Semana de la Octava de Pascua
Viernes.
Lecturas bíblicas:
a.- Hch. 4, 1-12: Ningún otro Nombre puede salvar.
El milagro realizado por Pedro y Juan, tuvo su lógica reacción hostil de parte de las
autoridades religiosas de la ciudad de Jerusalén. Se mencionan a los Sumos
sacerdotes y saduceos por una parte, y los escribas y fariseos, por la otra. Los
primeros tenían el control y administración del templo, de ahí su interés, y
promueve el arresto de Pedro y Juan, por los posibles disturbios que se pudieran
producir, en realidad son los primeros padecimientos de la Iglesia. La verdadera
razón, es el tema de fe en resurrección de Jesús, en la que los saduceos no creían,
motivo de la oposición y encarcelamiento de los apóstoles. En cambio, los fariseos
sí creían en la resurrección de los muertos. Pedro en su respuesta, tercer discurso,
confirma que la palabra de Jesús se ha cumplido al enviar al Espíritu Santo para
defenderlos, cuando fuesen encarcelados por su causa (cfr. Lc. 12, 11-12). Un
segundo tema, es que son acusados por una obra buena que hicieron, como fue
darle la salud a un enfermo, no por un crimen cometido. Esto le da pie a Pedro para
ir a la causa de esa sanación: haber invocado el nombre de Jesús Nazareno, y su
poder de sanación. Nueva ocasión, para exponer al Sanedrín, es decir, ante todo
Israel, el kerigma cristiano: “sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha
sido por el nombre de Jesucristo, el Nazoreo, a quien vosotros crucificasteis y a
quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se
presenta éste aquí sano delante de vosotros. Él es la piedra que vosotros, los
constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular. (Sal.
118,22). Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que
nosotros debamos salvarnos.» (vv. 10-12). Las palabras del Salmo, delata a los
constructores de la casa, que son ellos, los jefes del pueblo. Despreciaron la piedra
angular, Cristo, Dios rechazando su actuar, ha convertido a la piedra en cimiento
de todo el edificio. Sólo en el Nombre de Jesús, dice Pedro, se encuentra la
salvación, y también es la causa por qué han sido sometidos ellos a juicio. Hay que
hacer notar, la fuerza expresiva y argumentativa de Pedro, es la acción del Espíritu
Santo, que comienza a guiar el caminar de la naciente Iglesia de Jesucristo.
b.- Jn. 21, 1-14: ¡Es el Señor!
El evangelio, nos presenta dos momentos: otra aparición o manifestación de Jesús
Resucitado al grupo de los discípulos en el mar de Tiberíades (vv.1-8), y la comida
de los discípulos con Jesús Resucitado (vv.9-14). Luego de pasar la noche
pescando, Pedro y sus seis compañeros no consiguieron nada (v.3; cfr. Jn.6, 67-
69; 13,6-9; 20, 2-7). Regresan a la playa y Jesús Resucitado, al que no habían
reconocido (cfr. Lc.24,13-35.36-38), les pide algo para comer, a la respuesta
negativa, les manda que echen las redes a la derecha de la barca, con lo que
lograron una gran cantidad de peces, ciento cincuenta y tres, para ser más exactos
(cfr. Lc. 5, 1-11). La respuesta obediente a Jesús da sus ubérrimos frutos; Jesús
ejerce su autoridad sobre los elementos de la naturaleza como sobre los discípulos
(cfr.Jn. 2,1-11; 6,1-15; 16,21). Los que reconocen al Señor son Pedro y Juan, el
discípulo amado, protagonistas como en la tumba vacía, es éste quien confiesa su
fe en Jesús Resucitado, mientras Pedro responde poniendo se la ropa y se lanza al
agua (v.7; cfr. cfr. Jn. 4, 49; 16,21). Pedro de noche no consigue nada, porque la
noche en Juan, refleja la ausencia de Jesús. El segundo momento, encontramos al
Desconocido que les prepara una comida, ÉL ya no necesita alimento, ellos sí lo
necesitan. Las brasas, que cocinan el pescado y el pan, recuerdan esas brasas de la
noche de Pasión, en que Pedro negó a Jesús, mientras que ahora lo confiesa (cfr.
Jn. 18,18). Jesús los invita a comer de los pescados que ÉL tiene, y los que le
manda traer a Pedro (vv.10-11). Pedro está restituyendo su regreso a Jesús, no
hace mucho se había unido a quienes habían ido a prender a Jesús en Getsemaní,
ahora es el propio Jesús que a una comida preparada con otro fuego de carbón.
Arrastra la red a tierra con los ciento cincuenta y tres peces, y ésta no se rompe. El
que no se rompiera la red, viene a significar que todos los pueblos, los peces, son
llamados a la Iglesia, simbolizan la unidad de ella, que a pesar de ser tantos, no se
rompe la unidad de la comunidad eclesial. Por la palabra de Jesús hubo una gran
cantidad de peces, la universalidad de la Iglesia, resultado de la iniciativa de Jesús,
el liderazgo de Pedro y el discípulo amado y la participación de los discípulos,
explican el objetivo simbólico de este relato. Quizás el evangelista, este pensando
en la túnica sin costura de Jesús, que tampoco se rompió (cfr.Jn.19, 23-24). Jesús
los invita a la primera comida del día; los discípulos pasan de no reconocer a Jesús
y ahora guiados por la fe de Juan y Pedro, no se atreven a decir Quién es el que los
invita a comer, pero ahora reconocen que es el Señor Resucitado está ahí presente
(v.12). El pan y pescado evocan los milagros que se multiplicaron para una
muchedumbre durante la celebración de la Pascua; los gestos de Jesús al dar al pan
y el pescado aluden a las celebraciones eucarísticas de la comunidad joánica (cfr.Jn.
6,1-15. 51-58; 13, 21-38; 19,35). Cenan juntos en un contexto de Eucaristía; esta
comida habla de la misión, pero sobre todo de la Eucaristía donde encontramos a
Jesús vivo, Resucitado para alimentarnos con su nueva vida.
Santa Teresa de Jesús, a los comienzos de su camino de oración, recibe la primera
visi￳n de Cristo Resucitado. “Estando un día en oraci￳n, quiso el Se￱or mostrarme
solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer.
Hízome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en los principios
de cualquiera merced sobrenatural que el Señor me haga. Desde a pocos días, vi
también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía yo
entender por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había de
hacer merced de que yo le viese del todo, hasta después que he entendido que me
iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural. ¡Sea bendito por
siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y ruin sujeto no la pudiera sufrir. Y
como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo. ..Un día de San Pablo,
estando en misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta
resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra
merced cuando mucho me lo mandó, y hacíaseme harto de mal, porque no se
puede decir que no sea deshacerse; mas lo mejor que supe, ya lo dije, y así no hay
para qué tornarlo a decir aquí. Sólo digo que, cuando otra cosa no hubiese para
deleitar la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es
grandísima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro, aun
acá que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir nuestra miseria;
¿qué será adonde del todo se goza tal bien?” (Vida 28,1.3).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD