
se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había
ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jesús
le replicó: Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más
tarde. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le contestó: Si no te lavo,
no tienes nada que ver conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor, no sólo los pies, sino
también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: Uno que se ha bañado no necesita
lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis
limpios, aunque no todos. Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: No
todos estáis limpios.
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el Maestro y el
Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado
los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo
para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
Pensemos…
Y habiendo amado a los suyos
forma de ver a la santa misa. Un Dios que se da y se entrega para nuestra salvación.
La Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11) "Los demás
sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de
apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. Y algo muy bello, por la
celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida
eterna cuando Dios será todo en todos (1 Co 15,28)
En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe.
Por tanto, debemos considerar la Eucaristía: como acción de gracias y alabanza al
Padre, como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo, como presencia de
Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu.
Entonces…
Dejemos que nos hable el Papa Francisco: celebramos la misa porque
estamos necesitados de la misericordia de Dios. La Eucaristía no es un mero
recuerdo de algunos dichos y hechos de Jesús. Es obra y don de Cristo que sale a
nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y su vida.
La Eucaristía nos introduce en la comunión real con Jesús y su misterio.
Indicadores para vivir la Eucaristía. El primer indicador es la manera en que
vemos y consideramos a los demás. En la misa se actualiza el acto redentor de
la cruz. Ahora, cuando nosotros participamos en la Santa Misa, nos encontramos
con hombres y mujeres de todo tipo: jóvenes, ancianos, niños; pobres y ricos;
originario del lugar y extranjeros; en compañía de familiares o solos... ¿Pero la
Eucaristía que celebro, me lleva a sentirlos de verdad a todos, como hermanos y
hermanas? ¿Crece en mí la capacidad de alegrarme con los que están alegres y de
llorar con los que lloran? ¿Me empuja a ir hacia los pobres, los enfermos, los
marginados? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús?
Todos vamos a misa porque amamos a Jesús y queremos compartir su Pasión y su
Resurrección en la Eucaristía ¿Pero amamos, como Jesús quiere que amemos a
aquellos hermanos y hermanas necesitados?
Segundo indicador, es la gracia de ser perdonados y
perdonar. A veces alguien pregunta: "¿Por qué hay que ir a la iglesia, si los que
participan regularmente en la Misa son pecadores como los demás?". ¡Cuántas
veces hemos oído esto! En realidad, quien celebra la Eucaristía no lo hace porque
cree o quiere aparentar más que los demás, sino porque se reconoce siempre con
la necesidad de ser aceptado y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne
en Jesucristo. ¡Si cada uno de nosotros no se siente con la necesidad de la
misericordia de Dios, no se siente un pecador, es mejor que no vaya a misa! Porque
vamos a Misa, porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús,
participar en su redención, en su perdón. ¡Ese "confieso", que decimos al principio
no es algo "formal", es un verdadero acto de penitencia! ¡Yo soy pecador y
confieso! Así da inicio la Misa. No debemos olvidar nunca que la Última Cena de
Jesús tuvo lugar "la noche en que fue traicionado" (1 Corintios 11,23) Debemos ir a
Misa humildemente, como pecadores y el Señor nos reconciliará.
Un último y valioso indicador nos lo ofrece la relación entre la
celebración eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas.
Debemos tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos
nosotros; no es una conmemoración nuestra de lo que Jesús dijo e hizo. No ¡Es
propiamente una acción de Cristo! ¡Es Cristo quien los realiza, que está en el altar!
Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, que se hace presente y nos reúne en
torno a Él, para alimentarnos con su Palabra y con su vida. Esto significa que la
misión y la misma identidad de la Iglesia fluyen a partir de ahí, de la Eucaristía, y allí
siempre toman forma.
A bi n d bí d n “L ” de Juan 13,1
J ú v pi u di cípu y d nu v nd i n “C y
d á n un ” Ju n 13 34 P u g d p nu
bi n: “H g n n i í ” (1 C in i 11 24 25) y di n d c i n
al entregar el pan convertido en su Cuerpo y el vino convertido en su Sangre. Claro
todo dentro de un servicio de amor. Por tanto no habrá misa sin amor, sin caridad
de unos para con los otros.
Esto es lo que comenzó a hacer la comunidad cristiana desde los
inicios, como atestiguó Pablo en el texto que acabamos de escuchar: «Cada vez
que comen de este pan y beben este cáliz, anuncian la muerte del Señor, hasta que
venga» (1 Corintios 11, 26)
La Eucaristía es, por tanto, un memorial en plenitud: el pan y el vino, por la
acción del Espíritu Santo, se convierten realmente en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, que se entrega para ser alimento del hombre en su camino sobre la tierra.
Para estar unidos a Él, para amar como Él amó es necesario este alimento. Es su
Cuerpo. Es su Sangre. ¡Qué hermoso comulgar! ¡Qué triste que algunos no lo
puedan hacer!
Denle gracias a Dios por el regalo de los sacerdotes que hacen realidad la
presencia de Cristo Eucaristía. Un regalo que muchas veces no valoramos y lo
dejamos enfriar, arrinconar y solamente le buscamos cuando nos conviene.
Muc c d n p d p p qui í bu n c d …
Digamos sus nombres en voz alta y con corazón agradecido elevemos una plegaria
de amor y de encuentro.
¿Sabes cuál es el valor de una Misa?
Una mujer pobre fue a una carnicería a solicitar una caridad. Allí estaba el
carnicero en amena conversación con un militar. Ante la petición le preguntó el
carnicero a la pobre mujer: ¿un pedazo de carne, pero cuánto me va a pagar por
eso? La señora le respondió, perdóneme, no tengo nada de dinero, pero iré a Misa
por usted y rezaré por sus intenciones". El carnicero y el capitán eran buenos
hombres pero indiferentes a la religión y se empezaron a burlar de la respuesta de
la mujer.
Está bien dijo el carnicero, entonces usted va a ir a Misa por mí, y cuando
regrese le daré tanta carne como pese la Misa. La mujer se fue a Misa y regresó.
Cuando el carnicero la vio viniendo cogió un pedazo de papel y anotó la frase ella
fue a Misa por ti, y lo puso en unos de los platos de la balanza, y en el otro plato
colocó un pequeño hueso. Nada sucedió e inmediatamente cambió el hueso por un
pedazo de carne. El pedazo de papel pesó más. Los dos hombres comenzaron a
avergonzarse de lo sucedido, pero continuaron. Colocaron un gran pedazo de carne
en unos de los platos de la balanza, pero el papel siguió pesando más.
Entrando en desesperación, el carnicero revisó la balanza, pero todo estaba
en perfecto estado. ¿Qué es lo que quiere buena mujer, es necesario que le dé una
pierna entera de cerdo?, preguntó. Mientras hablaba, colocó una pierna entera de
carne de cerdo en la balanza pero el papel seguía pesando más. Luego un pedazo
más grande fue puesto en el plato, pero el papel siguió pesando más.
Fue tal la impresión que se llevó el carnicero que se convirtió en ese mismo
instante y le prometió a la mujer que todos los días le daría carne sin costo alguno.
El militar dejó la carnicería completamente transformado y se convirtió en un fiel
asistente de Misas todos los días. Dos de sus hijos se convertirían más tarde en
sacerdotes. El militar los educó de acuerdo a su propia experiencia de fe. Luego
advirtió a sus dos hijos que deberán celebrar Misa todos los días correctamente y
que nunca deberán dejar el sacrificio de la Misa por algo personal.
El corazón se llena de fe y de esperanza, pensando en las palabras de Jesús
recogidas en el Evangelio: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida
eterna, y yo lo resucitaré en el último día. (Juan 6, 54). Vivamos la Eucaristía con
espíritu de fe y de oración, de perdón, de penitencia, de alegría en común, de
preocupación por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, con la certeza
de que el Señor cumplirá lo que ha prometido: ¡la vida eterna! Amén.
Padre Marcelo
@padrerivas