Erosfera
Respiramos, soñamos, caminamos. Vivimos si se nos proporciona el hábitat
suficiente para hacerlo. Para respirar necesitamos el aire, la atmósfera. Para
soñar, utopías, metas. Para caminar, muchas iniciativas, abrir brechas. Para
vivir, sólo el amor. Pero el amor también tiene sus condiciones, exige
medios: Un ambiente propio que le permita crecer, transfigurarse,
expandirse. Es la ‘Erosfera’: Dios. Sólo en Él podemos amar.
Nos equivocamos hoy al exigir amor. Y colocamos nuestra felicidad en el
hecho simple de que nos amen. Somos felices porque amamos, no porque
nos aman. El amor agudiza el oído, pulsa el corazón. Por eso, en la primera
comunidad, Felipe anuncia la Palabra que hace eco en las vidas de sus
oyentes causándoles verdadera alegría. Es el compartir generoso que nace
del amor.
Pedro es más incisivo en su mensaje. Le da alas al amor. Y lo hace a través
de la esperanza. No como mera posibilidad, sino como argumento y razón
de nuestras vidas. Somos en la medida de lo que esperamos y esperamos
sólo en la medida del amor. El amor nos deposita en las manos del Padre.
Manos que se tornan cuna generosa de nuestra esperanza, haciendo creíble
nuestra vida y dándole razones para vivirla en intensidad.
En el evangelio encontramos la clave para darle garantía de autenticidad a
nuestro amor: “Si me aman, dice Jesús, obedecerán mis preceptos”. Y
quien los guarde y los cumpla, recibirá el Don del Espíritu Santo. Con este
Don, así de simple, estamos participando de la vida misma de Dios que es
Amor y nuestras vidas comienzan a entrecruzarse con todo ser humano,
con todo ideal y sueño de humanidad en conquista franca de nuestra
realización y plenitud.
Cochabamba 25.05.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com