Camino del desecho
La calle de la muerte en Calcuta, Lampedusa, todos los basureros de las
ciudades, los barrios marginales nos hablan a gritos de una humanidad
excluida, o, peor, de desechos de humanidad. Algo no anda bien en
nuestro proyecto de humanidad. O a Dios se le está escapando esto, o
somos, hombres y mujeres, los protagonistas de esta clamorosa historia de
dolor. En definitiva, es responsabilidad común.
Los Hechos de los Apóstoles nos presentan a unas viudas excluidas por
razones de nacionalidad. ¡Sólo este detallito! Hoy las causas de esta
postergación ignominiosa se multiplican a medida de la mezquindad y
cerrazón de los corazones. En aquel momento, bastó para la primera
comunidad cristiana, el consenso entre pueblo y pastores. Hombres llenos
de Espíritu, eh ahí la diferencia, respondieron con creatividad a la solución.
Pedro nos habla de la edificación de la Iglesia. Y sale al paso de quienes
pensaran que las piedras utilizadas en esta obra, son de selección exclusiva.
No, ¡jamás! “Ustedes también están invitados a ser piedras vivas…”
Entonces, no es el material el que nos distingue, sino la capacidad de
aportación, el amarraje solidario, la participación creativa, la
corresponsabilidad. Todos, todas constructores/as de nueva humanidad.
Y Jesús asume en el evangelio el rol propio del Maestro para indicarnos el
camino que lleva a la meta deseada. Lo hace desde su propia condición ya
predicha por Isaías: “Hombre de dolor, desecho de humanidad”. Su camino
está amasado, cocido a la extrema condición humana. Él ha venido a
develarnos el rostro del Padre allí donde se había borrado toda huella de su
imagen. Y desde allí se ilumina la meta. Es la opción combativa por el
pobre.
Cochabamba 18.05.14.
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com