III Domingo de Pascua, Ciclo A.
TIEMPO PARA COMPARTIR
Padre Pedrojosé Ynaraja
La primera vez que fui a Tierra Santa, lo hicimos sin ningún condicionamiento
empresarial. Aquella tierra era para nosotros totalmente desconocida y la íbamos a
descubrir por nuestra cuenta. Llevábamos una lista de lugares. Emaús no era
fundamental. Importante, pero no imprescindible, no estuvimos. La segunda era
diferente, así que nos fuimos a la estación de autobuses. Pasamos algo así como
dos horas esperando, sin que el bus saliera. No obtuvimos otra explicación que la
de que aquel día no saldría. Tomamos un taxi. Estando cerca, se nos impidió el
paso, sin darnos ninguna explicación. Ante quien tiene el mando y un arma en las
manos, hay que callar y volverse a casa sin chistar. Para moverse por aquella tierra
no hay como tener amigos y los franciscanos que he conocido, se han comportado
conmigo como tales. Sobre este asunto me dijeron: lo mejor es que te lleve el
superior. Después de vueltas y revueltas, que significa controles y explicaciones,
llegué a uno de los lugares que tienen mucha probabilidad de serlo y que es
encantador, se llama actualmente Qubeibeth, a 11km de Jerusalén. Otro, con rica
tradición pero demasiado alejado, también lo conozco. Todo este largo párrafo sirve
para informaros, mis queridos jóvenes lectores, de que no estamos seguros del
lugar del acontecimiento. Pero lo importante no es el sitio, lo fundamental es la
actitud interior y el evangelio de Lucas, nos da buena cuenta de ello.
Es uno de los pasajes que más me encantan, de aquí que os escribiría largo y
tendido explicándoos mis reflexiones. Pero no sé porque hoy se me ha ocurrido
plantear esta comunicación semanal que llamo homilía-mensaje, como si fuera el
esquema de un guión. A vosotros, mis queridos jóvenes lectores, os toca poner el
decorado, los diálogos y tratar de ser actores. Quiero decir leer tratando de
entender y, si os es posible, también vosotros dialogar, que toda esta simpática
aparición de Jesús está rellena de conversación interesante.
1º- Dos hombres caminan sin prisas, es media tarde. Hablan, casi discuten. Sin
agresividad, pero sí apasionadamente. Se escucha y se entiende un poco el diálogo.
Se comprende que están desconsolados, decepcionados, pero no desesperados.
Van adelante, no retroceden, pese a que no vean el horizonte claro al que deban
dirigir sus vidas. No son Judas.
2º.- Se acerca un desconocido. Si nuestros protagonistas hubieran sido
desconfiados o reservados, le hubieran dejado adelantarse educadamente. Pero no,
pese a su dolor, son gente abierta, les queda un resquicio de esperanza. Cuando el
desconocido se dirige a ellos, no se escurren, no salen por la tangente. Aceptan su
compañía. Les pregunta y le contestan. Son adultos, pero saben que uno puede
aprender siempre, por mayor de edad que sea. Le plantean la cuestión que les
aflige. Seguían a un líder que daba sentido a sus vidas. Le eran fieles y esperaban
mucho de él. Pero ha muerto, mejor dicho lo han matado. Ha sido ejecutado de vil
modo. Su interior está en ruinas. El desconocido se ofrece a darles una explicación.
La aceptan. Habla y habla. No se quejan, sus explicaciones tienen sentido e
iluminan su espíritu. Empieza a hincharse su corazón de una tenue Esperanza.
Están boquiabiertos. Cada trecho les resulta más liviano. Ni les ha preguntado a
dónde van, ni él tampoco se lo ha dicho.
En un momento imprevisto, el empedrado a derecha e izquierda se puebla de
alguna casita, con su molino y lagar al lado. Se detienen y el desconocido continúa
su ruta. Ellos se miran uno al otro, con los ojos ya se han comunicado que no
pueden dejarlo sólo. Se lo dicen. Evidentemente, caminar ahora que oscurece, es
una imprudencia. Le ofrecen su casa. Él acepta con sencillez.
Hace rato que ha desaparecido como por encanto la tristeza que les embargaba.
3º Abren la puerta. Es una casa habitada y por lo que se ve les están esperando.
No hace falta dar explicaciones, los de Emaús ya saben también lo ocurrido. El
llamado Cleofás, les advierte que volvían amargados, pero este compañero les ha
dado ánimos. Parece que lo que ha sucedido estaba previsto, que un israelita, fiel
debería estar preparado, entenderlo y no extrañarse. Sonríen y le ofrecen asiento,
quieren también ellos y ellas escucharle para ver si les saca de la postración en la
que han caído.
Es un hombre afable, pero en ese momento no se muestra parlanchín. Le ofrecen
pan y se le iluminan los ojos. Lo toma con delicadeza, todos se fijan en sus gestos,
musita algo y lo parte y reparte. El asombro les invade. Las mujeres van a
postrarse a sus pies, ellos a abrazarle. Pero no, ya no está. Y no es que haya huido,
es que no está. Pero algo queda flotando en el ambiente. Todos se miran
preguntándose qué es lo que les toca hacer.
Se sienten felices. Era Él (ahora con mayúscula). ¡qué torpes han sido no
reconociéndole antes! Cada una de sus palabras calaba en su interior. Pero han
hecho bien. No hay que ignorar que las palabras y las miradas, pueden coincidir con
las de otros. Esta manera de partir el pan no, era única y exclusiva de Él. Lo saben
ellos muy bien. Si hasta el tal Cleofás es su sobrino y su madre tuvo la valentía de
acompañarle a Él cuando era ajusticiado
Se dan cuenta de que aquel pan que ellos le han ofrecido, al comerlo, les ha sabido
diferente. Era otra cosa. Estaban a oscuras y ahora la habitación parece que la
están iluminándola ellos mismos.
4º.- Los caminantes marchan, pies para que os quiero, a Jerusalén. Llegan y se
encuentran a los demás. En pocas palabras se lo cuentan todo. Ellos también. Sí, es
el Señor y Vive.
5º.- Se han quedado. Es preciso compartir el júbilo en el que se sienten
sumergidos.
6º Telón y silencio para reflexionar.
Mis queridos jóvenes lectores, si hubierais estado por allí ¿qué papel hubierais
hecho?
Por el camino de Emaús vais muchas veces. ¿estáis abiertos a la amistad? ¿al
diálogo? ¿en los momentos o temporadas de decepción o pesimismo, cuando todo
se os derrumba todo, impedís que se ausente la Esperanza? o al revés ¿os dejáis
llevar por remordimientos inútiles, angustias que ahogan, u orgullosos
despropósitos de que no confiaréis de ahora en adelante en nadie más?
Reunidos, ensayad vuestro camino de Emaús y ponedlo en práctica.