EL QUE NO CONOCE A DIOS, DONDE QUIERA SE ANDA HINCANDO
Domingo 2º, de Pascua 2014
Cuando ustedes estén leyendo mi mensaje, ya Juan XXIII y Juan Pablo II habrán
estado desde el balcón del cielo contemplando como el Papa Francisco los
declaraba santos, dignos de respeto y de veneración. Nos alegramos con la
presencia de tan grandes y tan sonrientes señores en el calendario de la Iglesia.
Les debemos mucho y ellos seguirán sonriendo, invitándonos a la alegría
sencilla, a la fe y a la confianza en Cristo Jesús.
Este domingo es el segundo de Pascua, que elegantemente el ahora San Juan
Pablo II quiso que se llamara el Domingo de la Divina Misericordia, pero que
será celebrado por los cristianos, como el domingo del Apóstol Tomás, que de
alguna manera es el protagonista de este domingo. Pero no permitamos que
Tomás nos aparte de los muchos regalos que Cristo nos trae en esta Pascua y en
este domingo. Ciertamente Tomás es la gran figura. Cuando los niños o los
muchachos quieren hacer repelar a los papás que los quieren entrañablemente,
nomás fingen indiferencia o frialdad ante ellos, y los papás ponen el grito en el
cielo. Cristo no cayó en la trampa. Conocía de sobra a Tomás que con mucha
valentía había dicho: “Vayamos también nosotros a morir con el Maestro”, y por
eso lejos de enojarse con la rabieta de Tomás, simplemente se le mostró como
hombre, ya resucitado, para que Tomás pudiera acercarse a las llagas del
Maestro y satisfacer su curiosidad, ya que no había confiado en el testimonio de
la comunidad que le manifestaba su gozo por haber estado con el Cristo
resucitado. Pero Tomás nos dejó entre otras cosas, la alegría de poder entrar en
contacto con Cristo sin haberlo visto como él tuvo oportunidad en su día, y nos
dej￳ la primera profesi￳n de fe en Cristo Jesús Hijo de Dios, “Se￱or mío y Dios
mío”, una profesión de fe, chiquita, pero de rodillas, como debe ser nuestro
caminar en Cristo Jesús.
Y vayamos así a los regalos de Cristo Jesús en el día su resurrección.
Primero. La paz. Apóstoles encerrados, miedosos y cobardes, tienen ahora el
gran trofeo de Cristo: la paz para sus corazones, la paz con el Buen Padre Dios y
la paz para que se haga una realidad entre los hombres, fruto del encuentro con
Cristo Jesús y con su muerte. Ya no puede haber guerras, ni muerte, ni
atentados, ni secuestros porque Cristo ya ha pagado nuestro rescate.
Segundo. Ante las llagas de Cristo y el reconocimiento de su persona como el
mismo que los había llamado en su seguimiento, viene sobre ellos una alegría
indescriptible, tan necesaria en estos días en que a los hombres les cuesta
alegrarse y sonreír como si la manera natural de ellos fuera el ser hoscos,
huraños y enemigos de un Dios que captan como enemigo de sus propios
derechos. Un Dios que se alegran en negar aunque él los esté viendo.
Tercero. “Como el Padre me envi￳, así los envío yo”. Es el mandato misionero,
tan importante hoy, porque contentos con las tres viejitas, los dos viejitos y el
devoto perro que son los participantes de nuestras celebraciones católicas, nos
olvidamos que nuestro cometido no son las gentes que ya están dentro de la
Iglesia, sino muchas gentes, incontables gentes que aún no conocen la luz de la
fe y caminan en tinieblas y en sombra de muerte. A todas esas gentes la Iglesia
está invitada a salir a su encuentro para llevarlos a Jesús. Traicionaríamos a
Cristo si nos contentáramos con los que ya están dentro.
Cuarto. Como si fuera poco lo anterior, a Iglesia tiene sobre sí el don del Espíritu
Santo no como un adorno más, sino para dejarnos otro gran tesoro, el perdón
de los pecados en ese admirable sacramento que en estos días estamos
redescubriendo, no como la cámara de tortura que el Papa Francisco ha
mencionado, sino como la gran alegría del sacerdote que puede levantar su
mano y mandar con profunda alegría al cristiano que siente el gran poder de
Dios y su gran misericordia en el perdón que se le concede. Bendita la Iglesia
que tiene en sí este don maravilloso del perdón para el hombre arrepentido de
sus miserias.
¿Verdad que el domingo de Tomás tiene cosas maravillosas de las cuáles
tenemos que darle gracias a Dios?
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx