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Día litúrgico: Lunes de la octava de Pascua
Texto del Evangelio ( Mt 28,8-15): En aquel tiempo, las mujeres partieron a toda
prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus
discípulos. En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!». Y
ellas se acercaron a Él, y abrazándole sus pies, le adoraron. Entonces les dice
Jesús: ᆱNo temáisᄏ (…).
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos del Papa
Francisco) (Città del Vaticano, Vaticano)
Adorar es reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios
Hoy, más que nunca, se hace necesaria la adoración. Adorar es postrarse, es
reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios. Sólo la verdadera
humildad puede reconocer la verdadera grandeza, y reconoce también lo pequeño
que pretende presentarse como grande.
Una de las mayores perversiones de nuestro tiempo es que se nos propone adorar
lo humano dejando de lado lo divino. “S￳lo al Se￱or adorarás” es el gran desafío
ante tantas propuestas de nada y vacío. No adorar a los ídolos contemporáneos —
con sus cantos de sirena— es el gran desafío de nuestro presente. Ídolos que
causan muerte no merecen adoración alguna, sólo el Dios de la vida merece
adoración y gloria.
—Adorar es decir “Dios” y decir “vida”. Adorar es ser testigos alegres de su victoria,
es no dejarnos vencer por la gran tribulación y gustar anticipadamente de la fiesta
del encuentro con el Cordero, el único digno de adoración y en quien celebramos el
triunfo de la vida y del amor sobre la muerte y el desamparo.
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