III Domingo de Pascua, Ciclo A.
Sociedad de San Vicente de Paúl en España.
« Al servir a los Pobres se sirve a Jesucristo » (SVdeP)
Los discípulos no han podido entender nada de lo que ha pasado en Jerusalén,
según sus expectativas, ellos confiaban que el profeta Jesús sería quien iba a traer
la salvaci￳n a Israel; sin embargo, “van tres días que ha muerto…” Es que ellos
esperaban una salvación reducida de la pequeña porción de Israel y, además, de
eso, no tenían idea del alcance y profundidad de la obra de Jesús. Por eso con toda
paciencia, el caminante forastero les explica la Escritura punto por punto,
“comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas”, todo lo que en ella
estaba escrito sobre Él.
Hasta aquí todo sale muy bien; ellos entienden, a la luz de la Escritura y por la
explicación del Maestro, todo lo relacionado con el Mesías y su obra; incluso logran
entender que los sucesos acaecidos en Jerusalén no están fuera del proyecto mismo
de la salvaci￳n, “era necesario que todo esto ocurriera…” Con todo, queda todavía
un aspecto que ellos aún no entienden: ¿Cuál es la aplicación práctica para la fe y
para la vida de todo eso que ha sucedido? ¿Qué incidencia real y concreta tiene en
el vivir cotidiano la noticia de que al que murió en la cruz, Dios Padre lo haya
resucitado?
Lucas no resuelve estos interrogatorios de una manera teórica, ilustra la respuesta
con una imagen: La mesa compartida. En el sentarse a la mesa y en el compartir el
pan, los discípulos abren sus ojos, “reconocen” al Se￱or, se despejan todas sus
dudas, entienden que la resurrección de Jesús es el culmen de una vida de servicio,
de entrega generosa, de trabajo y lucha constante por el rescate del ser humano y
de su dignidad.
Pero hay algo inexplicable, en el momento mismo en el que los discípulos
reconocen al Señor, Él desaparece de su vista. ¿Qué querría explicar Lucas con
esto? Es viable que Lucas intente decir a su comunidad que, como es apenas obvio,
la presencia física de Jesús en medio de ellos ya no es posible; y que la comunidad
no tiene por qué vivir añorando esa presencia, posiblemente paralizados esperando
el regreso de Jesús. Lucas encuentra dos maneras para lograr que la fe en el Señor
tenga efectos reales en la vida: La oración y la reflexión basadas en las Sagradas
Escrituras; y, por otro lado, la búsqueda constante por concretar todo eso en unas
actitudes de vida, de fraternidad, lo cual queda sintetizado al compartir la mesa.
Compartir la mesa es, en la mentalidad lucana, algo más que sentarse a consumir
alimentos, es lograr un proyecto común basado en la confianza, en el conocimiento
de los demás, en la solidaridad y la igualdad. Cuando la comunidad entiende así su
vida, entiende también que puede y debe proyectarse como una alternativa nueva
o novedosa de vida y de acción; y al mismo tiempo asume que, si bien no existe
una presencia física de Jesús, es Él quien en definitiva anima y re-crea la vida de la
comunidad.
¡Cuánta aplicaci￳n tiene para “nuestro hoy” ese mensaje de Lucas! ¡Qué falta hace
que nuestras comunidades, nuestras Conferencias y todo el mundo descubran a
Jesús en el gesto cristiano del compartir, en un mundo dividido entre los que
poseen y los que no poseen nada! ¡Cuánta falta hace que los que nos consideramos
seguidores de Jesús promovamos ese estilo de vida que propone Jesús en su vida y
en sus praxis! Los dones de Dios, exigen un espíritu comunitario. Necesitamos abrir
los ojos para reconocer a Jesús y servirlo en nuestro prójimo, porque en el más
humilde encontramos a JESÚS mismo.
«Una excelente forma de ejercitar del amor de Cristo, es acostumbrarse a tenerlo
siempre presente en nosotrosᄏ… ᆱDenle la vuelta a la medalla y verán con las luces
de la fe que son esos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre»
(SVdeP)
Con permiso de somos.vicencianos.org