Semana de la Octava de Pascua
Jueves.
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 3,11-26: Dios ha resucitado a su Siervo.
Luego de sanar al tullido de nacimiento, el milagro es la plataforma para exponer el
kerigma cristiano. La reacción de la gente, es de admiración hacia los apóstoles,
pero Pedro establece, que no es por su piedad o poder que han hecho caminar al
tullido. Ha surgido una nueva realidad, capaz de salvar y sanar al hombre, sin
alternar la historia de la revelación; el mismo de Dios de Abraham, Isaac y Jacob
sigue actuando y cumpliendo las promesas del AT. Introduce la explicación del
Nombre de Jesús, el juicio en que ellos pidieron su muerte, pero a ese, al Jefe que
lleva a la vida, Dios lo Resucitó de entre los muertos, y ellos son testigos, de esa
acción (v.15). Puesta la fe en ese Nombre, ellos han podido sanar a ese hombre
tullido; se trata de contar con ese nombre y poder sanador y salvífico que Dios ha
hecho aparecer entre los hombres. Jesús en su pasión fue rechazado por los
hombres, pero ha sido glorificado por Dios, la actitud de Israel debe ser de
conversión, ya que las antiguas promesas se cumplen en Jesús (cfr. Dt. 18, 15). A
Israel, le es ofrecida la gracia de la conversión, y el arrepentimiento, en primer
lugar, en el templo, corazón de la fe judía. Pedro denomina a Jesús, como Autor de
la vida, o líder, pionero, Jefe que conduce a la vida u originador de la vida (v.15),
Él nos introduce en la vida nueva de resucitado, porque ha vencido a la muerte,
posee la vida en plenitud. Obtiene ese título porque la vida le pertenece, parecido al
que se da a Moisés, figura de Cristo (cfr. Hch. 7,25. 35). Hay también un rol
importante de la fe en esa curación, pues en su Nombre, por su poder y autoridad,
se realizó el milagro. En el trasfondo del discurso, se habla de la culpa de Israel,
mitigada por la ignorancia con que actuaron en su momento al pedir la muerte de
Jesús. Conversión y penitencia, es exigencia recurrente desde Moisés y los profetas
hasta Jesucristo; quien no acepte la fe, no será reconocido el día de juicio como
judío (vv.22-26), a ellos fue enviado primeramente, porque las promesa hechas a
Abraham se cumplen en Cristo (v. 26).
b.- Lc. 24, 35-48: Jesús resucitado se aparece a los discípulos.
El evangelio nos presenta dos momentos: las apariciones del Resucitado a sus
discípulos (vv.36-43), y las últimas instrucciones a los apóstoles (vv.44-48). En ese
mismo domingo, cuando siguen los ecos de las palabras de las palabras de los
discípulos de Emaús sucede esta aparición de Jesús a los Doce. El saludo de paz,
más que saludo es cumplimiento de traerles la paz que les había prometido (cfr.
Lc.2,14;7,50;19,42). Esta presencia repentina del Resucitado, causa algo de miedo,
porque este nuevo modo de ser de Jesús Resucitado, está más allá de la
compresión humana. Este pasaje de Lucas, se podría denominar el de las pruebas
de la Resurrección. Creen que es un espíritu, las apariciones del Resucitado no son
producto de la imaginación, fantasía o visiones internas. Pareciera que estas
apariciones estuvieran en contra de todas la historia de la salvación del antiguo
Israel o revelación bíblica. Esas apariciones no tienen nada que ver con el
Resucitado, ya que eran sombras respecto de lo que habían sido (cfr. Is.8,19;
1Sam. 28,3-19). Jesús calma su miedo dando pruebas de su identidad, les manda
tocar sus manos y sus pies, para confirmar que tiene huesos y carne, a la vista y
oído se une el tacto (vv.38-40; cfr.Jn.20,16.19-23,1Cor.15,35-49; 41.44). Como
Lucas, escribe para griegos que dudaban de la Resurrección insiste en la realidad
física del cuerpo de Jesús, por ello es que el mismo Jesús, sus pies y manos, las
que dan testimonio de su cuerpo, llevan las marcas de los clavos de la crucifixión
(cfr. Jn. 20, 25. 27). Su cuerpo glorioso tiene carne y huesos, es más, para
probarles, que está vivo, les pide algo de comer, le trajeron algo de pescado asado
y comió (v. 42-43). Al miedo, le siguió la alegría. Pero, ¿no será que el ansia y las
esperanzas que habían puesto en ÉL, les hace verlo vivo? Los discípulos viven la
plenitud de su fe en el Resucitado, perturbados por la alegría y gozo ante su
presencia; experiencia que deben saber conjugar con su razón. La insistencia de
Lucas en estas comidas nos habla no del Jesús histórico, sino en la realidad del
Jesús Resucitado, experiencia que no tiene semejanza con ninguna hasta ese
momento (cfr.Hch.1,3-8; 10,41; Jn.21,9). En un segundo momento encontramos
las últimas instrucciones del Resucitado para sus discípulos. No hay novedad en la
ense￱anza, más bien continuidad entre el Jesús hist￳rico y el Resucitado: “Después
les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con
vosotros: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.” (vv.44-45). El Resucitado, les abre el
entendimiento para que comprendan las Escrituras. Se necesitaba esta gracia de
comprender en profundidad las Escrituras, comprender que toda la historia de
Israel culmina en el acontecimiento de la Pascua de Jesús (cfr. Lc.1,20; 4,21;
9,31; 21,24; 22,16). Jesús en medio de sus discípulos les encomienda la tarea de
la evangelización que ÉL había comenzado (vv.46-47). La alusión al sufrimiento y
resurrección de Jesús y predicar viene a significar que el discípulo va en nombre de
Jesús y no por libre; la autoridad dada por el At, a Yahvé la recibe el Resucitado,
como su Mediador. Si obran así participan de la autoridad y poder de Cristo
haciendo eficaces su mensaje. La pasión estaba predicha en las Escrituras, dentro
del plan de Dios, para el perdón de los pecados y predicar la conversión a todas las
naciones comenzando por Jerusalén (cfr. Jl 2,32; Is.42,6; 2,3). Desde ahora los
discípulos y discípulas, son testigos de todas estas cosas (v.48). La predicación de
un Mesías que muere crucificado y resucita y la incorporación de los gentiles, no
será tarea fácil llevar adelante para los discípulos, por ello, les promete enviar la
promesa del Padre, el Espíritu Santo, una vez que suba a la diestra del Padre.
Comienza una nueva relación de los discípulos con Dios Padre.
Santa Teresa de Jesús, llegada al matrimonio espiritual, tuvo la experiencia de
contemplar a Jesucristo Resucitado, luego de comulgar. Son experiencias
subidísimas de la presencia de Dios en el alma. “Pues vengamos ahora a tratar del
divino y espiritual matrimonio, aunque esta gran merced no debe cumplirse con
perfección mientras vivimos pues si nos apartásemos de Dios, se perdería este tan
gran bien. La primera vez que Dios hace esta merced quiere Su Majestad mostrarse
al alma por visión imaginaria de su sacratísima Humanidad, para que lo entienda
bien y no esté ignorante de que recibe tan soberano don. A otras personas será por
otra forma, a ésta de quien hablamos, se le representó el Señor, acabando de
comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de
resucitado, y le dijo que ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas, y Él
tendría cuidado de las suyas, y otras palabras que son más para sentir que para
decir”. (7 M 2,1) .
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD