II Domingo de Pascua, Ciclo A.
PREOCUPACIONES DEL RESUCITADO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Por algún detalle del contexto hemos de suponer, mis queridos jóvenes lectores, que los dos
encuentros tuvieron lugar en la sala alta donde habían celebrado la última Pascua. Un lugar discreto
de Jerusalén. Observad que se nos puntualiza que ambos ocurrieron en domingo, el llamado día del
sol o primero de la semana. Alerta, pues, que no es una jornada cualquiera, es la escogida por el
Señor, su día preferido. La fiesta del jefe, del líder, del amigo. Es preciso celebrarlo siempre. Sabía
Él el comportamiento de ellos en los momentos trágicos y finales de su etapa histórica. Tenía
presente su miedo, pese a que no habían perdido la Esperanza, que sí frustró Judas.
El primer saludo apuntado podría ser un simple saludo de cortesía. Shalom era la palabra inicial que
el judío dirigía al interlocutor. Pero repite por segunda vez: paz. Lo pronuncia después de que le
hayan visto e identificado. Precisan paz. La paz no es únicamente ausencia de guerra. Implica
serenidad y a ellos les falta. Y a nosotros, generalmente, también. Añade de inmediato que no
espera de ellos, que no desea de nosotros, que simplemente le contemplen. Vino al mundo a
cumplir una misión que le había encomendado el Padre. Les pasa ahora el relevo a ellos. A
nosotros también. Que no se trata de que seamos testigos mudos e inmóviles, respetuosos con los
demás. Había recibido un encargo y ahora el mandato es que se lo delegue a ellos, a nosotros
también, no lo olvidéis.
Para que sean capaces de cumplirlo les contagia el poder que en su interioridad posee. Les sopla
significativamente mientras les asegura que reciben al Espíritu. Esto cambia su ser, cambiará su
vida. ¿les trasmite capacidad de mando o de decisión social o política? No, de ninguna manera.
Hay algo mucho mejor que hacer ricos, sociólogos, políticos o artistas. Les da capacidad de
perdonar pecados. ¡anda ya! ¿y a quien le importa esto? Ya lo descubrirán, no les da hoy
explicación alguna. Se alegran del encuentro.
No estaban todos. De los escogidos faltaba Tomás, el “científico” el que exige pruebas y
demostraciones. Algo incorrecto en este caso, pero legítimo. No incomodará al Señor. Se acomoda
a cada uno imaginando que abajándose y complaciendo, el otro responderá como Él espera.
Vuelve otro domingo y se dirige de inmediato al desconfiado. No es severo juez, pero sí acertado
enseñante: ha solicitado demostraciones, pues, allá van pruebas al canto: manos pies y tronco, todo
lo puede ver y tocar. El discípulo siente vergüenza y no se atreve a indagar más, su gesto
complaciente es superior a lo que pedía. Nosotros a veces también queremos demostraciones y el
Maestro nos da algo de mucho más valor: nos presta atención, nos ama de acuerdo a nuestras
apetencias.
Se ha adaptado a la idiosincrasia de Tomas y al Señor se le escapa una felicitación para nosotros.
Nosotros que sin verle, sin haber solicitado tocar e introducir las manos, le amamos. El gesto del
apóstol científico arranca una nueva bienaventuranza que a nosotros se nos dirige y que desea la
comuniquemos a los demás. No olvidéis el texto de la primera lectura de este domingo, mis
queridos jóvenes lectores. Las enseñanzas de Jesús no son propias de una secta iniciática. La Fe,
si quiere ser autentica y que perdure, debe ser compartida. Hoy se fija en las posesiones que las
ofrecen a la comunidad, otro día se referirá al corazón, que debe comunicarse.
Ellos, y también nosotros, sabían que encerrados en sí mismos, los hombres se ahogan, pero
abrirse y comunicarse, que es esencial, cuesta y a veces nos empeñamos en poner un cerrojo al
alma y la semilla de Dios se seca y muera, como planta que no se empapa de la lluvia que cae para
todos los vegetales. Pero esto será materia de otro día.