Comentario al evangelio del lunes, 5 de mayo de 2014
Queridos amigos:
Hoy y mañana vamos a recordar el arresto y la muerte de Esteban, el primer discípulo que derramó la
sangre, no sólo por Jesús, sino como Jesús. Lucas describe el final de Esteban en claro paralelismo con
el final de Jesús:
Ambos son detenidos como consecuencia de un tumulto popular. El pueblo, convertido en masa,
actúa violentamente.
Ambos son acusados de poner en cuestión la institución más sacrosanta de los judíos: el templo.
Ambos reaccionan de manera no violenta. Oran, incluso, por aquellos que los condenan.
Ambos ponen sus vidas en manos de Dios en el momento de la muerte.
Esteban muere como Jesús. Su muerte, como la del Maestro, no es estéril. La muerte de Esteban
desencadena una persecución contra la comunidad cristiana de Jerusalén. Los creyentes se ven
obligados a huir y dispersarse. Pero esta dispersión no significa la muerte de la Iglesia sino todo lo
contrario: el nacimiento de una Iglesia multicultural, que anuncia el nombre de Jesús, como se anuncia
en el comienzo de los Hechos, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra.
A lo largo de toda esta semana seguiremos leyendo el interminable capítulo 6 del evangelio de Juan
(¡nada menos que 71 versículos!). Lo comenzamos el viernes de la semana pasada y lo terminaremos el
sábado. En este capítulo se nos ofrecen dos signos (la multiplicación de los panes y la marcha de Jesús
sobre las aguas) y un largo discurso en el que se explica el significado de estos signos. Jesús se
presenta como el alimento que da la vida eterna.
Del fragmento de hoy me llaman la atención estas palabras de Jesús: Me buscáis, no porque habéis
visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece,
sino por el alimento que perdura. A menudo me pregunto por las motivaciones que nos impulsan a
creer en Jesús. Creo que son varias y que van cambiando a lo largo de la vida. Según vamos tomando
conciencia de lo efímeros que son los sueños de juventud, de lo perecederas que son muchas realidades
de las que en otro tiempo nos hemos alimentado, vamos centrándonos en lo esencial. Pero, ¡qué lento
es el camino!
C.R.